(9) Corre!

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No les puedo negar que el resto de la noche la pasé de maravilla. Arnaldo era todo un amor; y no perdía la oportunidad para hacerme reír, para resaltar lo buena persona que yo era y recordarme que estaría a mi lado cada vez que lo necesitara.

"Gracias por la linda tarde" le dije a Arnaldo cuando nos estacionamos frente a su casa.

"La pasé muy bien contigo. Lástima que no estés acá el fin de semana" parecía algo triste al decir este comentario.

"El lunes tenemos un almuerzo pendiente; no lo olvides. El fin de semana que viene, podemos inventar algo; salir todos juntos..." en realidad, la idea de compartir con Arnaldo me agradaba mucho.

"Suena bien, y no me he olvidado del lunes. Gracias por traerme; maneja con cuidado, de acuerdo?" me decía mientras tomaba mi mano en la suya y la besaba.

"De acuerdo. Que descanses Arnaldo, y gracias una vez más."

Luego de regalarme una última sonrisa, Arnaldo bajó de mi auto y comencé a manejar a mi casa. Me sentía realmente al prensar que este se estaba convirtiendo en un gran amigo; me sentía realmente cómoda hablando sobre cualquier tema con él.

Una vez entré a la casa, me di cuenta de que Jean no había llegado. Sintiéndome cansada por un día lleno de emociones, decidí caminar hasta el baño y entrar bajo el agua caliente.

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Las palabras de Jean daban vueltas en mi cabeza, la escena que Orlando me hizo, acompañándolas. La velada con Arnaldo, lo dulce que fue y lo mucho que me hizo reír. El encuentro en el pasillo con Orlando y como no era capaz de estar molesta con él.

De repente, comencé a pensar en mis padres, en aquel fatídico día en que los perdí. Era mi primer año en la universidad, y recuerdo cuando recibí la llamada que marcó mi vida; para mi dicha, Jean estaba a mi lado cuando esto ocurrió. Aun hoy, cuando lo recuerdo, todavía parece un sueño.

Muchas veces deseo tener a mi mamá a mi lado; abrazándome, aconsejándome. Mi papá con sus constantes consejos y consintiéndome todo el tiempo. Era hija única, pues mi madre casi muere al tenerme, y luego no pudo tener más hijos. Siempre deseé un hermano, o hermana, y la vida me dio a Jean.

Mis lágrimas bajaban sin detenerse por mi rostro, y fue cuando decidí salir de la ducha y no pensar más. Me sequé y vestí una de las camisetas más grandes que tenía, y abrazando una de mis almohadas, quedé dormida inmediatamente.

La mañana siguiente, desperté con un fuerte dolor de cabeza. Probablemente fueron las cervezas demás, o el pensar tanto? Sin buscar más explicaciones, me vestí, desayuné con Jean y manejé hasta la oficina.

Al ver mi escritorio, me sentí realmente feliz de que casi había liquidado todo el trabajo pendiente. Tal vez en una o dos horas, ya estaría libre de todo esto y haciendo una lista de lo que llevaría para el viaje.

"Natalia, permiso, Rosaura está preguntando por ti" comentó Katia desde la puerta.

"Que pase" respondí sintiéndome contenta. Rosaura era la mejor amiga de mi mamá, y aunque apenas nos veíamos, ella procuraba visitarme cada vez que estaba en la ciudad.

"Natalia!" dijo esta caminando hacia mí, yo caminando hacia ella y envolviéndonos en un fuerte abrazo.

"Me alegra mucho verte. Siéntate" fueron mis palabras una vez rompimos el abrazo.

"Estaba pasando por aquí y vine a verte unos minutos. No quiero quitarte mucho tiempo. Te ves hermosa, Naty. Si Lilliam estuviese viva..." Rosaura aun no sabía controlar sus lágrimas al recordar a mi madre; inmediatamente imitándola en eso.

Duele ser infielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora