Capítulo #34 ×Final×

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KLARA:

Abrí los ojos y lo primero que ví fue el techo, era blanco, alto y un aroma floral se extendía por todos lados, nada de oscuridad y putrefacción, nada de telas de araña y aquellos ojos que me miraban asechadores.

Era mi casa, era mi cama.

Me giré aún acostada y una especie de déjà vu me invadió.

André estaba sentado a los pies de la cama velando como dormía.

—Despertaste.

Dijo mirándome y una sonrisa asomó en mis labios.

Todo lo que había hecho por mí, cómo había sido capaz de ir a buscarme y salvarme del maldito de mi hermano.

Estaba muy drogada pero recordé el golpe de la goma del auto con la piedra, recuerdo a Daniel gritando y a André petrificado viendo cómo Jason caía hacia el fondo del lago.

Estaba muerto, había caído y no había modo de sobrevivir.

Jason estaba muerto y de cierta forma sentía pena por él, por él y por André, sobre todo por ese ser que apesar de todo se crió y creció junto a él.

—Llevas 2 días dormida.

Tantos... Dios. Me senté en el borde de la cama y sentí como mi cabeza comenzaba a dar vueltas, tuve que llevarme la mano a esta y esperar que el mareo se aliviara.

Intenté encontrar la calma y un fuerte puñal sentí que se clava en mi pecho. Una sensación de angustia me invadió por completo al recordar las palabras de Jason mientras me tenía secuestrada.

Conoces lo tóxico que es el ricino purificado que se extrae de las semillas de ricino

—Kon, ¿do... dónde está Konnor, André?

Le pregunté alarmada cuando me paré de la cama y comencé a caminar en dirección a la puerta del cuarto.

—Tranquila Klara, tienes que estar tranquila.

Me dijo y aquello solo aumentó mi desesperación.

—¿Dónde está? Dime dónde está mi hermano joder.

—En su cuarto Klara, está bien.

Me dijo y solo corrí hasta salir de mi habitación, doblé a la derecha en el pasillo y abrí la puerta de su cuarto sin pararme a tocar.

Konnor estaba ahí, en pie, con el cabello completamente mojado y gotas de agua caían por su rostro, estaba sin camisa y el agua brillaba en sus abdominales, solo traía unos finos pantalones anchos y los pies descalzos contra el suelo de madera.

Una sonrisa pícara dibujaba su rostro y logré distinguir una pizca de brillo en la forma en que miraba a Elisa que estaba peligrosamente cerca de él.

Ambos me miraron sorprendidos cuando sintieron que abrí la puerta y ví como Elisa ponía sobre la cama la camisa de Kon.

Elisa le dedicó una última sonrisa a Konnor que noté que tenía toda la intención de ser seductora y caminó hacia mí.

—Me alegro muchísimo de que estés bien.

Me dijo y me estrechó entre sus brazos en un cálido abrazo que debo reconocer que se sintió bastante bien para luego salir y dejarnos solos.

Corrí a los brazos de Konnor y me estrechó entre ellos, sentí... sentí como mis partes se juntaban de nuevo, respiré profundamente y sentir el olor a jabón mezclado con loción de afeitar me dieron una paz que se sentía bastantes bien.

Olía a Kon, olía a casa.

—Estas bien hermanito.

—Hará falta mucho más que un poco de ricino para deshacerse de mí.

Devoción a CiegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora