ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 9

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Capítulo 9:Bajo Presión

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Capítulo 9:
Bajo Presión

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Los días en Mónaco transcurrían lentamente. Para Emilia, cada mañana era un esfuerzo para poner un pie fuera de la cama, como si su cuerpo estuviera atrapado en una rutina que no encajaba del todo con el dolor que seguía cargando. Desde su explosión emocional sobre el reemplazo de Marco en el equipo, las conversaciones con Max habían sido más profundas, pero también más difíciles. Aunque él la apoyaba en todo momento, Emilia todavía se sentía desgarrada por dentro. Sabía que él tenía razón, pero el corazón tardaba más en sanar que la mente en aceptar.

Max seguía concentrado en la temporada. El Gran Premio de España estaba a la vuelta de la esquina, y cada día el rugido de los motores en la pista de prueba resonaba en el aire, recordándole a Emilia dónde estaba y lo que se avecinaba. El equipo de Red Bull trabajaba sin descanso, y ahora, con Checo Pérez integrándose, la dinámica del grupo había cambiado. Para Emilia, era un recordatorio constante de lo que había perdido.

En su apartamento, una tarde de lluvia, Emilia miraba distraídamente las noticias deportivas en la televisión. La imagen de Checo, sonriente y vestido con el uniforme de Red Bull, ocupaba la pantalla. "El reemplazo de Marco Mendez se adapta rápidamente al equipo", decían los comentaristas, destacando cómo el mexicano estaba en camino de convertirse en un fuerte competidor para el resto de la temporada. Las palabras “reemplazo de Marco” se clavaron en Emilia como un cuchillo.

Apagó la televisión de golpe y se dejó caer en el sillón, sintiendo que el peso de todo volvía a oprimirla. Sabía que no podía seguir evitando la realidad, pero cada vez que se encontraba con la noticia, era como si le recordaran que el tiempo avanzaba sin piedad, llevándose con él la memoria de Marco.

De repente, su teléfono sonó. Era Max.

—Hey, ¿estás en tu casa? —preguntó, su voz cálida al otro lado de la línea.

—Sí —respondió Emilia, intentando sonar tranquila, pero su voz delataba el cansancio emocional.

—Estaba pensando en pasarme por ahí, si no estás ocupada. Necesito un descanso de todo este caos.

—Claro, ven —dijo ella, sabiendo que, aunque quisiera espacio, también necesitaba verlo.

Poco después, Max llegó, con una bolsa de comida para llevar en la mano y una sonrisa cansada pero genuina en el rostro. Se sentó junto a ella en el sillón, abriendo la comida mientras le ofrecía su compañía en silencio. Por un momento, ninguno de los dos dijo nada, disfrutando de la tranquilidad compartida.

—¿Cómo fue tu día? —preguntó Emilia después de unos minutos, rompiendo el silencio.

—Cansado, pero bien —respondió Max—. Checo se está adaptando rápido, el equipo está trabajando en algunos ajustes técnicos para este fin de semana. El coche va bien.

El nombre de Checo no pasó desapercibido para Emilia. Aunque Max no lo mencionaba con frecuencia frente a ella, sabía que su presencia era inevitable en sus conversaciones.

—Me alegra que las cosas vayan bien —dijo Emilia, aunque no podía ocultar completamente la frialdad en su voz.

Max la miró, sabiendo exactamente lo que estaba pensando. Dejó su comida a un lado y tomó la mano de Emilia.

—Escucha, sé que no es fácil para ti. Lo sé. Pero quiero que sepas que nadie está tratando de borrar a Marco. Nadie. Ni Checo, ni yo, ni el equipo. Sabes que jamás haría eso, Emi.

Emilia cerró los ojos, sintiendo el nudo en su garganta. Sabía que Max estaba siendo sincero, pero era difícil dejar ir el dolor que la había estado carcomiendo por tanto tiempo.

—Lo sé, es solo que... verlo ahí, tan rápido, como si nada hubiera pasado, como si Marco nunca hubiera estado allí… me duele, Max. Me duele más de lo que pensaba.

Max asintió, su mirada seria pero llena de comprensión.

—Lo entiendo. Y no quiero que pienses que estoy tomando esto a la ligera. Marco fue mi compañero, mi mejor amigo. Lo extraño todos los días. Pero Checo no está aquí para reemplazarlo en nuestros corazones. Solo está ocupando su lugar en la pista. Y aunque eso sea difícil de aceptar, es la realidad de este mundo.

Emilia se quedó en silencio, mirando hacia la ventana mientras la lluvia caía suave pero constante. Sabía que Max tenía razón, pero la lógica no siempre era suficiente para calmar el corazón.

—No sé cómo hacerlo —dijo finalmente—. No sé cómo seguir adelante sin sentirme como si lo estuviera traicionando, como si al aceptar esto, estuviera olvidándolo.

Max la miró con una intensidad que Emilia solo había visto en la pista, cuando estaba a punto de enfrentarse a un reto importante.

—No lo estás olvidando, Emilia. Nadie lo está. Pero seguir adelante no es traicionarlo. Es honrar lo que él fue, lo que significó para todos nosotros. Marco amaba las carreras, amaba este deporte, y estaría orgulloso de que lo recordemos con cariño, no con dolor.

Las palabras de Max comenzaron a penetrar lentamente en el muro de emociones que Emilia había construido alrededor de su corazón. Pero antes de que pudiera responder, Max continuó, su voz volviéndose aún más firme.

—Y también quiero que recuerdes algo más —dijo, tomando su mano entre las suyas—. No tienes que cargar con todo esto sola. Estoy aquí contigo. Y lo que sea que sientas, lo que sea que necesites, estaré aquí para ayudarte a atravesarlo. Lo prometí, y no voy a dejar que te hundas en este dolor.

Emilia lo miró, viendo la sinceridad en sus ojos. Max siempre había sido su roca desde que comenzaron a acercarse después de la muerte de Marco. Pero ahora, más que nunca, se daba cuenta de lo importante que era su apoyo. No solo como amigo, sino como alguien que entendía el mundo en el que vivía, alguien que compartía ese mismo amor por las carreras, y que también había perdido a un ser querido en la pista.

Respiró hondo, intentando dejar que sus palabras calaran profundamente en su corazón. No sería fácil, lo sabía. El proceso de aceptar la ausencia de Marco y el avance del tiempo sería largo y doloroso. Pero por primera vez en mucho tiempo, Emilia sintió una chispa de esperanza, una pequeña luz que le decía que, tal vez, con el tiempo, las cosas comenzarían a sanar.

—Gracias, Max —susurró, sus ojos llenos de lágrimas, pero esta vez, no solo de tristeza—. No sé qué haría sin ti.

—Nunca tendrás que averiguarlo —respondió él con una leve sonrisa, inclinándose para besarla suavemente en la frente.

Se abrazaron en silencio, dejando que el sonido de la lluvia chocando contra el cristal fuera la única música en la habitación. Aunque la tormenta en el exterior seguía, dentro, Emilia comenzó a sentir un poco de calma.

Pero la carrera de España se acercaba, y con ella, nuevos desafíos.

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Renacer En La Velocidad | Max Verstappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora