12.

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Los días pasaron demasiado pronto hasta que nos encontramos en la fecha exacta: cuatro de enero; el día de mi boda con Damián. Mientras miro el paisaje por el vidrio del auto considero que esto es una terrible idea, pero también si me echó para atrás... no, no, simplemente no puedo. Mi padre me odiaría incluso más de lo que ya lo hace.

Juego con la tela del vestido que es, simplemente hermoso y agradezco la ayuda de Nella para escogerlo porque yo realmente no tenía ánimos de nada. A duras penas hace tres días por fin escogí la casa de Washington y Damián debió de haberse encargado de lo demás; la casa es sencilla y no tan grande, pero tampoco tan pequeña. Damián en un mensaje me dijo que la decoración se encargara alguien que ha trabajado en remodelaciones de varias casas de su familia, así como de los demás servicios. Todo estará en orden para mañana que lleguemos.

Miro de reojo hacia mi padre, pero el al darse cuenta gira su rostro lejos de mí. Quiero decirle algo, pero no sé bien que así que también guardo silencio hasta que llegamos a la iglesia.

Sin decir nada, ni mirarme directamente mi papá toma mi mano y juntos nos acercamos a la entrada de la iglesia. Siento su desprecio tanto que comienzo a temblar. Casi estoy esperando que Damián haga algo estúpido como no presentarse y lo peor de todo es que no sé cómo reaccionaría ante eso si con dolor o con alivio.

Sin embargo, Damián está de pie esperándome. Sus hermanos están también allí en primera fila y la madre de ellos. Esto es tan mala idea, pero ya no es el momento correcto para poder salir corriendo.

Damián y yo chocamos miradas cuando mi padre fríamente le da mi mano a este y escucho el fuerte suspiro que suelta el imbécil. Su mano aprieta la mía, pero no hago ningún signo de percatarme centrándome por completo en las palabras del sacerdote que ha comenzado a oficiar este chiste de boda.

—Damián Vitale, ¿Aceptas a Marena como esposa y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y amarla y respetarla todos los días de tu vida?

Hay un momento de silencio lo suficientemente largo como para que mi mano tiemble un poco. Si me rechaza en este momento juro que lo matare aunque muera en el proceso.

—Sí, acepto.

—Marena Bianchi, ¿Aceptas a Damián como esposo y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y amarla y respetarla todos los días de tu vida?

Enfrento los ojos de Damián y no digo nada, vengándome de lo que hizo hace un momento así como también creando un momento tenso tanto para él como para los demás. Escucho un ruido cercano, probablemente de mi padre o Adela, seguramente ambos están a nada de sufrir algún infarto.

Damián endurece su mirada advirtiéndome las consecuencias de llegar a rechazarlo.

—Sí, acepto —termino por decir. La mirada de Damián no cambia y continúa observándome.

—Por ley que me otorga la iglesia católica yo los declaro marido y mujer, puede besar a la novia.

La sonrisa de Damián es la sombra de las sonrisas que antes me dedicaba mientras se inclina y me besa. No es un beso casto; es un beso pasional que le sigo porque... bueno, jamás he conseguido resistirme a él.

Hay algunos jadeos y no me importa. Hay demasiadas personas que ya hablan mal de mí, no podría importarme menos que hablen un poco más. De hecho, puedo jurar que la mayoría ya sabe que nos casamos porque cometimos la imprudencia de que yo quedara embarazada.

—Extrañaba esta pasión —susurra Damián alejándose de mí y se voltea junto conmigo encarando a toda la maldita audiencia que tenemos— no puedo esperar a la noche, bella moglie.

DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora