21.2 Max Verstappen

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Max la miró, su corazón acelerado. Sabía que Sam estaba al borde de romperse y que sus palabras, aunque impulsivas, venían de un lugar profundo de dolor. Desesperado, dio un paso hacia ella, levantando las manos en un intento de calmar la situación.

—Sam, no tomes decisiones así, enojada —dijo con la voz más suave que pudo—. Por favor, calma. No quiero perderte. Mira, iré con los chicos, pero no más de una hora. Te lo prometo. Volveré y cenaremos juntos. Hablaremos como antes, ¿sí?

Sam lo miró a los ojos, tratando de encontrar una señal de que él realmente lo decía en serio. Después de unos segundos, asintió lentamente.

—Está bien. Una hora, Max. Pero por favor, no me hagas esperar toda la noche.

Max la abrazó, sintiendo que había evitado algo más grande, algo que no podría arreglar si dejaba que explotara.

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La celebración posterior a la carrera estaba en pleno apogeo. Max había perdido la noción del tiempo, entre risas y charlas con los otros pilotos. Lo que iba a ser una hora se convirtió en dos, y luego en tres. Las luces parpadeantes del club y el ambiente animado lo habían absorbido por completo. A su alrededor, la música era fuerte, y las copas nunca dejaban de llenarse.

En algún momento, una chica se le acercó, sonriendo con coquetería. Le ofreció una bebida y, sin pensarlo mucho, Max aceptó.

—¿Quieres bailar? —le dijo la chica, acercándose más de lo necesario.

Max, ya con varias copas encima, sonrió y asintió. Empezaron a bailar, y la chica, lentamente, fue estrechando el espacio entre ellos, buscando más de lo que Max se daba cuenta en su estado.

Mientras tanto, Lando, que había estado observando desde la distancia, notó la situación. Se acercó a Max rápidamente, preocupado por el rumbo que la noche estaba tomando.

—Max, amigo... ¿qué estás haciendo? —preguntó Lando, con tono serio—. ¿Sabes qué hora es?

Max, aún medio confundido, miró a Lando con una sonrisa, sin entender la gravedad de la situación.

—Relájate, solo estamos bailando. ¿Qué pasa?

—Son las 4 am, Max. ¡Tienes que irte ya! ¿Te olvidas de algo llamado Sam? ¡Prometiste volver con ella después de una hora!

El rostro de Max cambió de inmediato. Miró a su alrededor, dándose cuenta de que el tiempo había volado y que lo que había comenzado como una simple salida se había convertido en una potencial catástrofe.

—¡Mierda! —exclamó, soltando a la chica de inmediato y apresurándose hacia la salida, con Lando siguiéndolo de cerca.

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Cuando Max llegó al hotel, su corazón latía con fuerza, no solo por la carrera que había hecho para regresar, sino porque sabía que había fallado. Subió las escaleras, con la esperanza de encontrar a Sam en su habitación, esperando como había prometido.

Pero al abrir la puerta, la habitación estaba vacía. No había señales de ella, excepto por una servilleta arrugada sobre la cama, con manchas de lágrimas. Max la tomó y leyó las palabras con el corazón encogiéndosele en el pecho.

"Max, me fui a otra habitación. No me busques. Necesito espacio para pensar."

Se dejó caer en la cama, con la servilleta aún en la mano. Las palabras retumbaban en su cabeza: "No me busques." Sabía que había llegado demasiado tarde.

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Al otro lado del hotel, en una habitación diferente, Sam miraba por la ventana, su corazón roto y su mente en un torbellino de emociones. Había esperado tanto de esa noche, había querido creer que Max podía priorizar su relación, pero al final, el resultado fue el mismo.

One Shots F1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora