ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 24

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Capítulo 24:Fantasmas del Pasado

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Capítulo 24:
Fantasmas del Pasado

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La mañana siguiente amaneció con una brisa suave y el sonido de los pájaros que resonaba en el jardín. Emilia se despertó en la habitación de Max, rodeada por sus brazos, con la luz filtrándose a través de las cortinas. Se giró suavemente para encontrarlo todavía dormido a su lado. Por un momento, simplemente lo observó, la paz en su rostro mientras dormía profundamente, algo que no había visto en él en mucho tiempo. Una sonrisa se dibujó en sus labios. Después de tantas emociones compartidas, finalmente se sentía en casa.

Dejó un pequeño beso en sus labios. Se levantó con cuidado, sin querer despertarlo, y luego de cambiarse y prepararse, salió de la habitación para buscar algo de café. Mientras bajaba las escaleras, escuchó risas provenientes de la cocina. Victoria y Sophie estaban ahí con los niños, el ambiente rebosando de alegría. Los pequeños estaban corriendo por la cocina, con energías renovadas, y en medio de esa confusión, Emilia los vio. Cuando uno de los niños la vio entrar, su pequeña voz resonó por la casa.

—¡Tía Emilia!

Emilia se detuvo en seco, sorprendida. Las palabras del niño la tomaron por sorpresa y también a Sophie y Victoria, quienes intercambiaron miradas antes de sonreír.

—¿Qué dijiste, cariño? —preguntó Emilia, tratando de confirmar que no había sido un error.

—¡Tía Emilia! —repitió el niño con orgullo, como si la palabra le hubiera salido con naturalidad.

Victoria, con una taza de café en la mano, se acercó a ella y le guiñó un ojo.

—Parece que los niños ya te han adoptado oficialmente.

Emilia sintió un calor en el pecho al escuchar esas palabras, algo que no esperaba. "Tía", una palabra pequeña, pero que contenía un significado enorme. Significaba pertenencia, significaba familia. Y aunque la situación todavía era nueva para ella, la sensación de ser parte de esa familia comenzaba a asentarse.

—Bueno… parece que tendré que acostumbrarme a ser la tía Emilia entonces —dijo, tratando de ocultar la emoción que la embargaba.

Sophie se acercó, riendo suavemente mientras le entregaba una taza de café.

—Créeme, les encantas. ¡Hasta Victoria está obsesionada contigo!

Victoria, que estaba cerca, puso los ojos en blanco pero con una sonrisa en los labios.

—Por favor, no les hagas caso. Solo soy una gran admiradora, nada más —bromeó, pero era evidente que en sus palabras había una gran verdad. Emilia era más que bienvenida en ese círculo familiar.

Justo en ese momento, Max bajó las escaleras, todavía medio adormilado. Su mirada se suavizó al ver la escena frente a él: Emilia, con una taza en la mano, rodeada por su familia. Era una imagen que nunca pensó que vería tan pronto en su vida.

Max se acercó y, antes de que Emilia pudiera reaccionar, la tomó por la cintura y le dio un beso en la frente.

—Buenos días —murmuró, todavía con la voz ronca por el sueño.

Emilia le devolvió la sonrisa, sintiendo el mismo calor reconfortante de la noche anterior.

—Buenos días.

Pero esa paz que sentían duró poco. La puerta principal de la casa se abrió de repente, y una figura alta y robusta entró con paso decidido. Era Jos Verstappen, el padre de Max, quien cruzó el umbral con una energía que llenó toda la sala.

Max, al verlo, se tensó de inmediato, apretando la cintura de Emilia con su mano. El ambiente cambió en un segundo. La relación entre Max y su padre nunca había sido sencilla, especialmente después de su separación con Sophie y el distanciamiento que habían tenido durante los años más importantes de la carrera de Max.

—Papá —dijo Max, con una sonrisa forzada mientras avanzaba hacia él—, no esperaba verte tan temprano.

—Pensé que era hora de pasarme por aquí —dijo Jos, con una sonrisa orgullosa, aunque sus ojos rápidamente se desviaron hacia Emilia, quien estaba parada junto a los niños—. Y parece que hay novedades en tu vida.

Max se mantuvo en silencio por un segundo, claramente incómodo por la abrupta aparición de su padre. Sin embargo, se armó de valor y se acercó a Emilia, volviendo a envolver su cintura con su brazo.

—Papá, te presento a Emilia. Ya la conoces, pero… oficialmente es mi novia.

Jos la miró detenidamente, con una expresión que era difícil de leer. Emilia sintió la tensión en el aire, aunque intentó sonreír con cortesía.

—Claro que la conozco, es la cantante del momento. He escuchado mucho sobre ti —dijo Jos, con una sonrisa que no alcanzó sus ojos—. Max parece estar bastante… involucrado.

Victoria, que había estado observando la escena desde la cocina, sintió la incomodidad y decidió intervenir.

—Papá, ¿quieres café? Justo estábamos por tomarlo.

—No, no, gracias, querida. Estoy bien —respondió Jos, sin apartar la mirada de Emilia y Max.

Max respiró hondo, claramente lidiando con la mezcla de emociones que su padre siempre despertaba en él. El Jos que lo había criado había sido duro, exigente, y a menudo insensible a las emociones de su hijo. Pero ahora, Max tenía su propio camino, y aunque respetaba a su padre, no podía permitir que esa vieja dinámica interfiriera en lo que estaba construyendo con Emilia. Ahora ella era lo más importante.

—Emilia es increíble —dijo Max, en un tono que indicaba claramente que no estaba dispuesto a discutir—. Y lo que tenemos es importante para mí.

Jos asintió lentamente, aunque su mirada seguía siendo dura.

—Bueno, si te hace feliz… supongo que eso es lo que importa —dijo, aunque sin mucha convicción.

Max apretó la mandíbula, claramente sintiendo que su padre no entendía realmente lo importante que era Emilia para él. Pero antes de que la conversación pudiera volverse más tensa, Sophie apareció junto a ellos.

—Jos, ¿por qué no vienes y te sientas con nosotros? Los niños quieren contarte lo que han estado haciendo —dijo, suavizando la situación con una sonrisa que solo Sophie sabía ofrecer.

Jos finalmente cedió y se dirigió hacia la sala con Sophie y los niños, aunque todavía no estaba completamente convencido de la nueva relación de su hijo.

Max miró a Emilia y le susurró:

—Lo siento, mi papá puede ser un poco... complicado a veces.

Emilia le apretó la mano suavemente y le dio una sonrisa tranquilizadora.

—No te preocupes. Sé que no es fácil para ti.

Max la miró con agradecimiento, y en ese momento, supo que sin importar lo que sucediera, estaba dispuesto a luchar por lo que tenía con ella. Lo que estaban construyendo juntos era demasiado valioso como para dejar que cualquier sombra del pasado lo amenazara.

Ambos se acercaron a la sala donde la familia estaba reunida, sabiendo que, aunque el camino no sería fácil, estaban juntos en esto.

Pero quedarse callado no estaba en los planes de Jos. Tenía una opinión, y la haría escuchar.

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Renacer En La Velocidad | Max Verstappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora