(3) Labios compartidos

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Ese día terminó en un abrir y cerrar de ojos; lo que me llenaba de emoción. Jaime continuó con sus ineptitudes, y yo continuaba ignorándolo. Jean y yo jugamos con Gustavo por un buen rato; este era el hijo de Jaime y Judith. Tan solo tenía dos años y era una dulzura de niño; no podía evitar pensar en cuando tuviese uno propio.

A pesar de mi situación sentimental, en mis sueños estaba algún día casarme y ser madre. Aunque en estos momentos no era mi prioridad; era feliz como estaba en estos momentos. Entraba y salía cuando me diera la gana, viajaba con el hombre que amaba, y la pasaba de maravilla con mis amigos cada vez que salíamos juntos.

La mañana siguiente, luego de estar vestida, bajé a compartir el desayuno con Jean. Este era el cocinero y yo me limitaba a lavar y recoger las cosas en la cocina; en realidad, no era muy buena en esa área.

"Vienes esta noche con nosotros?" preguntó Jean mientras tomaba su café.

"A dónde van?" mi rostro reflejaba algo de curiosidad; era un lunes, qué podría haber disponible?

"El hermano de Thais cumple años, y como recién llegó a esta ciudad, ella quiere introducir a todos sus amigos. La pasaremos súper bien; de todas maneras, no veras al Señor O hasta el martes..."

"Cierto...Creo que pueden contar conmigo. De todas formas, después de la reunión de hoy, necesitaré liberar el estrés" comenté mientras me sentaba a su lado y comenzaba a desayunar.

"Eso si Orlando no te ataca en la oficina antes..." en realidad, no existía ningún secreto entre mi mejor amigo y yo; así que él sabía que, siempre y cuando surgiera la oportunidad, podíamos tener ciertos encuentros en mi oficina.

Una vez terminamos nuestro desayuno, Jean se despidió y salió a su estudio. Yo me quedé unos minutos mientras recogía todo y lavaba los platos. Tomé mi cartera, las llaves de mi auto y manejé hasta la oficina, donde comencé a sentirme algo nerviosa por la reunión.

"Buenos días, Señorita Esteves" me sonrió Alba, quien estaba destacada en el área de recepción y era el primer rostro que encontraba todas las mañanas.

"Buenos días Alba. Llegaron todos los directores?" necesitaba saber si podía ir a meditar un rato en mi oficina, o solo entrar a recoger la presentación y correr al salón de conferencias.

"El Señor Ramírez aun no ha llegado" su sonrisa parecía practicada, siempre era la misma.

"Me dejas saber tan pronto llegue. Estaré en mi oficina. Una vez estén todos, los envías al salón de conferencias, de acuerdo?"

"Seguro. Que tenga un buen día."

"Igual a ti" y marcando el número en el panel del ascensor, me sentí algo aliviada.

Entré a mi oficina, ojeando rápidamente los documentos que llevaría conmigo. Necesitaba estar segura de que tenía todo, en caso de que aquellos hombres se pusieran algo difíciles. Sí, yo era la única fémina entre tantos directores.

El teléfono sobre mi escritorio sonó, contestándolo inmediatamente, pero distrayéndome mi teléfono personal, el que estaba recibiendo una llamada a la vez.

"Buenos días, Esteves habla..." respondí sonriendo al ver en la pantalla de mi teléfono que era Orlando quien estaba llamando en mi teléfono personal.

"Señorita, era solo para dejarle saber que el Señor Ramírez llegó. Ya les indiqué a todos que pasaran por el salón de conferencias."

"Gracias Alba" colgando lo más rápido que pude el teléfono, le contesté a Orlando.

"Hola mi amor" de veras que no podía esconder la sonrisa estúpida que se formaba en mi rostro cada vez que él llamaba.

"Me imagino que Alba te tenía en el teléfono, cierto?"

Duele ser infielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora