Capítulo 1.

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Después de haber saltado durante unos minutos sobre mi colchón, me tumbo boca abajo, agitado y sin ganas de hacer nada.

Tirado en mi cama, con el ventilador directo a mí.

Hace un calor de los mil demonios, con un bóxer Calvin Klein rojo ajustado, dejando al descubierto mi espalda. A un costado de mi espalda baja, tengo un tattoo de la sombra de un ciervo, es muy diminuto, pero que significa mucho.

Mi mascota, un hurón llamado Lee, a un lado de mi cama, comiendo.

Mirando hacia la ventana, me encuentro con unos dulces y tiernos ojos color avellana, enfrente de mi calle, saliendo del puesto de mis padres que tienen un Club-bar.

Junto con un grupo de cuatro hombres más a su alrededor, charlando. Pero mis ojos solo reparan a verlo, directamente a él.

Lo observo detenidamente, es un hombre guapo y delgado, el color de su cabello negro azabache, nariz pequeña y su boca. ¡Diablos! ¡Su boca!, exquisita, el labio inferior carnoso y de un rojo intenso.

"¿¡Qué diablos te pasa!? Tienes novia, y la quieres, ya 8 meses a su lado"

Mando callar a mi subconsciente, no seré hipócrita, siempre eh querido besar los labios de un chico, ¿eso me convierte en gay o bisexual?

No.

No creo que toda la gente sea cien por cien heterosexual, es decir, puede que alguien no los tenga, pero la gente desconoce esos deseo, todos somos capaces de apreciar la belleza de otro ser de nuestro mismo sexo. Y eso no debe de avergonzarnos.

Embobado, aproximándome a la ventana que da enfrente de mi lecho, miro por debajo de mí, y es en ese momento cuando voltea hacia arriba, al lugar en donde estoy, y me mira, nuestras miradas chocan, el chico sonríe y yo me sonrojo.

Me tiro al suelo.

- Imbécil. – digo entre dientes. – tranquilízate, no tienes porque ruborizarte. – contesto para mí.

Lo sé, parezco tonto hablándome a mí mismo.

El móvil suena, es el tono que tengo para los WhatsApp. Me levanto lentamente y vuelvo a mirar por la venta, ya no están.

Tomo entres mis manos el celular y lo desbloqueo. Un mensaje de mi amiga.

Riley:

'Te estamos esperando en el centro comercial. Como habíamos acordado. No olvides venirte bien arreglado, aquí esta tú novia Clarisse.'

Pongo los ojos en blanco, esa chica no me gusta. Y Riley se empeña a que ande con ella. Me pongo a contestar:

Zac:

'Mantén la calma, en tres minutos voy para allá.'

Dejo el celular de nuevo de donde lo tomé, y me acerco a mi closet, tomo unos jeans oscuros, rasgados de la parte de las piernas, una playera tipo polo negra y mis tennis.

Dentro del baño me mojo la cara y enfrente del espejo me echo un vistazo.

El pelo enmarañado, cayéndome por la frente, oscuro, mis ojos color miel, flacucho y sin musculo en los brazos, ceja poblada y lampiño, vamos, necesito barba.

Me paso ambas manos por el mentón y el cuello, la barba me sale muy poquita, si acaso tres o cuatro vellos en toda la cara. Necesitare pasarme rápido un rastrillo para desaparecerlos, aunque parece tonto utilizarlo. Dicen que si me afeito seguido, quizás me brote más rápido el vello facial.

Le pongo pasta dental a mi cepillo de dientes, me termino de enjuagar la boca, alisto mis cosas en mis bolsos, tomo mis lentes de aumento y salgo del cuarto.

- Má, Pá, iré con mis amigos a comer. – digo tras entrar al negocio y tomar una botella de agua.

- Mañana vas tener que ayudarnos a abrir el negocio, Zac. – contesta mi padre, con su voz ronca y alta.

- De acuerdo. – doy un sorbo al agua fría que recorre por mi garganta y me refresca. – tomaré el auto.

- Conduce con cuidado. – y me dedica una de sus miradas matonas.

- Sí, Pá; los quiero, nos vemos para cenar.



Estaciono mi Ford B-Max en donde hay lugar. Este sitio siempre esta hasta el tope.

Entrando, en el puesto de a un lado, encuentro a Riley charlando animadamente con Clarisse. He de señalar que Riley es hermosa, pecosa, rubia, ojos azules como la esmeralda, su piel blanca como el mármol; si no fuera mi mejor amiga, andaría con ella, y ¡qué tal! Hasta hubiera perdido mi virginidad con ella, ó, de igual forma, ella la hubiera perdido conmigo.

- ¡Riley! – alce mi brazo, haciéndome notar, en medio de tanta gente.

Me mira, y sonríe.

Le dice algo al oído a Clarisse Thompson y se acercan al lugar en donde estoy, de brazos cruzados, alcanza mi cuello y con sus delgados brazos los envuelve en torno a mí. Devuelvo el gesto y entrelazo mis brazos a su cintura. Apretándola contra mi cuerpo.

Seguido, saludo con un leve beso en la mejilla a Clarisse.

- Hola. Y bien, ¿a dónde iremos? – pregunto, demasiado entusiasmado.

- Pensamos en salir de aquí y comprar licor, mucha yerba y éxtasis para tu cumpleaños. – me contesta la chica con voz melodiosa, pelirroja de cabello largo, sin apartar sus ojos verdes de mí.

A Riley se le dibuja una sonrisa en el rostro.

- Si se serán tontos. – dice con un susurro.

- Oh, vaya. – es lo único que se me ocurre decir. – mmm, bien, vayamos por las cosas. Pero deben de recordar que todavía no somos mayores de edad. Tenemos veinte años, ¿quién querrá vendernos drogas en este país?

- Tranquilo. – dice Riley, dedicándome esa mirada juguetona.

- ¿Qué? No estás pensando en cometer una travesura y hacerme participe de esto ¿verdad?

- Ya sabes como es. – contesta Clarisse –. Fue idea de Riley - continua la chica de los ojos verdes y pelirroja.

Se me bajaron los ánimos. La última vez me hizo recorrer todo Arizona, junto con ella, en patines. Y ropa interior.

- Y de nuevo te tocara ser el mono.

La fuerza del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora