33 | Comunicación

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— No quiero hablar contigo — respondo al abrir la puerta y encontrarme a Pau, tiene ojeras y se nota que ha estado llorando, una parte de mí se siente responsable de esto.

— ¿En serio Olivia? ¡Llevas ignorándome dos días enteros! — me dice, sé que ha tratado de tener paciencia conmigo, pero todo tiene un límite.

— Porque no quiero hablar contigo — respondo simple, estoy molesta por haberle visto con mi padre, necesito espacio, ya se me irá el enfado.

— ¡Joder Olivia, estás siendo muy injusta, creo que me merezco al menos que me dejes explicarme! — se queja cruzándose de brazos. — Mañana viajamos a Madrid y no quiero irme en esta situación.

— Pues lo hubieras pensado antes de invitar a mi padre a volver a mi vida — respondo molesta, después de dos días dándole vueltas al tema creo que es lo que pasó.

— ¿Qué yo que? — pregunta indignado.

— Eso — respondo simple. — Por eso no quiero hablar contigo, búscale a él y riele las gracias como si no supieras todo lo que me hizo.

— ¡Joder Olivia, ves porque es importante la comunicación! — dice molesto entrando a casa, genial esto va para largo.

— Bienvenido eh, como si fuera tu casa — respondo con sarcasmo cerrando la puerta detrás de mí, él me ignora y va al salón.

— Mira Olivia, te amo y te juro que he hecho todo lo posible por entenderte y por tenerte paciencia — empieza, me siento a su lado preparándome para lo peor. — Entiendo que hay momentos en los que necesitas tu espacio y estar sola, pero esto de que desconfíes de mí tan rápido y que me apartes a la mínima me duele, porque creo que no me lo merezco.

— A mi también me duele y creo que no me merezco que hables con mi padre a mis espaldas, se supone que eres mi novio — respondo molesta.

— Pues precisamente como tu novio quise saber qué hacía tu padre en el estadio, yo no estoy hablando con él a tus espaldas y menos soy el responsable de su vuelta — me dice, parece sincero, pero a estas alturas soy una nube de inseguridades y aunque llevo días tratando de ser fuerte.

— ¿Y qué quería? — pregunto arqueando la ceja y cruzando los brazos.

— Le ha pasado algo y quiere recuperarte — creo que llega un pelín tarde.

— Que pena — respondo con sarcasmo.

— Olivia es enserio, creo que deberías hablar con él — me recomienda, la seriedad de sus palabras y mi estado emocional hace que no pueda seguir conteniéndome.

— ¡Joder! — digo frustrada cuando las primeras lágrimas recorren mis mejillas.

— Anda ven — dice abriendo los brazos, con dudas y sintiendo que no lo merezco le obedezco. — Eso es, suéltalo — dice Pau acariciando mi espalda cuando comienzo a llorar.

— Perdón — respondo entre lágrimas.

— Oli no podemos seguir así — me dice y las lágrimas caen más rápido.

— ¿Tú también me vas a dejar? — respondo con el corazón en un puño.

— No, ni loco — responde rápido, respiro un poco más tranquila, pero entonces no sé a qué se refiere. — Oli, tenemos una relación pública y ahora eres jugadora del primer equipo, saldrán miles de rumores más como los de Múnich y tendremos que lidiar con gente con la que no queremos como tu padre o los supuestos periodistas amarillistas, pero tenemos que estar más unidos que nunca, no me puedes apartar cada vez que algo sale mal, yo sé que no lo haces con mala intención, pero joder parece que no confías en mí.

— Te prometo que voy a cambiar, pero no me dejes — le pido dándome cuenta de mi error.

— No es tan simple como prometerlo y ya — me responde y las lágrimas comienzan a bajar de nuevo. — No es algo que puedas controlar, es el mecanismo de defensa que has aprendido, cuando algo va mal te alejas porque prefieres ser tú la que lo deje a que te dejen.

— Pero no lo hago a posta, me sale solo — respondo tratando de justificarme.

— Lo sé y ese es el problema — responde él, no me está gustando el rumbo que está tomando esta conversación.

— ¿Y qué hago? —pregunto con voz temblorosa y miedo, él parece haber pensado mucho sobre esto.

— No sé, buscar ayuda o algo... — me dice soltando un suspiro. — Es que no te has parado a pensar cómo me puedo llegar a sentir yo, he pasado dos días horribles llorando porque no querías saber más de mí por un mal entendido y antes de eso te notaba ausente, algo te pasó antes y no me quisiste contar, joder sé que no es el caso, pero hay momentos en los que pienso que no confías en mí.

— Te juro que no es eso — respondo rápidamente. — Mi padre vino a casa cuando estabas en Múnich y tuve un bajonazo, pero no quería preocuparte con mis mierdas cuando tú también tenías que lidiar con las tuyas — le explico.

— Pero Oli una relación se debe basar en la comunicación, ¿como vamos a estar bien, si cada vez que tienes un problema me alejas? — me cuestiona y añade. — Y no es la primera vez que pasa — dice refiriéndose a la semana que desaparecí cuando me di cuenta que me gustaba.

— Tienes razón — respondo. — Te prometo que voy a hablar con mi madre para buscar un psicólogo o algo, pero no me dejes por favor — una lágrima se escapa y Pau la limpia con cuidado.

— Vas a tener que ser más original si quieres que te deje — dice sacándome una sonrisa.

— Gracias, te amo, te prometo que voy a intentar ser una mejor novia y estar a tu altura — le digo con seguridad, si lo que quiere es que no sea tan cerrada, le empezaré a contar todo, aunque sea el mínimo dolor de uña, haré lo que sea para que no me deje.

— Yo también te amo — dice Pau acariciándome la mejilla.

— ¿Me das un beso? — pregunto con miedo de su respuesta y cuando me dice que sí con una sonrisa suspiro tranquila, tampoco la he cagado tanto.

Lo que empezó siendo un beso se convierte en una maratón de besos, uno tras otro y pronto volvemos a ser los de siempre, me alejé con la mejor de las intenciones no queriendo ser molestia, pero conseguí todo lo contrario, así que de ahora en adelante actuaré como él espera de mi.

Mi madre llega de trabajar y se pone contenta de vernos juntos, creo que ella también se olía que algo iba mal.

— Deberías contarle que tu padre ha vuelto — me recomienda, la verdad no es una conversación que me gustaría tener ahora que vuelvo a ser mínimamente feliz, pero no quiero tener más problemas.

— Vale, quédate y le contamos — le digo y su sonrisa se hace más grande, solo sé que no puedo perderle, a él no.

El regate perfecto || Pau CubarsíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora