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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 5: 𝐁𝐚𝐧𝐝𝐚 𝐝𝐞 𝐦𝐨𝐝𝐚.

El bar iba vaciándose lentamente después de la presentación, pero aún quedaban varios grupos de fans y curiosos. Los hermanos Sardelli se movían entre la gente, firmando autógrafos y sacándose fotos. Fede, como siempre, seguía clavado en su silla, metido en el celular como si nada de lo que pasara alrededor fuera de su interés.

Cuando estaba a punto de irme, alguien se plantó delante de mí. Levanté la vista y ahí estaba el rubio, con una expresión de interés y algo de burla en sus ojos claros. Tenía una vibra distinta en persona, como más cercana y menos la de rockstar. Aunque tampoco me hacía mucha ilusión que alguien como él se acercara solo porque yo había hablado mal de su música.

—¿Sos la que dijo que éramos "una banda de moda"? —preguntó con una media sonrisa, que me dejó un poco helada.

Solté un suspiro y forcé una sonrisa mientras lo miraba directo a los ojos, intentando no dejarme intimidar. Por dentro, no sabía si odiaba más su tono de desafío o la chispa de interés que parecía tener.

—Sí, esa misma. ¿Algún problema con que alguien diga la verdad? —respondí, cruzándome de brazos, a ver si el "rocker" se bajaba de su nube.

Antes de que pudiera contestar, apareció otro chico morocho a su lado, el que me había llamado la atención. Era más alto, con una postura más relajada, y me sonrió como si supiera algo que yo no.

—Guido, dejala, ¿no ves que no nos necesita? —dijo con tono divertido y me miró—. Onda, ¿no venís a nuestros shows y ya sabés todo de nosotros, no? —agregó, como si no pudiera resistirse a meter cizaña.

Rodé los ojos y traté de mantener la compostura, aunque admito que el humor del chico me sorprendió un poco.

—Mirá, a mí me arrastraron acá. Pero si querés sentirte halagado, te felicito —le dije al otro hermano, antes de devolver mi mirada a Guido—. A todo esto, vos no necesitás a alguien que te aplauda para vivir, ¿no?

El unico rubio —Guido, ahora sabía su nombre—, dejó escapar una risa mientras el hermano que estaba junto a él hizo una mueca, como si fuera a seguir la broma. Pero antes de que pudiera decir algo, el tercer hermano, de cabello castaño oscuro, se acercó también.

—¿Ya se pelearon con la piba? No pierden el tiempo, eh —dijo, alzando una ceja con una sonrisa socarrona—. Así que vos sos la crítica musical del bar —me lanzó un guiño.

Estaba claro que ninguno de los tres iba a darme paz, pero tampoco pensaba dejarme amedrentar.

—Manuela. Mis amigos me dicen Manu —respondí con indiferencia, aunque sentía las mejillas un poco calientes. La situación me ponía entre molesta y divertida, pero no iba a darles el gusto de saberlo.

—Linda presentación —dijo Guido, acercándose un poco más—. Yo soy Guido, el segundo en la línea de los que “no hacemos rock de verdad”. Y sí, nos vamos a acordar de eso.

Me crucé de brazos, medio en serio y medio en broma.

—Mirá, a vos no te interesa mi opinión, Guido. Sos el tipo que espera a las minitas para pedirles su mail, no para escuchar sus críticas.

Los otros dos hermanos soltaron una carcajada al unísono, y Guido, lejos de ofenderse, sonrió como si hubiera encontrado un buen desafío.

—¿Y por qué no probás dándome tu mail y vemos si realmente me interesa? —respondió con una sonrisa ladina.

No pude evitar rodar los ojos, pero algo en su insistencia me intrigaba. Era molesto, pero también divertido, y quizás hasta interesante, si me daba permiso para admitirlo.

—Ay, no sé... —fingí pensar, cruzándome de brazos—. Está bien, pero no pienses que ahora somos amigos, ¿eh?

Busqué en mi bolso un papelito y anoté mi mail, tratando de no hacer contacto visual mientras lo hacía. Cuando se lo entregué, noté que me miraba como si acabara de ganarse un premio. Eso sí que me dio risa.

—No te hagas ilusiones. Y si querés presumir el papelito, allá vos —le advertí, aunque sin quitar la sonrisa.

—Quedate tranquila. No lo voy a mostrar, pero capaz lo uso —dijo, guiñándome un ojo, y se guardó el papel en el bolsillo como si fuera el tesoro más preciado de la noche.

Me giré para irme de una vez por todas. Sin embargo, mientras me alejaba, los escuché hablar entre ellos.

—Che, ¿creés que va a escribirle o solo va a quedarse con el papel? —murmuró el castaño, con tono de burla.

—Aguantá, que capaz la mina sí viene a nuestro próximo show a criticarnos en vivo —respondió el otro rubio, provocando una risa general.

Sacudí la cabeza y me fui sin mirar atrás, aunque sonriendo para mí misma. ¿Qué podía decir? Entre el papelito y los comentarios, la noche me había dejado con algo más que una simple opinión sobre "esa banda de moda".

𝐄𝐋𝐋𝐀 𝐃𝐈𝐉𝐎  | 𝐺𝑈𝐼𝐷𝑂 𝑆𝐴𝑅𝐷𝐸𝐿𝐿𝐼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora