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Beso con intensidad a Damián mientras siento como toca mi trasero con ambas manos. Él realmente tiene un jodido fetiche con mi trasero. Riendo me alejo de él dejándolo confundido.

— ¿Por qué nos detenemos? El beso se estaba poniendo bueno —viene tras de mi tomándome de las caderas hasta pegarme a él.

—Porque no dejare que me folles hasta que me alimentes —deja de besar mi cuello y me voltea, sonríe pero es una sonrisa vacilante. Es como si creyera que bromeo— es en serio.

Pasa una mano por su cabello y se ríe negando con su cabeza.

—Es una suerte que mi mamá y Bianca dejen siempre comida; algo debe haber en el refrigerador.

Le sonrió y vamos hacia la cocina, pero Damián sigue viéndose confundido. Realmente lo entiendo porque usualmente es follar y procede a llevarme a mi casa.

—Luces adorable todo confundido —le acaricio la mejilla y él inclina su cabeza hacia el toque guiñándome un ojo.

—Soy un ser adorable por naturaleza, puedes preguntarle a las ratas que hemos encontrado y a los rusos que han rondado por nuestro territorio.

—Estoy segura —me rio y encarno una ceja desafiante— yo soy mitad rusa, ¿Qué me vas a hacer?

—La verdadera pregunta es: ¿Qué no te voy a hacer, bellezza? —Lo detengo cuando me va a besar y él suspira— bien, primero comida.

Me siento en el desayunador mirándolo moverse por su cocina. Murmura cosas en voz baja y puedo jurar que está refunfuñando porque me tiene que alimentar, que cabron.

Mete un plato en el microondas y se gira mirándome atentamente. No le digo nada y él tampoco hasta que suena el microondas y lo saca. Me tiende la comida viendo que es espagueti con albóndigas.

Mi estómago gruñe y le sonrió tímida, mientras se ríe sentándose a mi lado. Toma mi cabello comenzando a acariciarlo mientras comienzo a comer como muerta de hambre.

—Estoy sorprendido de tu apetito. Creí que lo hacías por fastidiarme —sigue jugando con mi mechón de cabello.

—Al principio si lo hice por fastidiarte —admito y trago— pero esto huele bien y realmente cuando lo vi me dio mucha hambre. Tu madre cocina muy bien.

Se ríe y deja un beso en un espacio de mi cuello.

—Mi mamá no sabe cocinar; creo que está en proceso desde hace... veintitantos años, pero aún no lo domina. Todo esto es obra de Bianca.

Elevo mis cejas, pero asiento. Si, las mujeres casadas con altos rangos de la organización realmente la cocina no es su prioridad si no ser unas buenas esposas trofeos. Yo sí que he tenido que aprender a cocinar porque de lo contrario moríamos de hambre mi padre y yo.

Le pego a Damián cuando lame mi cuello molestamente haciéndolo reírse, pero sigo comiendo ignorándolo por molesto. Dios, está muy bueno esto.

—Eres muy glotona y no me había dado cuenta —comenta.

Dejo de comer para mirarlo.

—No es como si me invitaras a salir a algún lado —encarno una ceja y él quita su usual expresión relajada a una seria.

— ¿Estas insinuando algo?

—No —respondo y doy mi último bocado— estuvo muy bueno. Bianca cocina muy bien.

—Me confundes —escucho que suspira, pero antes de que pueda decir nada esta sobre mi besándome antes de separarse— sabes a espagueti. Me dio hambre.

DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora