Maria—¿Ya le hablaste al técnico para que venga a revisar la secadora? —le pregunto a Laura.
—Ya jefa... —No termina la frase cuando, de pronto, pone su cara de babosa. Esa donde la mandíbula se le descuelga un poco cuando ve a un "bizcochito".
Mira por encima de mi cabeza y, al ver su expresión, en fracciones de segundo pienso en Rafael.
<<Serás pendeja...>>
—Buenos días —La voz de Juan Carlos me llega de golpe. ¿Juan Carlos aquí?
Ahí está él, con esa sonrisa de niño travieso que conozco tan bien. Lo abrazo enseguida. Esa sorpresa mañanera no me la esperaba y me encantó.
—¡Hola Chocolate!
—Hola loquita... —Me da un beso en la coronilla— ¿Tienes tiempo para un café?
Laura sigue pasmada, embelesada por la figura masculina que tiene enfrente. Ya me había dicho que le gustaba, pero no creía que al grado de dejarla callada y subirle los tonos de rojo a la cara.
—¡Claro! —respondo, arqueando una ceja—. ¿Quieres en mi oficina o vamos a la cafetería?
—Prefiero en la cafetería, sirve que desayunamos algo.
<<Sospechoso... algo se trae entre manos este wey>>
Lo miro fijamente, tratando de descifrar qué se trae. Juan Carlos nunca ha sido bueno para ocultar sus intenciones, y hoy parece nerviosito.
—Ok... vamos.
Me enfoco de nuevo en Laura, que tiene la cara más roja que un jitomate y milagrosamente se ha quedado muda.
—Lau, te encargo, porfa. No tardo.
Le dedico una sonrisa burlona. Sabe que no dejaré pasar la oportunidad de joderla un ratito.
—Sí jefa, no te preocupes.
¡Vaya! ¿Pero qué le hicieron a mi mano derecha? ¿Dónde quedó? Me sorprende tanta indulgencia de la señorita con lengua de arpía.
—Vámonos chocolate, antes de que te derritas aquí por el calor. —Le guiño un ojo a Laura de forma traviesa. Y a ella le sube más el color, si es posible.
Juan Carlos suelta una carcajada nerviosa mientras salimos de la oficina. Caminamos hasta la cafetería de la esquina, ese lugar acogedor donde hemos tenido un par de pláticas en los últimos meses. Nos sentamos en nuestra mesa de siempre, junto a la ventana.
Después de pedir nuestros cafés —un americano para mí, un expreso para él—, Juan Carlos comienza a jugar nerviosamente con la servilleta.
—Bueno, ¿me vas a decir qué pasa o tengo que sacártelo a golpes?... Mira que ya he perfeccionado mi jab, ¡eh! —le digo, mitad en broma, mitad en serio.
Sonríe tímido, tiene la mirada fija en la servilleta con la que juega en sus manos y a mí me empiezan a entrar los nervios. Pero aun así, no lo presiono.
<<Algo pasa...>>
De pronto, se remueve para sacar algo de la bolsa de su pantalón. Es una cajita pequeña de terciopelo negro. ¡Santa...!
<<Ay puta madre... qué pendeja...>>
De la impresión, no medí el trago al café y me quemé los labios con el líquido casi hirviendo que hay en la taza entre mis manos. Pero eso es lo de menos... lo de más es lo que tengo delante de mí.
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Más Allá del Juego ... Las reglas cambian
RomanceMás allá del juego - Las reglas cambian María pensó que había encontrado su final feliz con Rafael, pero el destino tiene otros planes. En esta apasionante secuela de Más allá del juego, nuestros protagonistas se enfrentan a nuevos desafíos que pond...