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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 3: 𝐋𝐚𝐫𝐚





La semana se me hizo eterna, cada día arrastrando una rutina que ya me tenía harta. En la escuela, las cosas empezaron a cambiar un poco con la llegada de algunos pibes nuevos, pero no sabía si eso era bueno o malo.

En el recreo, me senté con Lara, una chica de pelo corto y oscuro que se había hecho amiga mía. Tenía una onda bastante copada y siempre decía lo que pensaba. Por eso me caía bien.

— Che Manu, vos que haces este finde? Digo, pensé que podíamos ir al algun bar de por ahí, no? - gracias dios, porfin alguien que me entiende. -

— Me re copa tu idea, yo estoy siempre disponible. - Respondí, me emociona mucho que alguien le gusten este tipo de planes, aunque viniendo de una rollinga con pinta de fisura ni yo misma me aceptaría los planes. -

Y así se fue la mañana con la misma rutina de siempre, pero esta vez la mañana había sido un poco diferente.







A eso de las nueve de la noche, después de haber pasado el mismo día de mierda con mi papá, como para arruinarme la noche llego mi mamá. Entró como siempre: con esa mirada que parecía que estaba viendo a un fantasma y saludandonos con un beso en el cachete a mi y a Santi, cosa que hace para que la queramos. Y cosa que consige también,  bah, solo por parte de mi hermano.

— Esta muy flaca la chiquita, Jorge. Vos le estas dando de comer? - Pregunto mi mamá, mirándome de arriba de abajo, como de costumbre. -

— Estoy comiendo bien mamá, no te preocupes.

— Me quiero cambiar de colegio. No tengo amigas, no me gusta. - Solté en seco, siempre he sido de decir las cosas de una, y aunque sea este tipo de noticia parece no importarme. -

— Manuela, como que no tenes amigas? No te acordas, Jorge, de esta chica que se llamaba.... Cielo? No iba a natación con vos?

— No es mi amiga. - Le respondí, ignorando el echo de que sorpresivamente nombró a mi papá y que literalmente nunca en mi vida hice natación. -

— Te la vas a tener que bancar, Manu. Estas en el mejor colegio del país, yo a tu edad tampoco tenia amigas.

— Es hereditario entonces? Que pretendes que haga? Porque ni las profesoras me dan bola.

— Es una metafora, hija. -Añadió mi papá sentándose junto a mi mamá y llamándome hija, cosa rara.

La charla quedó ahí como siempre, también me apresuré a poder llegar a tiempo al bar donde quedamos con Lara.

— Amiga, por fin llegaste! - Exclamó Lara, con esa sonrisa que la caracteriza. -

— Vení, te voy a mostrar un poco el bar. - Dije mientras le agarre la mano, entiendo que al principio puede parecer un ambiente donde probablemente todos estén fumados, pero ya se tiene que ir familiarizando de alguna manera. -


Me acerqué a Mati con Lara a mi lado, como siempre que pisaba este lugar. Mati es de esos pibes que conocés en los bares y te hacés amigo por default. Era el encargado de la música por su estilo medio desprolijo y fanatismo por el rock nacional, era imposible no cruzarlo cada vez que veníamos acá.

— ¡Ey, Manu! —saludó Mati desde la cabina, ajustando el volumen de una canción de Los Redondos—. ¿Qué onda? ¿Todo tranqui?

— Todo bien, Mati, acá con mi amiga —respondí, señalando a Lara—. ¿Qué onda el ambiente hoy? ¿Qué traés para nosotras?

— Che, hoy está interesante. Parece que más tarde cae una banda copada. ¿Te suena Airbag? Están empezando a pegar fuerte últimamente, tocan unos pibes: los hermanos Sardelli.

El nombre me era familiar. Claro que sabía quiénes eran, aunque nunca me había interesado en su música. Airbag era una de esas bandas que estaba en boca de todos, especialmente entre las chicas más jóvenes. El morocho, el ptro morocho con reflejos rubios y el rubio natural parecían estar en todos lados. Pero para mí, siempre los había visto como una banda para minitas, con canciones de amor que nunca terminaban de atraparme.

— Ah, ¿Airbag? —respondí con un tono medio desinteresado—. Sí, los ubico. Esos pibes que tocan rock medio comercial, ¿no? Medio para adolescentes.

— Qué sé yo, Manu —dijo Mati, encogiéndose de hombros—. Puede ser que no sea tu onda, pero tienen talento. La verdad, los banco. Igual, me dijeron que hoy caen acá. Capaz te caen bien en persona.

Lara, que había estado escuchando en silencio, me lanzó una mirada con una sonrisa burlona.

— Manu, no te hagas la canchera. Apostaría a que si te gustan, no lo vas a admitir —dijo, tentada de la risa—. Siempre te hacés la difícil con este tipo de bandas.

— No me hagás reír —contesté, tratando de disimular mi curiosidad—. Ya veremos. Si aparecen, capaz me sorprendan, pero no esperes mucho.

Nos reímos las dos y pedimos unas cervezas. Nos sentamos en una mesa cerca del escenario, esperando a que algo interesante pasara. Aunque por dentro, no podía sacarme de la cabeza lo que había pasado la semana anterior, cuando estuve con Fede. Eso había sido intenso, algo que no estaba lista para contarle a nadie, ni siquiera a Lara. Todavía no entendía bien lo que había pasado, pero prefería no pensar en eso ahora. Solo quería perderme en el caos del bar y ver qué traía la noche.

— Che, y... ¿cómo va la cosa con tu viejo? —preguntó Lara de repente, sacándome de mis pensamientos mientras le daba un trago a su cerveza.

Suspiré. Ese tema era todavía más agotador que la rutina del colegio.

— Igual que siempre, todo mal. No aguanto estar en casa, pero al menos tengo planes como este para despejarme un poco —respondí, tratando de sonar más tranquila de lo que me sentía.

— Ya me lo imaginaba —dijo Lara, mirándome con comprensión—. Por lo menos estamos acá para pasarla bien, ¿no? Y quién sabe, capaz la noche se ponga interesante.

𝐄𝐋𝐋𝐀 𝐃𝐈𝐉𝐎  | 𝐺𝑈𝐼𝐷𝑂 𝑆𝐴𝑅𝐷𝐸𝐿𝐿𝐼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora