Rafael
El sonido del agua y las risas de los niños llena la alberca mientras observo a María en el gimnasio con Marce. Ha estado tensa desde la confrontación con su madre, pero al menos aquí, en nuestro territorio, parece que puede respirar.
<<Pinche señora Alondra... ¿qué tan cabrona hay que ser para no ver lo que tiene en frente?>>
―¡Coach! ―la voz de Leo me devuelve al presente― ¿Viste mi vuelta?
―Perfecta, campeón ―sonrío mientras ajusto su postura― Ahora, muéstrame esa patada que practicamos ayer.
Mientras superviso a los niños, mi mente regresa a la escena de esta tarde. La forma en que María se quebró en el baño, cómo sus manos temblaban... Ver a mi mujer, mi fierecilla, reducida a esa versión insegura de sí misma por las palabras de su madre, me hizo hervir la sangre.
<<¡Carajo! Si no fuera mi suegra...>>
―Coach... ―Nico se acerca nadando― ¿Por qué la abuela hizo llorar a mi mamá?
La pregunta me golpea como puñetazo. Estos pequeños Tiburones no se pierden nada.
―A veces, campeón ―escojo mis palabras con cuidado―, las mamás y las abuelitas tienen formas diferentes de ver las cosas. Y eso puede causar... desacuerdos.
―¿Como cuando Leo y yo peleamos por el control de la tele? ―sus ojos enormes me estudian con esa inocencia que me desarma.
―Algo así ―contengo una sonrisa―. Pero más complicado.
<<Mucho más complicado, Tiburón... si supieras>>
Mi mirada vuelve a María, que ahora está haciendo abdominales mientras Marce cuenta. Recuerdo la primera vez que la vi así: fuerte, determinada, sin dejar que nada la detuviera. ¿Cómo puede su madre no ver esa fortaleza? ¿Cómo puede reducirla a una lista de "errores" cuando cada supuesto error la ha convertido en la mujer increíble que es?
―¡Más velocidad en esa patada, Leo! ―instruyo, manteniendo mi tono profesional aunque por dentro estoy que me lleva la chingada.
La clase continúa mientras observo a mis Tiburones perfeccionar sus técnicas. Han mejorado tanto en los últimos meses.
<<Una familia que voy a proteger a toda costa, incluso de su propia abuela>>
―¡Excelente, Leo! ―aplaudo su última vuelta― Ahora descansen cinco minutos.
Mientras los niños juegan en la orilla de la alberca, mi mente ya está elaborando estrategias. Si hay algo que aprendí en años de negociaciones es que cada persona tiene un punto débil, un ángulo desde donde puedes abordarla. Y doña Alondra, por muy fortificada que esté en sus convicciones, no es la excepción.
<<Es hora de jugar en tu cancha, suegra... y en este juego, no pierdo>>
La observé toda la tarde: cómo sus ojos seguían cada movimiento de María, cómo se tensaba cada vez que los niños me llamaban "Coach", cómo estudiaba cada foto en las paredes... No es odio lo que vi en su mirada. Es miedo. Un miedo tan profundo que lo disfraza de control.
―Juan Carlos... ―llamo a mi amigo― ¿Puedes supervisar a los niños un momento?
―Claro, compadre ―me guiña un ojo, conocedor de mis batallas―. Ve a hacer lo que tengas que hacer.
Me seco rápidamente y camino hacia las gradas. Desde aquí puedo ver todo mi mundo: María ejercitándose con Marce, los niños jugando en la alberca, esta vida que hemos construido paso a paso. Una vida que cierta señora insiste en cuestionar.
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Más Allá del Juego ... Las reglas cambian
RomanceMás allá del juego - Las reglas cambian María pensó que había encontrado su final feliz con Rafael, pero el destino tiene otros planes. En esta apasionante secuela de Más allá del juego, nuestros protagonistas se enfrentan a nuevos desafíos que pond...