(30) Poco a poco

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Al ver que no podía controlarme, Orlando inmediatamente llamó a Jean para que viniera a recogerme. Le explicó levemente lo que había sucedido, y en cuestión de minutos mi mejor amigo estaba en la oficina, recogiendo lo que quedaba de mí; casi arrastrándome a la oficina de mi doctor para que me diera algo que me controlara. El sabía cómo me ponía cuando no podía aguantar el llanto, cuando sentía que me estaba muriendo.

El doctor verificó que tanto yo como mi bebé estuviésemos bien. Este me prescribió unas pastillas que me relajarían, seguramente poniéndome a dormir. Jean fue por ellas antes de llegar a la casa, y me dio una luego de obligarme a comer algo.

Las pastillas lograron su propósito, haciéndome dormir al instante. No me preocupé, pues sabía que Arnaldo aun no llegaría a la casa. Aun así, me destrozaba el hecho de que ni siquiera me había llamado.

Mientras dormía, soñé muchas cosas horribles; Arnaldo abandonándome, yo discutiendo con él, y la peor, perdiendo a mi bebé. Este último sueño me hizo despertar a gritos, mientras ponía las manos sobre mi vientre y era sorprendida por alguien que entraba a mi cuarto, encendiendo la luz.

Una vez pude ajustar mi vista a la claridad, me di cuenta de que quien había llegado a la habitación era Arnaldo. Mi corazón quería salir al verlo, no encontrando palabras para decirle.

"Estás bien, Natalia?" su voz sonaba algo distante, partiendo mi corazón inmediatamente.

"Una pesadilla..." respondí mientras las lágrimas caían en mis manos.

"Me dijo Jean lo que sucedió..." porqué este hombre no se acercaba a mí? Solo quería que me tomara en sus brazos y me dijera que todo saldría bien.

"Arnaldo...podrías escucharme? Necesito explicarte las cosas..." intenté levantarme de la cama, pero aun me sentía algo débil.

"No hay nada que hablar, Natalia. Pudiste decirme desde el principio; tal vez hubiese entendido mejor. Creo que no me enteré de la mejor manera" este miraba a todos lados menos a mi rostro.

"Me perdonarás algún día?" esta era una de mis preocupaciones en estos momentos.

"No lo sé..." se veía herido, no tenía duda.

"Nos abandonarás?" otra de mis preocupaciones.

"No, no los abandonaré. Ahora descansa, lo necesitas" comentó mientras comenzaba a salir de la habitación.

"No te quedarás haciéndome compañía?" porqué tenía que salir de aquí? Yo lo necesitaba.

"Dormiré esta noche en la sala. Que descanses, Natalia..."sin nada más, salió de la habitación.

Mis lágrimas continuaron bajando ante su actitud. De veras me dolía, aunque sabía que tenía culpa de esto; de todas formas, merecía la oportunidad para explicarle, cierto? Tal vez sería mejor dejarlo así, esperar que pasaran unos días y luego hablar tranquilos. Por lo menos, no se iba a ir de la casa, y estaba pendiente a lo que me sucedía.

La mañana siguiente, desperté sintiendo mi cama vacía. Me hacía falta el calor de Arnaldo a mi lado; pero entendía que quería espacio en estos momentos. Me levanté de la cama, y caminé hasta la cocina, deteniéndome en el pasillo al escuchar a Jean y a Arnaldo en una conversación algo agitada.

"Sí, yo sabía y era su cómplice...porqué insistes en preguntarme a mí? Tú y Natalia deben sentarse y hablar" casi gritaba Jean.

"De veras que me he quedado sorprendido. No esperaba jamás enterarme así..." Arnaldo se escuchaba lleno de dolor y de rabia.

Duele ser infielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora