Capítulo #21

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KLARA:

Caminé hasta la chica con pasos lentos y noté el temor en sus ojos.

—Debería volver a su cuarto señorita.

Me dijo con voz dudosa y una risa de medio lado se formó en mis labios al ver lo ingenua que era.

—¿Mi cuarto? — le pregunté pensativa mientras me acercaba más a la muchacha que se veía patética con esa posición encorvada presa del miedo — no, yo creo q no voy a ir a ningún cuarto, es más, hoy estoy de buen humor — mi sonrisa creció y me dispuse a mirarle los pies blancos y delgados cubiertos por unas finas medias de encaje blanco hasta donde empiezan los muslos — te voy a dar a elegir, o sales corriendo a esconderte y te quedas calladita o — saqué el cuchillo de mesa que me había dado la enfermera Alice y lo pasé por el contorno de su rostro — te corto el cuello ahora mismo.

Un gemido cargado de miedo abandonó sus labios y con tacto torpe logró empujarme y safarse de mi agarre.

Dejé que disfrutara su pequeña victoria, que saboreara el sabor de la libertad para luego arrebatárselo así como ella acababa de hacer conmigo, dos escalones había logrado bajar, solo dos cuando avancé hacia ella y tomé su cabello dejando completamente expuesto su pálido cuello.

—Mala elección.

Le susurré al oído mientras acomodaba sus manos entre su espalda y la pared y con mi cuerpo bloqueaba cualquier tipo de posible movimiento.

—No me escuchaste parece niñata.

Le dije en un susurro con la esperanza de que aterrada me dijera que estaba bien y que se escondería, no quería acabar con una vida inocente, con una vida que no tenía motivos para terminar, pero de esto dependía que yo pudiera escapar y ante eso, ante mi necesidad de encontrar al asesino de mi madre nadie se podía interponer.

Sin quitar la vista de los ojos llorosos y sin parar de escuchar las súplicas en vano de que no le hiciera daño me armé de valor y tomé el cuchillo de mesa con fuerza, apreté el agarre en el cabello, miré que no viniera nadie y de un solo empujón me dispuse a cortarle la garganta en un solo corte cuando una voz a mis espaldas me volvió a tomar desprevenida.

—Klara para.

El ancho de sus hombros, el blanco de su piel, su mirada cargada de miedo y ese cabello desenfrenado me dieron ganas de sonreír.

André.

Estaba aquí.

Una impercectible sonrisa se dibujó en mis labios y la sensación de paz me invadió, André había venido a ayudarme y aquello significaba demasiado para mí, la alegría que estaba sintiendo me hizo bajar la guardia y la chiquilla aprovechó aquello al máximo para darme un empujón que logró tirarme al suelo y volver a escapar.

—Joder, joder, joder.

Maldije con rabia cuando ví que iba escaleras abajo y para cuándo intenté pararme y correr tras ella la mano de André me ayudó a levantarme y a la vez me detuvo por el antebrazo.

—Vete tú, yo me ocupo de ella y te alcanzo ahora.

Afirmé con un movimiento de cabeza y salí disparada corriendo con cuidado de no hacer ruido, bajé al último piso, doble a la derecha, caminé mirando para los costados por el largo pasillo apenas alumbrado y cientos de recuerdos comenzaron a invadir mis pensamientos, todas las veces que lloré, las camisas de fuerzas que me ponían y como me llevaban por estos pasillos a rastras con un único destino y ahora lo tenía justo frente a mis ojos.

Me era imposible apartar la vista del enorme letrero del cuarto de visitas privadas y solo en una cosa podía pensar.

Fermín.

Devoción a CiegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora