𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 7: 𝐌𝐚𝐢𝐥.
Y ahí estaba, tirando dardos a fotos donde solíamos ser la familia perfecta, destruyendo cada foto y carta que había dedicado a mi mamá, si es que así se podía llamar.
La noche había sido larga, y mis pensamientos, un remolino imposible de detener. Con el corazón todavía dolido y la cabeza llena de preguntas, encendí la computadora en la mañana siguiente. Ahí seguía el correo, con ese asunto que ahora me resultaba hasta irónico: "Propuesta".
Sentí una mezcla de curiosidad y resignación mientras abría el mensaje, como si, en medio de toda la confusión, alguna distracción pudiera aliviar la incomodidad que llevaba encima.
"Hola," empezaba el correo, de un remitente desconocido. La simpleza del saludo me hizo pensar en cuánto necesitaba una charla real, alguien que estuviera ahí sin necesidad de dar explicaciones ni pedir nada a cambio. La familiaridad del tono casi me arrancó una sonrisa.
"Me dijieron que sos muy linda. Eso es verdad?"
Me quedé en silencio, leyendo y releyendo las líneas, sintiendo que cada palabra tenía algo especial, algo que nunca habia sentido, algo que nadie me habia dicho. Quizás era la casualidad de recibir ese mensaje justo cuando menos lo esperaba, cuando más lo necesitaba.
Después de unos minutos, me animé a responder:
"Estas equivocado."
Me detuve antes de enviar el mensaje, dudando si decir algo más o borrar todo. Al final, solo suspiré y apreté "Enviar".
"No creo..."
"¿Como estas?"Seguía en silencio, ya debía irme a la escuela, pero supongo que tengo que aprovechar el interés de alguien, no? Me apresuré y le respondí: "Triste"
"¿Por?"
"Corazón roto."
"¿Linda y con el corazón roto?"
"Sí"
"Entendido...
Entonces si sos muy linda. Por cierto, soy Guido, el de la bandita de moda."— Manuela, ¡baja ya! ¡Vas a llegar tarde! —dijo apresurado mi papá.
Apagué la computadora de un golpe y corrí hacia la puerta, sintiendo cómo la conversación con Guido se desvanecía con cada paso. En mi mente, el eco de mis palabras se mezclaba con el ruido del mundo exterior, y un pequeño rincón de mí se aferraba a la idea de que quizás, solo quizás, algo bueno podría surgir de esa extraña conexión.
Mientras caminaba hacia el colectivo, intentaba ordenar los pensamientos que se agolpaban en mi cabeza. La promesa de un nuevo día se sentía contradictoria: por un lado, la rutina me atrapaba, y por otro, había algo nuevo que empezaba a gestarse en medio de mi caos emocional.
Sin embargo, la imagen de mi mamá tirando fotos y recuerdos al suelo persistía, como un recordatorio de que la vida podía cambiar en un instante. Me preguntaba si algún día esas piezas rotas podrían volver a encajar o si, como esas fotos, se perderían para siempre.
Durante el trayecto, no podía dejar de pensar en el correo. Esa curiosidad que había despertado en mí era como una chispa en la oscuridad. ¿Quién era Guido realmente? ¿Qué quería de mí? Y, sobre todo, ¿cómo podía interesarse por alguien como yo en un momento tan complicado?
Al llegar a la escuela, el ruido y el bullicio habitual me envolvieron. El timbre sonó, y mientras entraba al aula, sentí una mezcla de ansiedad y emoción. La última cosa que quería era que mi corazón roto fuera un tema de conversación, pero algo me decía que la vida tenía planes inesperados.
Así que, con el corazón aún agitado, me senté y traté de concentrarme en lo que tenía frente a mí: la clase, los amigos, y esa nueva realidad que me aguardaba.
ESTÁS LEYENDO
𝐄𝐋𝐋𝐀 𝐃𝐈𝐉𝐎 | 𝐺𝑈𝐼𝐷𝑂 𝑆𝐴𝑅𝐷𝐸𝐿𝐿𝐼
Fanfiction𝐸n el frenético mundo del rock nacional, Manuela intenta involucrarse en la vida nocturna de Buenos Aires, sin saber que iba a cruzarse con cierto rubio en el camino.