𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 6: 𝐄𝐬𝐭𝐞𝐥𝐚𝐫𝐞𝐬.
Las semanas se arrastraron como hojas en Otoño, siempre la misma rutina: colegio, casa, bar, música y así en bucle. Aunque la verdad los chicos nuevos en la escuela me estaban empezando a caer bien.
— Benitez? - Empezó a tomar lista la profesora de artes, teníamos que hacer unos "muñecos" con alambre. - Bueno.. bien.
— Martinez? Un poco peculiar.
— Y por último, Santillan? Bueno.... Bastante peculiar. Aprobada.---
Luego de la tortura de esa clase, el timbre sonó como una liberación. Me apresuré a salir al kiosco; si no llegabas temprano, te quedabas sin nada para comer. En el camino, me encontré con Fran, uno de los chicos nuevos.
—¿Y vos ya no saludás? —me dijo desde atrás, sonriendo.
Me di vuelta y le sonreí, entrecerrando los ojos.
—No es mi culpa que te tardes tanto en aparecer —respondí, dándole un suave empujón con el hombro.
Charlamos de cualquier cosa mientras comprábamos nuestras meriendas, y entre bocado y bocado, Fran me miró con una expresión de curiosidad.
—Che, ¿vas a hacer algo hoy? —preguntó.
—Creo que no. ¿Por?
—Bueno, te paso a buscar entonces —dijo, sonriendo—. Conocí un pibe que tiene una banda y va a ensayar, se llaman Estelares. Dicen que suena bien, me parece que te va a gustar.
Lo miré, medio divertida y medio intrigada. Sabía de qué hablaba: era la invitación que Fede me había hecho en el bar la semana pasada. Claro que Fran no sabía que ya conocía al chico misterioso de la banda.
—Dale, vamos —acepté, aguantando una sonrisa.
Terminamos nuestras meriendas y, al salir del colegio, Fran me pasó a buscar. Caminamos hacia el garage donde ensayaban, y en cuanto llegamos, Fede nos recibió en la entrada.
—¡Manu! ¡Viniste! —me saludó con una sonrisa amplia.
Fran lo miró algo confundido, entrecerrando los ojos mientras le daba un apretón de manos a Fede.
—¿Se conocen? —preguntó Fran, con una mezcla de sorpresa y sospecha.
—Algo así —respondí, quitándole importancia.
Nos acomodamos en el garage mientras Fede y su banda se preparaban. El lugar estaba a medio iluminar, y había cables y amplificadores por todos lados. Los chicos empezaron a tocar, y el sonido se llenó de energía. Aunque los primeros acordes fueron algo desordenados, pronto se fueron coordinando y lograron un ritmo que me envolvió. Había algo especial en Estelares: una crudeza que me resultaba adictiva.
En una de las pausas entre canciones, no pude aguantarme y me acerqué a Fede.
—Tengo una pregunta para vos, Fede —dije, cruzando los brazos.
Él levantó una ceja, sonriente.
—¿Qué pasa?
—Siempre que te pregunto de Calamaro cambias de tema o no me decis nada. ¿Qué ocultas?
Fede se pasó una mano por el pelo, incómodo.
—Bueno… —comenzó, mirando al suelo como si buscara las palabras adecuadas—. Te estaba cuidando, ¿viste? Calamaro dijo que podrías ayudarle como corista en sus shows. Que te ve bien para eso, no conoce tu voz pero te vio y dice que "sos la indicada".
Me quedé mirándolo, sorprendida.
—¿Y para que no me lo dijiste? Además, cuando estuvo Calamaro en el bar?
Fede suspiró, dándose cuenta de que ya no podía evitar el tema.
—Es que… yo te quiero acá, Manu. Quiero que cantes con nosotros, en Estelares. No quería que te fueras con él. Todas las bandas quieren una corista como vos, te has dado cuenta que sos la única mujer en el bar? —admitió, con un leve rubor en las mejillas.
Me quedé en silencio unos segundos, sin saber qué decir. Verlo abrirse así me desarmó un poco, raro en mí. Me mordí el labio y asentí.
—No tenías que preocuparte tanto, Fede. Pero gracias por decírmelo.
Él sonrió, aliviado, y volvió a tomar su guitarra para seguir ensayando. Estuvimos el resto de la tarde escuchando a la banda, riendo entre canciones y hablando de ideas para futuros temas. Había algo muy natural y cálido en estar ahí con ellos.
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Al llegar a casa, todavía tenía en la cabeza el ensayo de Estelares y lo que Fede me había confesado. Me sentía extrañamente entusiasmada, como si hubiera encontrado un rincón propio en ese garage desordenado, entre guitarras y canciones que aún estaban buscando su forma. Me daba curiosidad saber qué traería ese correo que había llegado, pero lo dejé para después; desgraciadamente primero tenía que pasar un rato en familia.
Bajé a la cocina, y ahí sorpresivamenye estaba mamá, con una expresión extraña, seria. Me pidió que me sentara, y lo hice, sintiendo una incomodidad que empezaba a crecer en mi pecho.
—Manuela, quiero hablar con vos sobre algo importante —dijo en un tono que pocas veces usaba conmigo.
El resto de su explicación se sintió como un golpe directo al corazón. Era difícil entenderla entre la mezcla de palabras frías y su mirada que parecía evitarme. Básicamente, lo que decía era que había decidido dar un paso en su vida que afectaría la mía, y que yo no tenía mucha opción en todo eso. Parecía que todo lo que para mí era importante se tambaleaba de repente.
Asentí mecánicamente, sin saber bien qué decir. Me levanté de la mesa sintiendo el peso de algo que no terminaba de procesar. Subí a mi cuarto, cerré la puerta y me dejé caer en la cama, sintiendo el nudo en la garganta que llevaba tiempo sin soltar.
Desvié la vista hacia la computadora, donde el correo sin leer seguía esperando. Sentí una punzada de curiosidad, pero no tenía fuerzas para abrirlo. "Propuesta". ¿Qué propuesta podría importarme ahora?
Apagué la pantalla y cerré los ojos, intentando contener las lágrimas que finalmente cayeron en silencio.
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𝐄𝐋𝐋𝐀 𝐃𝐈𝐉𝐎 | 𝐺𝑈𝐼𝐷𝑂 𝑆𝐴𝑅𝐷𝐸𝐿𝐿𝐼
Fanfiction𝐸n el frenético mundo del rock nacional, Manuela intenta involucrarse en la vida nocturna de Buenos Aires, sin saber que iba a cruzarse con cierto rubio en el camino.