Estaba leyendo el informe de los reajustes y las reformas de las leyes de aduanas del Sudeste Asiático cuando Bea me llamó.
Antes de contestar, respiré hondo, preparándome para un susto igual o peor al del año anterior.
–Yo sé que estás en el trabajo, así que será rápido –me dijo muy emocionada, lo cual me tranquilizó–. Voy a tener que hacer una defensa oral de mi te-efe-gé.
–¿Eso es bueno? –le pregunté porque mi lógica me decía que algo así solo lo tenían que hacer los que literalmente habían hecho un trabajo mediocre que necesitaba ser defendido.
–¡Sí! ¡Buenísimo!
En veinte segundos, me explicó que eso solo lo hacían los que, a criterio de no sé quién o quiénes, merecían más de un nueve de calificación y posiblemente matrícula de honor; que, entonces, tenía la defensa programada para el viernes de la semana entrante y que ya con eso podía dar por terminada la carrera.
Erika y Jan se me habían quedado mirando con extrañeza porque era la primera vez que me veían tomar una llamada personal. Les dije que era Bea y les di un resumen de lo que me estaba diciendo.
Al terminar, Bea me dijo que ya no quería seguirme interrumpiendo y que me llamaría más temprano de lo usual para contarme todos los detalles.
Colgamos.
Por Erika y Jan supe que estaba sonriendo como una estúpida.
Me felicitaron como si el mérito fuera mío, algo que me incomodó un poco porque, honestamente, yo no había hecho nada, ni en un sentido académico ni en un sentido económico. Yo solo sé que me sentía orgullosa, aunque eso era una mentira porque, en realidad, no tenía palabras para describir nada. Iba más allá de eso: se desbordaba, me superaba.
En el camino a la reunión que teníamos en el edificio de la otra compañía, en lo que me fumaba un mentolado de lo más rico, Erika me preguntó si iba a ir a Madrid para la celebración. Le pregunté warum-wieso y dijo que a lo mejor era un estereotipo que se le había quedado de los amerikanische Filme, pero que las graduaciones parecían ser algo importante.
Me agarró en curva, más que nada porque no sabía si ella creía que España era parte de América o si se refería a que la tradición se apegaba a nuestros orígenes americanos. Pero, igual, me quedé pensando en lo otro porque no me quedaba muy claro cómo había llegado a la conclusión de que una defensa de tesis era sinónimo de una ceremonia de graduación en sí misma, con toga y birrete. Sin embargo, me quedaba la duda de si tenía razón porque yo qué iba a saber sobre las costumbres institucionales-académicas españolas, o mejor dicho, qué tanto se desviaban de las holandesas y las alemanas, que entregaban el título en una ventanilla o lo enviaban por correo postal, y cualquier tipo de acto público era algo más bien característico de las universidades privadas.
Tres horas después de haber estado oyendo sobre accesorial charges y el diseño de las nuevas redes de seguridad para las Flachpaletten (estábamos intentando deshacernos lo más posible del empaque plástico), entré en la oficina de Anja para preguntarle si el roster daba para que pudiera tomarme jueves y viernes de la siguiente semana.
No estaba muy contenta de que lo pidiera con tan poca anticipación (especialmente porque ya estábamos ahogados en la temporada alta), pero le costaba decirme que no porque mis métricas se mantenían por encima del promedio, no faltaba por hueva o por enfermedad, no daba problemas de ningún tipo, hacía horas extras cuando era necesario (algunas veces sin remuneración), y la verdad es que les compartía de mis cigarros mentolados como si conseguirlos no implicara contrabando.
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Huevos Tibios
Romance"Huevos Tibios" es la historia de una amistad de toda la vida entre dos mujeres cuyas vidas se cruzan y se separan por mano ajena en los momentos más esperados. La narradora, cuyo nombre nunca se da a conocer, reconstruye, a través de episodios dulc...