Josh llegó puntual al hotel donde se hospedaban todos los pilotos y el equipo, listo para su cita con Montse. Había prometido a Carlos que la cuidaría y que no la haría llegar tarde, y esa promesa era una que no pensaba romper. Tocó la puerta de la habitación de Montse y, cuando ella abrió, la recibió con una sonrisa cálida y confiada.
—¿Lista para la cena? —preguntó con una amabilidad genuina, extendiéndole el brazo.
Montse asintió, sonriendo con suavidad. Sabía que Josh era un buen tipo, y aunque había algo que no terminaba de encajar entre ellos, estaba decidida a pasar una noche agradable. Durante la cena, él fue todo un caballero. La llevó a uno de los mejores restaurantes de la ciudad, la hizo reír con anécdotas sobre sus aventuras con Lando, y mantuvo una conversación entretenida.
Sin embargo, mientras la noche avanzaba, ambos empezaron a notar algo. A pesar de la buena química como amigos y de la conversación fluida, no había esa chispa especial que hiciera que la cita se sintiera romántica. No había nada incómodo entre ellos, pero tampoco había una conexión más profunda. Era como si, a pesar de los esfuerzos, el destino simplemente no los empujara hacia algo más que una amistad.
Al final de la noche, Josh, siendo el caballero que era, la llevó de regreso al hotel a tiempo, cumpliendo con su promesa a Carlos.
—Me divertí mucho esta noche, Montse —dijo él cuando llegaron a la puerta de su habitación—. Eres una chica increíble, pero creo que ambos sabemos que esto... —hizo un gesto con la mano, indicando la situación—, no está destinado a ser algo más que una salida de amigos.
Montse sonrió, agradecida por la honestidad.
—Estoy de acuerdo, Josh. Me la pasé muy bien, pero... sí, es mejor así. Amigos de salida suena perfecto.
Ambos se despidieron con un abrazo amistoso, y justo cuando Josh caminaba hacia la salida del hotel, se encontró de frente con Oscar Piastri, quien venía caminando por el pasillo con el ceño fruncido. El australiano, todavía molesto por los eventos del día, caminaba con una tensión visible en sus hombros. Cuando pasó junto a Josh, chocó intencionadamente su hombro, como si fuera una señal de todo lo que tenía reprimido.
Josh se detuvo, sorprendido por el gesto.
—¿Qué demonios, Piastri? —dijo Josh, girándose para enfrentar a Oscar con una mezcla de incredulidad y molestia.
Oscar lo miró con frialdad, sin molestarse en disimular su irritación.
—¿Tienes algún problema? —replicó Oscar, con los ojos entrecerrados.
Josh levantó una ceja, captando la intensidad detrás de las palabras de Piastri. Entonces, algo hizo clic en su mente. Todo el comportamiento extraño de Oscar, su mal humor, la manera en que había reaccionado desde que Montse y él habían comenzado a salir. Era evidente lo que estaba pasando.
—Ah, ya veo qué pasa aquí —dijo Josh, adoptando una actitud más burlona, como si acabara de descubrir algo obvio—. A ti te gusta Montse, ¿verdad? Todo este tiempo has estado actuando como un crío porque no soportas que salga conmigo. ¿Eso es lo que te molesta?
Oscar apretó los dientes, pero no respondió de inmediato, lo que solo confirmó las sospechas de Josh. En lugar de dejarlo pasar, Josh decidió presionar un poco más, sabiendo que tenía el control de la situación.
—Mira, Piastri —continuó Josh, divertido por la reacción del australiano—, si te gusta tanto, deberías hacer algo al respecto, en lugar de ponerte de mal humor porque alguien más tiene el valor de invitarla a salir. Si te molesta tanto, ¿por qué no hiciste algo tú desde el principio?