ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 15

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Capítulo 15:El Peso del Pasado

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Capítulo 15:
El Peso del Pasado

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Los días pasaron como una especie de limbo emocional para Emilia. Había vuelto a su música, componiendo nuevas canciones, pero también enfrentaba la realidad de la temporada de carreras. Las noticias sobre Checo, ahora oficialmente confirmado como el reemplazo de Marco en Red Bull, se extendieron como un incendio. Las redes sociales estaban llenas de felicitaciones y análisis sobre el rendimiento de Checo en su nuevo equipo, pero para Emilia, esas noticias traían una carga emocional que todavía no había logrado procesar.

Era una tarde cálida cuando Emilia decidió ver la primera carrera de la temporada con Checo como piloto titular de Red Bull. A pesar de todo, no había tenido la fuerza para verlo correr en las pruebas anteriores. Sentada sola en su apartamento, encendió la televisión, y allí estaba Checo, con el auto que antes pertenecía a Marco. El logo de Red Bull brillaba en el vehículo, como un recordatorio de la vida que su prometido había dejado atrás.

El himno sonó, las cámaras pasaron sobre los rostros concentrados de los pilotos, pero todo lo que Emilia podía sentir era un nudo en el estómago. Era un día de emociones contradictorias: tristeza, rabia, y esa impotencia que no lograba apartar de sí misma.

Cuando la carrera empezó, las luces rojas del semáforo se apagaron y los motores rugieron. Los autos salieron disparados, y el auto de Checo, como era de esperarse, tomó una buena posición en los primeros giros. Emilia intentó concentrarse en la técnica, en la velocidad, en lo emocionante que era ver una carrera de Fórmula 1. Pero cada vez que Checo aparecía en pantalla, sentía una punzada de dolor.

Entonces, en el octavo giro, Checo hizo una maniobra espectacular para adelantar a uno de sus rivales, recibiendo los aplausos y la admiración de los comentaristas.

—“¡Qué adelantamiento impresionante de Checo Pérez! Sin duda, está demostrando por qué Red Bull apostó por él tras la tragedia de Marco. Está siendo un buen reemplazo, y también está demostrando que se merece ese asiento...", dijo uno de los comentaristas.

El nombre de Marco resonó en la cabeza de Emilia. Otra vez esa maldita palabra, otra vez la palabra "reemplazo" acompañaba el nombre de Checo junto al de su amado. Su pecho se llenó de una mezcla de ira y tristeza que ya no pudo contener. De un salto, apagó la televisión. El silencio la envolvió, pero en lugar de calmarla, la hizo sentir aún más asfixiada.

No pudo evitarlo: un torrente de lágrimas cayó por su rostro. Se sentía atrapada, dividida entre el respeto que sabía que debía tener por Checo, y el dolor de ver cómo todo seguía adelante sin Marco. Él había sido su vida, el amor de su corta vida, y ahora parecía que el mundo lo estaba olvidando más rápido de lo que ella podía soportar. Emilia golpeó con la mano la mesa frente a ella, dejándose llevar por la frustración.

—¡No es justo! —gritó, como si alguien pudiera escucharla. Sentía que estaba traicionando a Marco por el simple hecho de seguir adelante, y al mismo tiempo, no podía con la idea de quedarse estancada en el pasado. Todo parecía demasiado.

El tiempo que le restaba a la carrera, Emilia no había dejado de llorar. Gritando con todas sus fuerzas, sintiendo que la garganta le quemaba, mientras repetía lo mismo: "¡No es justo!". No lo era, pero era la realidad. Tarde o temprano debía aceptarla, o colapsaría de la peor forma.

Su mano, a punto de ser estrellada con una fuerza desmedida contra la mesa de vidrio, se detuvo al escuchar el teléfono sonar. Era Max.

—Emilia, ¿cómo estás? —dijo él con su tono suave, pero preocupado.

—¿Cómo crees que estoy, Max? —respondió ella, sin poder ocultar la rabia y la tristeza en su voz—. Estoy viendo cómo otro piloto se sube al auto de mi Marco, cómo todo el mundo lo olvida, ¡y no puedo soportarlo!

Hubo un silencio del otro lado de la línea, y por un momento, Emilia se sintió culpable. Sabía que Max solo intentaba ayudarla, pero el dolor la cegaba.

—Emi, nadie está olvidando a Marco —dijo Max finalmente, con una voz calmada y firme—. Yo tampoco lo hago, ya te lo he dicho mil veces.  Checo está haciendo lo que tiene que hacer, pero eso no borra a Marco de la historia. Sabes que es así.

—Lo sé, Max, pero... —Emilia dejó escapar un sollozo—. No puedo evitar sentir que estoy traicionándolo al ver todo esto seguir. Él no merecía esto, no merecía ser reemplazado tan rápido. Él no merecía morir, Max. No lo hacía.

Max escuchó en silencio, dejándole espacio para desahogarse. Escucharla decir lo último, con la voz inaudible, lo destrozó, pero no daría indicio de su situación ni de sus sentimientos. No cuando ella lo necesitaba fuerte. Así que, una vez que Emilia finalmente se calmó un poco, él habló con una voz suave pero firme.

—Emi, escucha. Nadie está pidiendo que olvides a Marco, ni siquiera Checo. Pero la Fórmula 1 es así, rápida y despiadada. Marco siempre lo supo, y estoy seguro de que si estuviera aquí, te diría lo mismo que te digo yo ahora: que vivir en el pasado no te va a devolver a nadie. Él querría que siguieras adelante, a tu ritmo, pero sin esta culpa que te estás imponiendo.

Emilia se mordió el labio, sabiendo que Max tenía razón, aunque aún no pudiera aceptarlo del todo. Pero también sabía que necesitaba escucharlo decirlo, que necesitaba de su perspectiva para calmarse.

—Siento haber estallado así —dijo ella finalmente—. Sé que no es culpa de Checo, ni de nadie. Es solo que... duele demasiado.

—No tienes que disculparte —respondió Max—. Sé que duele. Lo sé mejor que nadie. Pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, y no solo para cuando estés bien, sino también para estos momentos. No tienes que enfrentarlo sola.

Emilia suspiró, sintiendo cómo la presión en su pecho comenzaba a disiparse poco a poco.

—Gracias, Max. De verdad. A veces siento que soy la única que sigue atrapada en todo esto, pero cuando hablas así, me das algo a lo que aferrarme.

—Nunca estás sola, Emilia. Y siempre tendrás algo a lo que aferrarte, aunque sea duro de ver ahora mismo. Recuerda eso.

Emilia asintió, aunque sabía que Max no podía verla. Colgó la llamada, sintiéndose un poco más ligera, aunque aún sabiendo que el camino hacia la aceptación sería largo. Pero esta vez, no tenía que recorrerlo sola. Max estaba ahí, no solo como un amigo, sino como alguien que comprendía el peso de la pérdida y el dolor que conllevaba seguir adelante.

Esa noche, Emilia decidió volver a su música, buscando en las notas y las palabras una forma de liberar todo lo que sentía. Mientras tocaba, una nueva melodía comenzó a formarse en su mente, una que hablaba de seguir adelante sin olvidar, de vivir sin el peso de la culpa.

Y en ese momento, mientras las notas llenaban la habitación, Emilia se dio cuenta de que tal vez, solo tal vez, estaba empezando a aceptar lo que siempre había sabido en lo más profundo de su ser: que la vida seguía, y que Marco querría que ella encontrara la manera de ser feliz de nuevo, sin importar lo que el futuro le trajera.

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Renacer En La Velocidad | Max Verstappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora