Nunca he creído en las coincidencias, no como tal. Porque casualidad y coincidencia no son para mí lo mismo: la primera es algo menor y verdaderamente fortuito, una jugada del destino quizá, en donde resulte que dos personas en una fiesta tienen el mismo vestido o que, saliendo de una tienda, uno se tropieza con alguien a quien tenía siglos de no ver; la segunda, por su parte, es una construcción precisa que se ejecuta con toda la intención de quien quiere hacerla realidad. Por eso siempre he creído que solo las personas cobardes utilizan el término "coincidencia" como una forma de explicar todo aquello que no son capaces de entender o aceptar y que, por tanto, les incomoda.
Fue el caso de Beatriz.
Tanto Bea como yo habíamos reanudado nuestras vidas cuando, justo a la medianoche del día en el que cumplía años, la notificación de una nueva publicación de Derecha Correcta, bajo el título de "El Diluvio de una Madre: Cómo Perdí Todo en Menos de un Mes".
Como supuse que era más de lo mismo (un lamento para ver quién le extendía una mano amiga), ignoré el asunto hasta que, de una manera u otra, los mensajes de felicitaciones manifestaron preocupación por mi bienestar.
En un inicio creí que los treinta y seis tenían algo de especial, quizá un bajón energético o una hernia discal, una rodilla crujiente, pero no fue nada de eso, sino algo de lo que solo pude enterarme una vez cedí a las insistencias telefónicas de Cabrera.
La publicación ha sido desde entonces editada. Yo tengo la original. Porque, ¿por qué no? Si se va a hablar mierda, al menos que se dé completa.
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El Diluvio de una Madre: Cómo Perdí Todo en Menos de un Mes
Cuando llueve, llueve sobre mojado.
Esta parece ser la historia reciente de mi vida, una vida que en los últimos meses se ha visto sacudida por la traición, el engaño y la pérdida de todo lo que alguna vez creí sólido y seguro. En tan solo algunas semanas, he visto cómo mi mundo se ha desmoronado pedazo a pedazo y he sentido cómo me han roto el corazón tres veces, cada una más dolorosa que la anterior.
Es por eso que hoy, con los pies firmes en la tierra y con el suficiente coraje reunido, me he animado a compartir con ustedes esta tormenta, no para buscar consuelo, sino para dejar constancia de una verdad que ha sido enterrada bajo capas de mentiras y manipulaciones.
Todo comienza con el final de mi matrimonio. Después de años de entrega y sacrificio, después de construir una familia basada en el amor y los valores, mi esposo decidió que nuestra vida ya no le llenaba y buscó saciar el vacío en otro hogar, con otra mujer y en otro país. Su partida fue un golpe devastador. Durante años, me dediqué a ser la esposa ideal, a sostener nuestro hogar y nuestra familia, y de repente me encontré sola, enfrentando un vacío imposible de llenar. La ruptura de mi matrimonio no sólo significó la pérdida de mi compañero de vida, sino también la terminal desintegración de la familia que tanto me esforcé por mantener unida. Esta herida aún me duele como una llaga abierta que se niega a sanar.
En el juicio, en el que se me acusó de haber difamado a quien alguna vez me juró lealtad incondicional, y de haber abusado de las dos criaturas a las que con orgullo y dedicación crie como mías, tuve que escuchar una serie de calumnias que solo comprobaron que el hombre con el que me casé ya no existía y que ese fantasma había influido en mis hijos de tal manera que les había inculcado todo lo que no conocieron conmigo: el odio y la avaricia.
El sistema de justicia que muchos han condenado de paternalista no existe, ya que la única alianza que le interesa es con otros hombres, establecer una alianza invisible en la que, protegiéndolos a ellos, se protege a sí mismo. Por hablar con la verdad, o al menos mi verdad, me sometieron a la tortura de un proceso penal con el que mancharon mi registro por supuesto desacato, pero en ningún momento desobedecí las órdenes de la Corte y las opiniones, hasta donde la misma ley las concibe dentro de su discurso civil, no son causa de difamación; lo mío no fue una expresión destructiva, sino todo lo contrario: fue una expresión constructiva, áreas en las que el sistema procesal puede mejorar para adaptarse a los tiempos y a sus propias necesidades.
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Huevos Tibios
Romance"Huevos Tibios" es la historia de una amistad de toda la vida entre dos mujeres cuyas vidas se cruzan y se separan por mano ajena en los momentos más esperados. La narradora, cuyo nombre nunca se da a conocer, reconstruye, a través de episodios dulc...