8.

997 68 17
                                    

Esto es tú culpa, imbécil...

...

Debemos llevarla al doctor...

...

Comienzo a volver en mí y mi mirada se topa con el techo de un auto. Dicho auto está en movimiento según parece. Dios, me duele el lado izquierdo de mi cabeza además de mi brazo. Vuelvo a cerrar los ojos antes de abrirlos rápidamente porque caigo en cuenta que me he desmayado.

—Dios mío...

—Mierda, Marena —entrecierro mis ojos ante la voz de Damián demasiado cerca aunque bien podría ser Marco, pero no creo que me diría algo así— ¿Qué tienes? Un momento he llegado donde ustedes y al siguientes estas azotando directo al suelo.

—No tengo nada —le respondo y cierro mis ojos.

— ¿Es otra vez esa mierda?

—Mi gastritis, si —gruño y vuelvo a hablar— ¿quieres dejar de respirar en mi cara?

—Te llevaremos al hospital —dice.

— ¿Quiénes?

—Marco y yo —abro abruptamente mis ojos y escucho un suspiro— lo sabe todo. Por eso te ha molestado hoy. Si él no es feliz, no quiere que nadie lo sea.

—Cierra el hocico, Damián, sabes que no es por eso.

—He dejado de intentar entender porque haces las cosas.

—Lo mismo digo de ti.

—No quiero ir al hospital —los interrumpo porque sé que Damián va a seguir y seguir— solo déjenme en mi casa, por favor. No me siento bien aún, pero solo quiero descansar.

—Iremos al hospital —dice la voz brusca de Marco.

—Sí, Marena —lo secunda— el año pasado te pusiste muy enferma. Puede que otra vez estés igual.

Suena una risa seca y se hace un silencio en el coche. Un silencio que dura hasta que llegamos al hospital privado donde Damián me ayuda a salir del coche. Damián es tan ridículo que me lleva en brazos a pesar de mis protestas mientras su hermano va detrás, sin embargo soy tan cobarde que ni lo miro en ningún momento.

Cierro mis ojos por la pesadez y cansancio que siento. Cuando menos me doy cuenta estoy siendo depositada en una camilla muy cómoda y unas manos frías están tocando un costado de mi cara.

—Le quedara un moretón, pero no se ha lastimado nada internamente —abro los ojos encontrándome con unos oscuros— ahora que has despertado, ¿puedes subirte la blusa, por favor?

—Si —subo mi blusa y me estremezco al sentir sus fríos dedos. Damián se acerca a nosotros mirándome.

— ¿Y?

—Necesito hacerle estudios. Podría hacerle unos análisis y en un par de días estarían o una biopsia, ¿Siempre has tenido problemas con tu gastritis?

—Sí, mis... hábitos alimenticios no son buenos.

—Cámbialos. La gastritis puede convertirse en cáncer si no se es atendido —me hace una seña para que me siente— te mandare hacer unos análisis de sangre para asegurarnos de si es gastritis, además de que presiento que padeces anemia.

—Está bien.

— ¿Serán ahora mismo los análisis? —Pregunta Damián y me tiende la mano para bajar. La tomo porque no me siento con ánimos de caer al piso de nuevo.

—Si —llama por la línea a alguien y a los pocos minutos ingresa una mujer arrastrando consigo un carrito con jeringas y tubos. Dios... — ¿Cuál es tu nombre?

DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora