ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 33

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Capítulo 33:
La Promesa

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El impacto fue devastador, un golpe sordo que resonó en todo su cuerpo y dejó a Max sin aliento. Los sonidos le llegaban lejanos, como si estuviera atrapado en otra realidad, envuelto en una bruma densa que confundía el dolor con el silencio. Sentía cada fragmento de su ser estremecerse, pero aún se aferraba a una chispa de consciencia, a un pensamiento que lo mantenía anclado. Emilia.

La imagen de Emilia brilló en su mente como un faro en medio de la oscuridad. Sabía que, en algún lugar fuera de ese coche destrozado, ella debía estar esperando, observando, y el pensamiento de su angustia era casi peor que el dolor físico. Cerró los ojos, intentando respirar, pero la presión en su pecho era aplastante. Cada segundo se hacía eterno, y en medio de la agonía, un recuerdo le llegó, como un susurro desde algún rincón de su memoria.

Era la noche de aquella conversación con Marco, una noche que había quedado marcada en su mente de forma inesperada. Ambos estaban en el garaje, aún vestidos con los trajes de carrera, empapados en sudor y adrenalina, bromeando sobre el tiempo que habían pasado perfeccionando sus movimientos en la pista, como si fueran invencibles.

—¿Y si no lo somos? —había preguntado Marco de repente, en un tono bajo, como si temiera que hasta las paredes lo escucharan.

Max lo miró, confundido. Era raro oír a Marco hablar así, él era el tipo de persona que siempre parecía tenerlo todo bajo control, incluso en los momentos más inciertos. Pero esa noche, en la penumbra del garaje, había algo en su expresión, una seriedad que hizo que Max bajara la guardia.

—Vamos, Marco. ¿Por qué dices eso? Hemos pasado por mil cosas, y siempre salimos ilesos. Además —añadió con una sonrisa—, ni siquiera has tenido un rasguño en años.

Marco soltó una risa seca y desvió la mirada hacia los coches que acababan de dejar, su expresión se suavizó, casi melancólica.

—Max, todos jugamos con la muerte cada vez que salimos ahí. Tú lo sabes —respondió, dejando que el silencio terminara la frase—. No somos invencibles. Y tarde o temprano, uno de nosotros podría no volver.

El comentario le revolvió el estómago a Max, como si en ese momento se diera cuenta de que aquello que ambos amaban, aquello que los hacía sentir vivos, también podía arrebatárselo todo. Se recostó contra la pared, sus brazos cruzados, y lo miró.

—¿Y si pasa? —preguntó, tratando de disimular el nudo que sentía en la garganta.

Marco suspiró y, sin apartar la vista del coche, habló con una voz que parecía llevar el peso de algo que había querido decir desde hacía tiempo.

Renacer En La Velocidad | Max Verstappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora