21.

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—No me lastime —niego con la cabeza y suspiro— Damián... tengo algo que decirte.

— ¿Eh? —Murmura distraído y me da un vaso de agua. Lo tomo viendo mi mano temblar y Damián también lo ve— luego hablamos —hace una seña y abro mis ojos viendo al hermano de Nella, Raul acercarse con rapidez— acompáñala a la habitación. Quédate vigilando.

—Sí, señor.

Miro sorprendida como obedece Raul y juntos nos encaminamos a la habitación.

—Estas trabajando para ellos ahora —afirmo.

—Me independice. Necesito hacer mi propio camino, Mar... señora...

—Sigue llamándome Marena, Raul, por favor —bufo e inhalo temblorosamente.

— ¿De verdad estas bien? —Me mira el estómago— el bebe...

Justo el bebe patea con fuerza y sonrió.

—Esta bien el bebe, yo también —introduzco la tarjeta cuando llegamos a la habitación— gracias.

—No hay de qué.

En cuanto entro a la habitación comienzo a respirar con fuerza y pasó mis manos por mi rostro. ¿Por qué fui tan estúpida de no decirle antes del rarito de la cafetería? Estoy casi segura que todo esto viene de él, pero no puedo entender que es lo que busca. Ni siquiera sé quién es o su nombre.

.

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Damián no llego a dormir. Cuando bajo con Raúl tras de mí y otro hombre a desayunar están Stella y Gianna igual de preocupadas que yo. Los tres se fueron a reunir con los demás hombres, incluso lugartenientes de otros lugares llegaron para la reunión esta mañana.

— ¿Hirieron a alguien?

—Si, por desgracia incluso a una mujer —Gianna niega con su cabeza— hubiera sido peor si ese hubiera sido su propósito.

— ¿Entonces es una advertencia? —Trago y respiro hondo sintiendo al bebe moverse levemente.

—Si —Stella frunce el ceño— ellos estuvieron calmados por mucho tiempo, pero han vuelto. Todo parece indicar que el nuevo líder sabe lo que hace.

— ¿Rusos? —Susurro entrecortada. Todos sabíamos que hace poco de más de dos años Matteo había asesinado al líder de los rusos haciendo que se voltearan unos contra otros; y en este tiempo nada que se sabía de ellos hasta hoy.

—Sí, ¿Quién más? Hasta ahora la organización de Franco no ha dado problemas y con las demás estamos en tregua —Gianna suspira— presiento que se vienen cosas malas.

Yo también.

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Por desgracia, no consigo hablar con Damián. Incluso regresamos separados a Washington; yo primero y Damián al día siguiente. Leone me recibió en el aeropuerto armado y con muchos hombres rodeándonos igual de armados. Ahora por fin Damián ha llegado a casa, pero luce tan agotado que no me siento segura de poder decirle.

— ¿Cómo están las cosas? —Inquiero siguiéndolo a la sala viéndolo servirse una copa. Yo ya he cenado, pero él ni siquiera quiso nada.

—Nos han interceptado una entrega de drogas —bebe su copa y carraspea— son los malditos rusos. Esos cabrones deberían extinguirse de una vez por todas.

Suspiro sintiéndome estresada.

— ¿Ya saben quién los están liderando?

—Matteo, tiene tres probables —se encoge de hombros— pero quien sea de los tres se morirá el imbécil.

DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora