55 Planes y cambios

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María

Los rayos del sol se cuelan por las ventanas de mi oficina mientras reviso el correo de la mañana. Laura está sentada frente a mí, organizando el calendario de la semana como si fuera el itinerario de un tour presidencial. El aroma de mi café recién hecho se mezcla con la paz de una mañana tranquila... hasta que mi celular vibra, arrancándome una sonrisa maliciosa al ver el nombre en la pantalla.

―Hola, bombón... ―ronroneo con voz melosa, aprovechando que Laura está frente a mí. Me encanta sacarla de quicio con mi descaro mañanero.

―¡Ah cabrón! ―puedo imaginar la sonrisa en su cara― ¿Y esas formas de contestar?

―Ya ves... ―mantengo mi propósito doble: hacer que Laura salga corriendo y calentar los motores con el Coach― una que amaneció inspirada el día de hoy.

El rojo carmín que invade la cara de Laura es mi premio matutino. No deja de negar con la cabeza mientras intenta concentrarse en su laptop, aunque sé que está contando los segundos para huir de mi oficina.

―Sí... ya me di cuenta ―el tono divertido de Rafael me confirma que está entrando al juego.

―¿Qué pasó, corazón? ―me recargo en mi silla, preparándome para el inevitable escape de Laura― ¿Me vas a dar una visitadita al ratito, o qué?

Como si le hubieran puesto un cohete en la silla, Laura cierra su laptop de golpe y se levanta en tiempo récord.

―...estás cabrona ―masculla entre dientes mientras recoge sus cosas. Antes de salir, me lanza una mirada que no sé si es de diversión o de vergüenza.

Me parto de risa en mi silla mientras la veo huir por el pasillo.

―En serio que me empiezas a preocupar, Mamba ―Rafael suena confundido al otro lado de la línea.

―No pasa nada, corazón ―contengo la risa―. Solo estaba torturando un poco a Laura. Ya sabes, ejercicio matutino.

―Pobre Laura... ―suelta una carcajada― de por sí ya tiene secuelas psicológicas después de enterarse por ti de lo que hacemos en tu oficina.

―¡Oye! Ella escuchó toda la conversación de aquella vez... ―me defiendo entre risas― Yo dije lo que tenía que decir.

Después de un rato de risas y bromas a costa de la salud mental de Laura, su tono cambia.

―Preciosa... ―ese cambio en su voz me pone en alerta― ya tengo contratado el lugar para la fiesta ―hace una pausa tan sospechosa que casi puedo oler el drama que viene― ¿Quieres ir a verlo?

<<¿Por qué siento que esto me va a dar un infarto?>>

―Sí, está perfecto para mandarle fotos a la decoradora de mesa de dulces y que me dé sus diseños.

―Perfecto... paso por ti a las 11 ―y ahí está, ese pinche tonito de "yo digo y mando" que a veces me hace querer ahorcarlo... con mis piernas.

―Está bien... a las 11 está bien, Coach ―mi tono es un claro "bájale tres rayitas a tu actitud de empoderado, cabrón".

<<En otras circunstancias lo pido a gritos... pero en la vida real... a veces>>

―¿Segura que no quieres que pase antes? ―su voz baja una octava― Ya sabes... para dejarle más material en la imaginación a Laura.

―¡Rafael! ―intento sonar escandalizada, pero la risa me traiciona― ¡Compórtate!

―Está bien, está bien... ―puedo escuchar su sonrisa― A las 11 entonces. Te amo.

Más Allá del Juego ... Las reglas cambianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora