68 Tiempo

6 1 0
                                    


Maria

Es increíble cómo puede pasar el tiempo sin que te des cuenta. Hace unas semanas estábamos despidiendo a Paulina y mis suegros en el aeropuerto, y ahora aquí estoy, ahogada entre correos de clientes nuevos que han llegado como en banda. No sé cómo le voy a hacer para sacar la producción... definitivamente es hora de agrandar el negocio.

Mientras busco el correo que necesito, mi mente viaja a la preciosura de vestido que Marce escogió para su boda. Ahí andábamos nadando entre telas: Marce, Mercedes, Ana y yo. La tienda estaba diseñada para hacerte sentir el momento, con copitas de vino blanco espumoso ―que por cierto, ya está en mi top 10 de favoritos― mientras esperábamos pacientemente a que Marce nos modelara los cinco vestidos que había escogido de entre la pila de... ¿cuántos eran? ¿cien? No sé, solo vi que eran un chingo.

―¿Qué les parece este? ―Marce detrás de la cortina que divide el vestidor y da entrada a la pasarela rodeada de espejos.

Por la cara que tenemos todas, a ninguna nos gustó.

―No va con tu estilo, perris ―arrugo la nariz al decirlo. Un vestido con tanto brillo no hace match con el estilo de Marce.

El comentario es suficiente para que la loca de mi amiga dé media vuelta y se pierda de nuevo entre las cortinas. Sale con otro que le pega más a su personalidad, pero...

―Como que las sheshes se te ven raras ―comenta Ana señalándole el pecho con el dedo índice―. No sé... siento que no embonan bien.

―Concuerdo contigo ―Mercedes secunda a mi hermana.

Marce baja la mirada para admirar su busto, lo revisa en el espejo, medio se las acomoda y... no. Definitivamente no se convence.

Se pierde de nuevo en el vestidor y sale con un vestido muy bonito, corte sirena, pero el tul de la parte de abajo contrasta con el resto del modelo, haciéndolo ver discordante.

―¡Este me gusta! ―dice Marce entusiasmada al verse en el espejo―. ¿Cómo lo ven?

Busca nuestra aprobación en nuestro reflejo del espejo, pero creo que las tres coincidimos en lo mismo. Nuestra respuesta es mover la cabeza negativamente, con el cuidado de no causarle un colapso nervioso a Marce.

―¡No mamen! ―se desespera―. ¡Pero si está precioso! ―Se voltea hacia nosotras con las manos en jarras.

―Es bonito de arriba, pero... ―Mercedes señala la parte de tul que le da en la madre al resto del vestido― esta parte no... cuadra.

―¡Exacto!... No cuadra ―secundo a Mercedes.

Marce resopla y se vuelve a meter tras las cortinas, después de soltar un "me lleva la chingada" que todas alcanzamos a escuchar.

Cuando vuelve a salir, a las tres locas ―a quienes ya nos estaban llenando la copa una vez más― se nos ilumina la cara como si estuviéramos viendo a la mismísima Santa Marcela bajar del cielo. El vestido que enfunda su cuerpecito esbelto de muñequita es una maravilla: corte sirena, amoldándose perfectamente a cada una de las curvas que se ha esmerado en acentuar con tanto ejercicio y una dieta rigurosa.

La tela es una obra de arte en color marfil, tan delicada que parece flotar con cada movimiento. El encaje francés dibuja patrones florales que se entrelazan como si hubieran sido bordados por hadas, creando un efecto hipnótico que te atrapa la mirada. Una constelación de cristales diminutos, tan sutiles que solo brillan cuando la luz los acaricia, delinea el escote tipo corazón que enmarca sus encantos como si hubieran sido pintados por un artista. La espalda, semidescubierta, está cubierta por una red de encaje tan fino que parece dibujado sobre su piel, y termina en una hilera de botoncitos forrados que bajan como gotitas de luna hasta la parte baja de su espalda. La falda, que se desprende suavemente desde sus caderas, cae en cascada hasta el suelo como si fuera agua congelada en el momento perfecto, terminando en una cola modesta pero elegante que completa la ilusión de estar viendo a una diosa moderna.

Más Allá del Juego ... Las reglas cambianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora