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El Corporate Kick-Off Event se reducía a menos de 72 horas de pura tensión e intensidad.

No era solo una reunión, sino una celebración extravagante del éxito corporativo; la oportunidad perfecta, que se daba solo una vez al año, para que todos se rodearan de la riqueza decadente de la compañía. Quizá solo para poder decir a mí todos los años me invitan a Berlín, con todo pagado, porque soy el mejor en lo que hago.

En una misma ensalada de trajes se codeaban los del Board of Management junto con los de la Supervisory Board, es decir, ahí no solo estaban los peces gordos de verdad, sino también los representantes de los consejos y los sindicatos laborales, lo que hacía del ambiente algo frívolo, como si más allá del Adlon no hubiera una discusión supuestamente acalorada por un incremento salarial del 15%; una guerra que debían aguantar los eslabones más bajos de la empresa mientras los cerebros del sindicato "negociaban" entre copas de champán y caviar, paté y sashimi.

Además de ellos estaban los que gozábamos del estatus de Top 120 Execs, esos que teníamos un título con una C de Chief y una O de Officer, como el COO (Operations), a quien le reportábamos todos: el CCSC (Supply Chain, o sea, Thorsten), un CITIO (Information & Technology Integrations), un CDO (Data), un CPO (Procurement), un COMO (Order Management), un CMMO (Materials Management) y yo, la CSCE (Supply Chain Excellence). A eso había que agregarle las áreas del Ejecutivo, Customer Relations, Finanzas, Recursos Humanos, Tecnología, Mercadeo y bla-bla-bla, los gerentes comerciales de los países con los mejores rendimientos a nivel mundial, los (vice)presidentes o representantes de las subsidiarias y de los clientes más importantes, e invitados especiales para las fotos (el excampeón de Fórmula 1, un jugador estrella del Manchester United) o para que nos entretuvieran (cantante, mago, comediante, lo que sea).

En la Networking Session disfrazada de coctel de bienvenida, fue casi imposible ver la proporción; durante la tarde, sin embargo, donde el CEO dio algunas palabras quizá tomadas de alguna herramienta de inteligencia artificial chafa y donde habló sobre los objetivos del año, conté 17 mujeres y 103 hombres. La tensión penística (de pene, no de pena) se hizo casi tangible cuando se hizo una especie de Town Hall Meeting en donde los cabezones creyeron que era buena idea oír las opiniones de todos con respecto a la huelga en curso.

Qué tenían que opinar los RCEOs de Asia del Pacífico y Latinoamérica sobre lo que ocurría en Alemania, no sé; no conocían el marco legal lo suficientemente bien como para, primero, negarse a lo que pedían los sindicatos; o para, segundo, atreverse siquiera a pensar que solo porque los alemanes exigían tantos días de vacaciones y tanto pisto en salario anual, iban a poder exigir lo mismo para sus respectivas regiones.

No.

Como si eso les importara en realidad.

Entre pijas se empezaron a dar verga.

Porque ahí cada quién interpretaba un papel muy a conveniencia, aunque, a decir verdad, nadie quería pagar más ni dar más beneficios... porque dar más implicaba ganar menos.

El mismo subnormal de la sede en USA que había dicho que le parecía que había una notable falta de disposición entre la gente para trabajar (en aquella reunión remedial anterior), fue quien pidió la palabra para dar su humildísima opinión.

Con la convicción que solo un pendejo puede tener, inició su discurso hablando sobre cuánto le preocupaba la autosostenibilidad económica de la empresa.

Su primer argumento fue que no podíamos permitir que se acabara la cultura de la meritocracia; si las condiciones del mercado y el estado de la economía lo permitían, solo debía remunerarse a quienes dieran más de sí mismos (esa chingadera de to go above and beyond o to go the extra mile).

Huevos TibiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora