Marena Vitale
La vida se vuelve rutinaria en poco tiempo. Damián y yo no nos llevamos como lo hacíamos antes de todo este desastre; de hecho nuestra comunicación siempre es durante el sexo con frases sucias o el saludo de buenos días. Aún hay días en los que se comporta como todo un cabron y yo como una perra para ponerlo en su lugar.
Stella y Matteo, regresaron a Chicago a la semana de estar aquí. Stella es un amor de persona y me ayudo a conocer muchas partes de la ciudad y sobre todo a cuidar mi embarazo.
—Disculpe, señora, ¿Estaría bien pechugas rellenas de queso para comer? —Me pregunta Cassia, una de las dos mujeres que ayudan en esta casa. La miro confundida y asiento— muy bien. La comida estará lista a la hora que el señor nos ha dicho.
Vuelvo a asentir y ella se retira. Debo ser un asco de ama de casa y ella debe de darse cuenta porque trata de no preguntarme nada nunca.
Hago una mueca mirando alrededor de la casa sintiéndome más sola que nunca. Ni siquiera siento ganas de ir a algún lado a conocer porque no tengo a nadie. He visto a pocas mujeres casadas con hombres de alto rango, pero no hablamos mucho aparte de que tengo la impresión de que no les agrado nada. Que las jodan a esas perras aunque voy a admitir que si se siente un poco feo.
Me sobresalto cuando mi teléfono comienza a sonar y sonrió al ver que es Nella. Mierda, la extraño bastante y también a mi papá. La única que me llama es Adela contándome lo que pasa, pero mi padre hasta ahora nada que ha dado señales de querer hablarme.
— ¡Hola, señora Vitale!
—A veces te odio —murmuro, pero a pesar de todo permanezco sonriendo. Como quisiera que ella estuviera aquí— ¿Qué tal? ¿Cómo van los preparativos de tu boda?
—Para eso te llamo —chilla y alejo un poco el teléfono porque es tan chillona que duele— ¡He adelantado mi boda!
— ¿Por qué? —Inquiero.
—Siéntate porque te vas a ir para atrás...
— ¿Qué paso? —Pregunto ansiosa— mierda, ¡Dime!
—El capo le ha dicho a Danilo que será reubicado a Washington con el doble de soldados; ¡Nos vamos a Washington!
— ¡Oh, Dios mío! —Grito y de repente somos chillidos y gritos que hacen que Cassia y Flavia se asomen. Le hago un gesto con mis manos de que no pasa nada y se retiran— ¡No puedo creerlo!
—Según le sonsaque a Danilo, todo esto es obra de tu esposo.
— ¿De Damián? Sinceramente no me esperaba esto de él.
— ¿Se siguen llevando mal?
Suspiro y miro discretamente a mí alrededor en caso de que alguna de las dos mujeres anden rondando.
—No lo llamaría exactamente así, pero aún hay tensión. Creo que Damián nunca va a aceptar esto.
—No te ha hecho daño, ¿verdad?
—Físico, no. Pero a veces me hace sentir horrible —dejo caer mi cabeza hacia atrás— no quiero estar con alguien y sentirme así. Todo era mejor antes; cuando solo éramos nosotros jugando con fuego, pero sin tener toda esta gran mierda encima.
—Por favor, Marena —se burla— ni siquiera entonces eras del todo feliz. Te la pasabas pensando en cuando terminaría, que si se daban cuenta los demás, que si Damián se metía con otra... era horrible también.
Tiene razón. Pero al menos no me despreciaba como ahora.
—De verdad...
— ¿Te digo algo y no te enojas? —me interrumpe y suspiro porque sé que no va a gustar. Ella sigue— tú lo único que lamentas es que él ya no tenga la cercanía mínima que tenía contigo. Pero Marena ahora vas a tener un bebe y creo que ese bebe debería ser más importante que el patán de su padre.
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Demonio
Ficción GeneralA nadie le importo. Paso desapercibida, más bien, ignorada por toda la organización italiana por el simple hecho de que la mitad de mi sangre es rusa. La mayoría de chicas de la organización a mi edad ya se encuentran comprometidas o casadas, pero y...