ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 23

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Capítulo 23:Promesas Bajo las Estrellas

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Capítulo 23:
Promesas Bajo las Estrellas

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Max y Emilia se quedaron en silencio bajo el manto estrellado, abrazados en la terraza mientras el aire de la noche los envolvía con su frescura. Había algo en ese momento, en la calma después de tantas tormentas, que los hacía sentirse infinitamente conectados. Ninguno de los dos hablaba, pero las palabras ya no eran necesarias. La simple cercanía bastaba para transmitir todo lo que sentían.

Emilia apoyó la cabeza en el pecho de Max, escuchando el tranquilo latido de su corazón. Después de tanto tiempo viviendo entre la incertidumbre y el dolor, ese latido la anclaba en el presente, recordándole que había algo real, tangible, que la mantenía en pie.

—Max —susurró, rompiendo el silencio con delicadeza—, ¿alguna vez pensaste en cómo sería el futuro para nosotros? No solo mañana, o la semana que viene, sino realmente… el futuro.

Max se tensó por un breve momento, no porque no lo hubiera pensado, sino porque la pregunta lo enfrentaba con una realidad que llevaba tiempo evadiendo: el miedo a perder lo que habían logrado construir.

—Lo he pensado, Emilia —respondió con sinceridad, su voz baja y llena de emociones—. Y no te voy a mentir… me asusta. No el estar contigo, eso lo tengo claro. Pero sí el pensar que, por todo lo que ha pasado, el miedo pueda volver a separarnos.

Emilia levantó la cabeza, mirándolo a los ojos. Sabía que Max cargaba con las mismas inseguridades que ella. El duelo por Marco, las dificultades que habían atravesado, las tensiones entre carreras y compromisos. Todo había sido un caos. Pero si algo había aprendido de él, era que el amor que compartían era más fuerte que todo eso.

—Max, yo también tengo miedo —admitió—. Pero creo que estamos en este punto donde lo único que podemos hacer es seguir adelante, juntos. Ya no quiero vivir pensando en lo que podría salir mal. No con nosotros. No más.

Max asintió, sus ojos oscuros reflejando la luz de las estrellas mientras la abrazaba más fuerte.

—No te imaginas cuánto te necesito en mi vida, Emi. —Su voz era grave y vulnerable—. Y no quiero que lo que hemos construido se vea ensombrecido por lo que pasó antes. Yo quiero un futuro contigo. Quiero que superemos todo esto y que sigamos adelante.

Emilia se acercó más, y sin decir nada más, lo besó profundamente. Era un beso cargado de todo lo que habían guardado, de la esperanza, del dolor, y del amor que sentían el uno por el otro. Sus labios se encontraron, suaves y ansiosos, y en ese momento, todo el miedo, las dudas y las sombras quedaron atrás.

El beso se volvió más intenso, y ambos sintieron que algo dentro de ellos se liberaba. El pasado ya no tenía el poder de mantenerlos cautivos. Se aferraron el uno al otro con más fuerza, como si en ese abrazo estuviera la promesa de un futuro libre de fantasmas.

Después de lo que pareció una eternidad, se separaron lentamente, ambos respirando profundamente mientras el mundo a su alrededor parecía detenerse.

—Te amo, Max —susurró Emilia, con la voz temblorosa pero firme. Y por segunda vez, aquellas palabras salieron de su boca sin miedo, sin el peso del pasado.

Max la miró, sus ojos reflejando la misma emoción. Esas palabras, viniendo de Emilia, tenían un poder inmenso. Eran una confirmación de que todo lo que habían vivido no había sido en vano.

—Te amo, Emilia —respondió Max, con la misma firmeza—. Y nunca voy a dejar de amarte.

Se quedaron abrazados un rato más, contemplando el horizonte, donde las luces de la ciudad brillaban en la distancia, como pequeñas estrellas en la tierra. Esa noche, las promesas que hicieron bajo el cielo estrellado no fueron solo palabras vacías, sino compromisos reales, profundos. Sabían que el camino no sería fácil, pero juntos, podrían enfrentarlo todo.

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Después de la intensidad de la noche, Max y Emilia decidieron volver adentro, donde la casa estaba tranquila, sumida en el silencio nocturno. Los niños ya dormían, y Sophie y Victoria también se habían retirado.

—¿Crees que deberíamos ir a dormir también? —preguntó Emilia, sonriendo mientras recogía un par de tazas de té de la mesa.

Max la miró, con una expresión que mezclaba ternura y deseo.

—Podríamos… —dijo, aunque su mirada la decía todo—. O podríamos ir a la habitación y hacer algo más. A solas.

Emilia dejó las tazas en la cocina y se acercó a Max, sonriendo con picardía. Había algo en esa mirada suya que siempre la hacía perder el aliento.

—¿Y qué sugerirías hacer, señor Verstappen?

Max tomó su mano y la atrajo hacia él, inclinándose para besarla suavemente en el cuello, provocando un escalofrío que recorrió el cuerpo de Emilia.

—Tengo algunas ideas —murmuró contra su piel, haciéndola sonreír.

El ambiente cambió rápidamente, de la dulzura y la calma a algo más íntimo y apasionado. Ambos sabían que ese momento era solo para ellos, una pausa en medio del caos de sus vidas, donde podían ser simplemente Max y Emilia, sin el peso de las expectativas o las tragedias pasadas.

Fueron hacia la habitación del chico, preocupando hacer silencio en cada paso. Una vez allí, Max la guió hacia la cama, y con un solo gesto, la hizo sentarse sobre él. La miró con esos ojos que siempre la hacían sentir especial, como si fuera la única persona en el mundo.

—Te prometo que siempre estaré aquí para ti —le dijo, mientras acariciaba su rostro—. En lo bueno y en lo malo. No hay nada que no podamos superar juntos.

Emilia sintió que su corazón se aceleraba, y sin decir nada más, lo besó con una mezcla de ternura y pasión. Ese beso, como tantos otros, era una reafirmación de que, a pesar de todo lo que había sucedido, estaban exactamente donde debían estar.

Esa noche, en los brazos de Max, Emilia sintió que el mundo finalmente comenzaba a alinearse. Durmieron profundamente, sabiendo que, pase lo que pase, el futuro que habían soñado juntos estaba al alcance de sus manos.

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Renacer En La Velocidad | Max Verstappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora