23.

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Marena Vitale

Suspiro y me pongo de pie no pudiendo más y apago también la televisión porque no me servirá de nada el maldito yoga para relajarme cuando mi mente se encuentra pensando demasiado.

No dejo de pensar en la última platica decente que tuve con Damián. Es casi una obsesión pensar en él y no se lo merece, pero de nuevo ¿Cómo le explico eso a mí maldito corazón que cada que lo ve da como mil saltos?

El bebe comienza a golpear suavemente mi estómago. Últimamente está mucho más activo y me hace sentir menos sola de lo que me siento. Damián se la vive fuera arreglando los asuntos aquí con ayuda de Leone y hace un par de días incluso llego herido, pero cuando lo quise ayudar me dijo que volviera a dormir. De verdad no quiere acercarse a mí.

Y hoy es su cumpleaños. Me debate entre si debo felicitarlo aunque es un gran pendejo que no se merece nada.

—Si eres niño espero que no seas un stronzo como tu padre —murmuro mientras acaricio mi estómago. No he hecho demasiado, definitivamente no tanto como Stella últimamente— y si eres niña... pues también. Y en dado caso, tampoco seas como yo.

Miro alrededor la silenciosa casa y decido aunque sea comprarle un maldito pastel al imbécil ese. No solo por él, sino porque también tengo antojo de pastel y además necesito salir con prisa de esta casa. Sara vino ayer, pero hoy tiene cosas que hacer y Nella apenas está acomodando su casa.

Frustrada tomo las llaves de uno de los autos de Damián, que no es algún maldito Lamborghini, porque seguro que ahora si me pide el divorcio aunque vaya contra nuestras tradiciones. Le hago una seña a Paolo cuando quiere acercarse negándome a que él conduzca. Este auto Damián dijo que podía usarlo cuando se me pegara la gana después de llegar de Chicago.

Lo enciendo y tranquilamente conduzco hasta el centro comercial viendo por el espejo retrovisor a Paolo seguirme.

Voy dispuesta a comprar solamente el pastel favorito de Damián que es nuez con cajeta, pero antes termino entrando en una tienda de bebes. No tengo nada para mi hijo y eso me hace sentir como una mala madre, así que sin pensarlo comienzo a ver ropita unisex... bueno, puede que termine agarrando un cambio de niña y otro de niño, son tan adorables.

—Ah —exclama la señora Brambilla cuando chocamos. Ella es de las mujeres mayores de Washington, esposa de uno de los capitanes de Damián. Nunca ha sido muy agradable cuando me mira— es un placer verte, señora Vitale.

—Llámeme Marena —le sonrió tratando de tranquilizarme. Me pongo demasiado tensa porque que le agrado.

—Bueno —accede y luce también confundida antes de ver lo que llevo en mi canasta de compra. Su expresión de suaviza— ¿Aun no se deja ver que será?

—Queremos esperar que nazca —me encojo de hombros y miro lo que ella lleva— ¿Es para su primer nieto?

—Si —sonríe— puede que esté más emocionada que la propia madre, pero ¿puede culparme? Es mi única hija y mi primer nieto —me mira otra vez y esta vez su desagrado no se nota tanto— ¿quieres que te ayude a escoger? Se todo sobre lo que vas a ocupar primordialmente —me guiña un ojo— tuve cinco hijos.

Abro la boca sorprendida no por la cantidad de niños que tuvo sino porque se ofreció a la gran paria a ayudarme a buscar algo para mi hijo. A lo mejor y su próximo nieto la han ablandado.

Decido aceptar porque no puedo seguir encerrada en mi misma solo porque no les agrado demasiado. Seria verme cobarde. La señora Brambilla, me ha dado una oportunidad, quizá no todo está perdido con estas mujeres.

DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora