Prólogo.

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Pasado.

Damián Vitale (13 años)

Me burlo de Marco que es más lento que yo para atacar haciendo que se enoje. La cosa es que Marco siempre está enojado y a la gente enojada le salen las cosas mal.

—Si te enojas más peor te va, Marquito.

— ¡Cállate! —Viene y me empuja. Casi caigo, pero logro sostenerme. Comienzo a reírme haciéndolo molestar más— deja de reírte, Damián. Mamá no está y no podrás irle a llorar.

En realidad, mamá si esta en casa, pero papá nos ha dicho que no molestemos. Sabemos que significa y aunque es... molesto y estresante fingimos que ella no se encuentra en casa en vez de imaginar lo que está pasando.

Empujo a Marquito con fuerza y empuño mi mano para darle un puñetazo. La satisfacción me recorre al escucharlo gemir, pero no llora. Marquito ya no llora.

Comenzamos a golpearnos. Marco sangra de su nariz y yo de mi labio, pero no nos detenemos. No estamos peleando porque nos odiemos, simplemente estamos entrenando. Tenemos que entrenar para que así el estúpido de Federico no nos haga mierda.

Marquito mete sus piernas por las mías y nos hace caer hechos bola en el suelo del jardín. Él no pelea limpio... gruño tomándolo de la garganta, pero no tengo la suficiente fuerza para someterlo como Matteo así que rápido pierdo el agarre en él. Lo lanzo contra el suelo y ambos estamos jadeando, pero aun así sonrio antes de elevar mi mano para darle un puñetazo.

— ¡Damián! —Me pongo rígido justo cuando mi madre corre a nosotros. Papá está detrás de ella, pero no luce impresionado o molesto— ¿Cómo se te ocurre lastimas así a tu hermano? Vuelvo a verte hacerlo y estarás castigado por meses, jovencito —pone a Marquito de pie y comienza a acariciar su rostro, voltea a verme y doy un paso atrás viendo su rostro enojado— mira como dejaste a tu hermano.

—Estábamos jugando, mamma —uso mi voz dulce para apaciguarla. Mi madre me ama, ella no puede estar molesta conmigo por tanto tiempo— ni le duele.

—Estoy bien, mamá —Marquito le dice, pero me da una mala mirada.

—Mira Damián...

—Gianna, cierra la boca —los tres miramos a papá que se acerca— están creciendo y sabes que tienen que comenzar a sacar sus maldita agallas. Te dije desde un principio que no quería niños maricas. Tu apego los está haciendo débiles.

—Tú dijiste...

—Cierra la boca o me obligaras a cerrártela —Mamá se estremece pero poco. Frunzo el ceño sintiéndome mal porque papá está gritándole a ella por mi culpa— Damián, sígueme.

— ¿Dónde lo llevas, Leo?

—No te importa, principessa. Tú mantente en tus asuntos de ama de casa y déjame a mí lidiar con mi hijo —espeta y pone una mano sobre mi nuca con mucha fuerza sacándome de casa.

Mi corazón está latiendo con fuerza.

Estoy asustado.

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Papá me guía por el club y estoy impresionado de la cantidad de mujeres que se encuentran. Orgullosamente tengo novia; Danna. Es linda y me dejo tocar sus tetas, aunque no tiene mucho donde agarrar, pero tiene un rostro hermoso. Me encantan las cosas hermosas.

— ¿Por qué estamos aquí? —Inquiero curioso. Realmente papá no me da miedo, conmigo nunca ha sido demasiado duro, pero odio tanto la manera en que eleva su voz a mamá o como le hace daño. Mamá es la mujer más hermosa y la amo tanto.

Mi padre se ríe cuando abro mis ojos mirando a una bailarina. Sus tetas son enormes y quiero tocarlas, pero es una mujer más grande de seguro me golpearía si lo intento. Soy alto, pero delgado así que mi edad probablemente se nota mucho.

—Hoy conocerás uno de los grandes placeres de la vida, Damián.

— ¿Cuál? —Sigo con mi mirada en la bailarina. Ella me sonríe o tal vez le sonríe a mi padre mientras mueve su cuerpo.

Me encojo cuando mi papá pone su agarre firmemente detrás de mi cabeza haciéndome dejar de mirar a la bailarina y guiarme a una habitación. Abro mis ojos al encontrar a dos chicas sin nada de ropa en ellas.

—Ellas te enseñaran uno de los principales placeres de la vida —me acerca a ellas que me sonríen. La más delgada de ellas pega su cuerpo al mío haciéndome sentir sus pechos— pero jamás olvides lo que son Damián.

— ¿Qué? —inquiero sin mucha atención mirando a la otra que se está tocando mirándome.

—Que son putas y las putas no tienen valor.

Pero lo olvide.

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Un mes después mi padre me obligo a asesinar a Ofelia porque empecé a pasar más tiempo con ella. Ofelia era preciosa; casi sentía que la amaba. Y yo de verdad quería sacarla de ese mundo. Matarla, mato una parte de mí.

—Eres un estúpido —padre golpeo con fuerza mi rostro hasta partir mi labio— lo primero que te dije fue que no olvidaras lo que era esa estúpida y fue lo que hiciste, maldito pendejo inútil.

— ¡Ya entendí, maldito! —Grite y él me dio otro golpe aún más fuerte. Sentía punzante toda la parte derecha de mi cara.

—Las putas solo son un hoyo que follar y donde descargarse. Nunca te encariñes demasiado con una mujer —me tomo del cabello haciéndome verlo— el coño puede ser tu perdición, pero tienes siempre que mantener firmemente para lo que es. Cógelo, chúpalo y disfrútalo, pero no adores a la portadora de él.

»No termines siendo un maldito estúpido débil.

—No lo seré —limpio la sangre de mi labio.

—Eso espero, Damián.

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