Arnaldo no durmió en la habitación de Jean, mucho menos yo dormí en la mía. Aparentemente, entre conversaciones, risas y películas, quedamos rendidos en el sofá. Me di cuenta del lugar donde había dormido, cuando abrí mis ojos y me encontraba entre los brazos de ese hombre.
No me atrevía a moverme, no quería que despertara por mi culpa. Después de todo, este maravilloso hombre perdió la noche de un sábado por hacerme compañía; en vez de estar con sus amigos pasándola bien.
"En qué piensas tanto?" la voz de Arnaldo me tomó por sorpresa; les juro que pensaba que estaba dormido.
"En que no quería despertarte. Mucho menos después de lo atento que has sido conmigo...." levanté mi rostro para mirarlo, y tímidamente, le sonreí.
"No es nada, Natalia. Eres muy especial" me sonrió de vuelta, mientras me daba un beso en el cabello.
"Quieres desayunar" pregunté dejar de sentir lo que estaba corriendo por mi mente y mi cuerpo. No, no vayan a pensar así, pero ese beso hizo que sintiera esas cosquillas raras en el estómago; y honestamente, me gustó.
"Si quieres te ayudo" se ofreció Arnaldo, pero aun no hacía nada por soltar sus brazos de mi alrededor.
"Algo en específico" no podía parar de sonreír; este hombre me hacía olvidar el dolor del día anterior, o mejor dicho, de la semana entera.
"Si quieres, ve y vístete....te invito a desayunar a un lugar cerca de mi trabajo. Es muy bueno, además, hoy es domingo, no se cocina" comentó este riendo mientras me dejaba libre.
Me levanté del asiento, sintiéndome algo mal de repente. Recordé que normalmente, las pastillas para dormir me hacían daño, y yo decidí tomar una dosis doble...tal vez un poco más?
"Estás bien, Natalia?" preguntó Arnaldo tomándome en sus brazos.
"Nada, estaré bien. Son los efectos de unas pastillas que tomé. Aun cuando fueron ayer por la mañana que las tomé, creo que tomé unas demás. No te preocupes, se me pasará pronto..." la cercanía a su cuerpo, me hacía sentir mejor; sus ojos fijos en mí, me tenían de cierta forma hipnotizada, su sonrisa me estaba comenzando a derretir, y sentía deseos de colocar mis manos alrededor de su cuello. Qué me estaba sucediendo?
Un momento! No podía continuar hablándole, mucho menos cuando aún no había cepillado mis dientes. Qué horror! Necesitaba llegar al baño y era de inmediato!
"Necesito el baño" comenté, Arnaldo automáticamente removiendo sus manos de mi cintura, y dándome el espacio para caminar.
Entré al baño, y de viaje, decidí darme una ducha rápida. Si iba a salir con Arnaldo, por lo menos debía hacer algo conmigo. Mis ojos se veían aun hinchados y mi pelo era todo un desastre; aun vestía la ropa del día anterior, llena de arrugas por mi posición en el sofá.
Mientras estaba en la ducha, escuché mi teléfono sonar varias veces. A caso no podían llamar una vez y dejar un mensaje? Por un momento pensé en Orlando, pero no permití que invadiera mi mente este pensamiento. Me sentía bien y quería pasar el día tranquila.
Les debo confesar que hacía tiempo no pasaba un día tan especial. Salí de la ducha, no miré el teléfono, me vestí y salí con Arnaldo. Este fue a su apartamento a darse un baño y vestirse, saliendo a desayunar luego de esto.
Luego de desayunar, fuimos a caminar por un parque cerca, y nos tiramos sobre la grama a platicar. Observábamos los niños jugar y las personas ir y venir a través de aquel hermoso lugar. Arnaldo me hacía reír con sus ocurrencias, y hablábamos sobre nuestras vidas.
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Duele ser infiel
RomansaNatalia, una hermosa chica, sin familia, pero exitosa. Sus padres fallecieron en un aparatoso accidente y no tenía más familia. Vive un romance con Orlando, un hombre que podría ser su padre. Pero quien despierta en ella sensaciones que jamás imag...