(14) Nuevos senderos

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Una vez abrí mis ojos, fui atacada por un fuerte dolor de cabeza, resultado de las dos botellas de vino que Jean y yo nos tomamos mientras platicábamos. Disfrutaba hablar con mi mejor amigo, aun cuando sus palabras, estas últimas ocasiones, me hubiesen puesto a pensar.

Me vestí, peiné y caminé hasta la cocina, donde Jean estaba sirviendo el desayuno. Tomé una taza de café, disfrutando su aroma, y tomando de este. Luego, y antes de comenzar a comer, busqué dos pasillas para solucionar el dolor de cabeza que aun no se había ido.

"Entonces, vas a almorzar con Arnaldo hoy, cierto?" preguntó Jean mientras comenzaba a comer.

"Sí, eso fue lo que acordamos ayer, y lo que te dije anoche..." a qué venía el comentario tan temprano?

"Se lo dirás a O? Digo, aun cuando sales con tus amigos, normalmente es en grupo, nunca tú sola a menos que sea conmigo" buen punto, Jean.

"Todo depende de su humor hoy. Nunca me devolvió la llamada" comenté mientras sacaba el teléfono de mi bolso.

"Lo entiendo, luego de todas las veces que te llamo. Nada, ya se le pasará. Recuerda que ha estado muy envuelto con lo de Kassandra; aunque te pido que pienses muy bien lo que te dije anoche. Amiga, mereces solo lo mejor" la sonrisa de Jean me hacía sentir muy bien.

"Lo haré...ya veremos que me espera en el día."

El resto del desayuno fue tranquilo y decidimos no hablar de Orlando; algo que agradecía.

"Qué haremos para tu cumpleaños? Alguna idea?" preguntó Jean.

"No tengo idea. Pero algo de sol no vendría mal. Después de todo, me quedé con deseos de disfrutar más la playa..." no dije más, pues no quería recordar cómo las cosas habían terminado aquel día.

"La playa será entonces! Hablaré con los demás. Estoy seguro que conseguiremos un hotel y con dos o tres habitaciones estaremos bien. Ya son veintiséis Natalia!"

"Gracias Jean. Tú eres el próximo, no lo olvides..."

"Yo me quedaré en los veinticinco. Soy feliz así" y sonriéndome de nuevo, se levantó para lavar su plato y salir al estudio.

Una vez llegué al estacionamiento del edificio, no pude evitar sentirme nerviosa. No sabía cuál sería la actitud de Orlando cuando me viera, mucho menos que iba a suceder luego. Estaría dispuesta a soportar otra de sus escenas? No, Natalia, entiende que el pobre hombre está bajo el impacto de que su hija está embarazada de su maestro, un hombre casado.

Entré a mi oficina, luego de saludar a Katia, e intenté envolverme en el trabajo que tenía pendiente. Esto sin duda alguna me ocuparía la cabeza y no pensaría en nada hasta la hora del almuerzo.

"Quieres añadir más preocupación a la que ya tengo?" la voz llena de coraje de Orlando, hizo que levantara mi vista; en realidad estaba tan envuelta en lo que estaba haciendo, que no me di cuenta de cuando entró allí.

"Te dejé un mensaje..." respondí a penas en un suspiro; mis manos comenzaron a temblar y lentamente me fui levantando de la silla.

"Natalia, te llamé no sé cuantas veces! Te dejé sola en tu casa! Algo te pudo haber pasado!" para este entonces, ya Orlando estaba frente a mí, con sus manos en sus brazos, mientras yo forcejeaba para que mis lágrimas se quedaran donde estaban.

"Orlando, discúlpame. No estuve en la casa...en realidad, no podía quedarme allí. No quería estar llorando todo el día, y olvidé el teléfono..." creo que era una buena explicación, cierto?

"Dónde? Con quien estabas?" su pregunta me tomó por sorpresa; qué debía decirle?

"Estaba con Thais, Arnaldo y su mamá...me invitaron a comer con ellos...Luego, estuve hablando con Jean cuando llegó..." no podía mirarlo a los ojos; aunque lo que le había dicho, era la verdad, solo estaba omitiendo todo lo demás con Arnaldo.

Duele ser infielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora