Un rato después, la puerta de la habitación se abrió lentamente. Bruno y Sofía se miraron, sorprendidos, al ver a Julieta aparecer en el umbral, con una expresión seria pero también algo suavizada. En sus manos, llevaba a Agostina, que se aferraba a su muñeca con una fuerza visible, como si temiera que algo pudiera separarla de ellos de nuevo.
Agostina levantó la vista al ver a sus padres y, con los ojos llenos de lágrimas, corrió hacia ellos. Sin pensarlo, Sofía la abrazó con fuerza, su cuerpo tembloroso por la emoción y la angustia de ver a su hija después de lo sucedido.
Julieta observó en silencio, con una mezcla de profesionalismo y algo de comprensión en sus ojos. Después de un momento, finalmente habló.
—Agostina no paraba de llorar por ustedes —dijo Julieta, su tono serio pero no del todo distante—. La he traído para que estén juntos, pero debo aclararles que cuando necesite su participación para los experimentos, tendré que llevarla nuevamente. Eso es parte de los procedimientos.
Bruno y Sofía intercambiaron una mirada cargada de emoción y confusión. No sabían cómo procesar lo que Julieta les decía, pero por un momento, solo estaban felices de tener a su hija cerca.
—Entendemos... —respondió Bruno, aunque en su voz había un tono de resignación—. Solo... déjanos un poco de tiempo con ella, por favor. Necesitamos estar juntos.
Julieta asintió, sin decir más, y se retiró hacia la puerta, dejando que la familia tuviera su momento. Agostina, aunque aún con el rostro empapado en lágrimas, se aferró a sus padres con una intensidad que les hizo sentir la necesidad urgente de protegerla, de mantenerla a salvo de todo lo que estaba sucediendo.
Sofía abrazó a Agostina con fuerza, acariciando su cabello, sin querer soltarla ni un segundo.
—Te prometo que no te vamos a dejar —dijo Sofía, con la voz quebrada pero firme—. Vamos a sacar todo esto adelante.
Agostina sollozó, asentando con la cabeza mientras las lágrimas seguían cayendo, pero se sentía algo reconfortada al estar entre los brazos de sus padres.
Bruno miró a Sofía, sintiendo el peso de todo lo que tenían por delante, pero también sabiendo que este momento con su hija, aunque corto, era lo único que necesitaban para mantener viva la esperanza.
Bruno se levantó de la cama con una ligera sonrisa, tratando de darle un respiro al ambiente tenso. Fue hasta la nevera, abrió la puerta con cuidado y sacó una barra de chocolate. Sabía que era uno de los pequeños placeres que solían disfrutar juntos en casa, y esperaba que algo tan sencillo pudiera al menos brindar un poco de consuelo en medio de todo lo que estaban viviendo.
Volvió a la cama, se sentó junto a Sofía y Agostina, y le ofreció el chocolate a su hija.
—Aquí tienes, cariño —dijo Bruno, mirando a Agostina con ternura, esperando ver una reacción en su rostro.
Agostina, al principio, miró el chocolate en sus manos con los ojos un poco vacíos, como si no pudiera concentrarse en algo tan simple. Pero luego, al sentir el cariño de su padre y el gesto amable, sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa.
—Gracias, papá... —dijo Agostina con voz suave, tomando un trozo del chocolate.
Sofía observó cómo su hija comenzaba a comer con algo de alivio, como si ese pequeño gesto de normalidad ayudara a aliviar, aunque fuera un poco, la tensión del momento.
—Es lo que más me gusta... —murmuró Agostina mientras masticaba, casi como si quisiera aferrarse a ese momento de calma.
Bruno sonrió al verla, aunque en el fondo sentía una angustia constante por todo lo que tenían que enfrentar. Se sentó más cerca de Sofía y abrazó a Agostina nuevamente, con la esperanza de que, por un instante, pudieran sentirse como una familia normal, lejos de los experimentos y las barreras que los separaban.
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Caminos cruzados 1
Mystery / ThrillerEntre el tiempo, los desafíos y los sueños de una vida nueva, Sofía y Bruno se enfrentan a un destino que les ha dado más de lo que esperaban, pero también les ha quitado mucho más. En un mundo donde la realidad y el futuro se mezclan, estos jóvenes...