20 De vuelta a casa

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María

Doy un último vistazo a la habitación, asegurándome de que no quede nada olvidado. Rafael está recargado en la esquina de la pared, su mirada intensa y cauta fija en mí. Su gesto es serio, lo que me pone en alerta.

—Ya tengo todo listo —digo, cerrando el último cierre de mi maleta.

Me acerco a él, enredando mis brazos en su cuello para darle un beso fugaz. Mis ojos estudian los suyos, buscando respuestas. Hay algo que no me está diciendo.

—¿Qué pasa, Coach?

Rodea mi cintura con sus brazos, evadiendo por un momento mi mirada. Casi puedo ver los engranajes de su mente trabajando, ordenando sus pensamientos.

—Amor... —comienza, su voz suave pero cargada de tensión—. No creas que he olvidado que tenemos una plática muy larga pendiente.

<<Así que es eso lo que traes>>

—Es solo que... —continúa, un deje de nerviosismo en su voz—. No quise tocar esos temas aquí... con una fiesta encima. No quería arruinarte el momento.

Lo miro comprensiva, depositando un beso suave en sus labios para relajarnos a ambos.

—Lo sé. Concuerdo contigo —hago una pausa, buscando las palabras adecuadas—. De hecho... mañana tengo una junta con Mauricio.

Siento cómo se tensa al instante.

—Me mandó mensaje ayer. Dice que hay un avance considerable con el caso y que es necesario que nos veamos lo antes posible.

—¿A qué hora? —Su voz es seria, nada que ver con mi novio meloso de hace unos minutos.

—A las 9 am en mi oficina —Lo miro cauta, esperando ver ¿qué? ...¿Un atisbo del Rafael que me jodió?

<<No, no, no ... no pienses en eso... no ahora... no aquí>>

Intento distraer mi mente, soltándome de su abrazo y dirigiéndome hacia mi maleta. Rafael, perceptivo como siempre, nota el cambio en mi actitud. Se acerca, abrazándome por la espalda y besando mi cuello con ternura.

—Mañana me tienes en tu oficina antes de las 9 —susurra contra mi piel, su aliento cálido enviando un escalofrío por mi columna—. De esto y de lo que sigue me voy a encargar yo, bonita.

Me giro en sus brazos para mirarlo de frente, buscando en sus ojos la seguridad que necesito en este momento.

—Rafael... no sé qué tan conveniente sea... —busco las palabras adecuadas— que te involucres en todo esto. —Su mirada se va endureciendo— No quiero más riesgos ni para mí ni para mis hijos...

—¿Qué se supone que significa eso? —Su voz es fría como el hielo.

—Digo que no quiero encabronar más a Pablo... es un pinche psicópata que, mientras esté suelto, implica un riesgo para mí y para mis hijos. —Desvío la mirada, de pronto me resulta doloroso mirarlo a los ojos— Ya ves lo que pasó... y para ser honesta, la forma tan fría y descarada con la que se mostró en el torneo con Leo y conmigo... Me asustó.

Noto cómo tensa la mandíbula y su pecho se infla, como si intentara reunir toda la paciencia del mundo o aplacar su inminente ira. Después de unos segundos, toma mi barbilla con su dedo índice, un gesto delicado que contrasta con la furia contenida que percibo en él.

—Mírame, María... —Voltea mi cara para que lo mire directamente. Con voz baja y controlada me dice— En lo que respecta a nuestra relación, a partir de ahora te digo: Tú tienes el control. De todo. Tomaré en cuenta tu opinión para muchas cosas, porque es importante para mí, porque eres una mujer sumamente inteligente y te respeto. Pero en lo que respecta a este tipo de temas, y más aún, tratándose de tu seguridad y la de los niños... —hace una pausa sin quitarme la vista de encima— ahí, mamita, no puedes hacer nada al respecto. Eso me toca a mí. No hay discusión y yo tomo las decisiones... te guste o no.

Más Allá del Juego ... Las reglas cambianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora