Capítulo 17.

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La semana pasó con toda naturalidad. Excepto que tengo un trabajo final para entregar el jueves, hacer una maqueta de una empresa, hotel o casa. Y qué mejor que pedirle ayuda a Jarec.

El día siguiente a mi cumpleaños, recuerdo haber despertado en su cama. Dentro de su casa, es gigante, cuando desperté, él ya estaba por irse. Es extraño sentir como alguien puede hacerte sentir tan bien, a quien no conoces, pero con él es así. Me siento vulnerable y débil como un niño cuando se pierde entre la multitud, buscando a su madre. De esa manera me sentía, y no era para nada bueno.

- ¿Qué pasó? – tenía una sensación horrible.

- ¿No recuerdas? – sonrió con picardía.

- Por algo estoy preguntando. – hice un chasquido con mi lengua.

- Tu regalo esta frente a ti. – contestó ignorándome.

Mientras tanto, Jarec anudaba su corbata y se vestía con su saco, yo agarraba mis abultados lentes del tocador para dedicarle una mejor mirada. Su recamara era de ensueño, cama gigante, los colores son acogedores y pacificos; con razón dormí como angelito.

Alzo el obsequio frente a mí y puedo sentir que es una caja llena de libros. Estoy exageradamente entusiasmado. Desenvuelvo el regalo y puedo mirar dentro de él, la aferro más a mi lánguido cuerpo. Dos sagas, las que siempre había querido, ¡y en primera edición!

- No era necesario. – dije conmocionado.

- Me encantaría quedarme a charlar contigo, pero surgieron unos problemas en la aerolínea y tengo que irme. – se acercó a mí, y me dio un casto beso en los labios.

- No hicimos nada ¿verdad? – pregunté con temor a que me dijera que sí.

- Si yo te contará. – levantó las cejas, travieso.

Sentía como empezaba a ruborizarme y aparté la mirada de la de él.

- Es broma, muchacho. Todo lo que tenga que hacerte, lo haré cuando estés sobrio.

- Si sigues coqueteándome de esa manera, después no me vayas a culpar por mis actos.

Su sonrisa de medio lado, por poco me mataba. Tenía que bromear para quitar el ambiente tenso que se propagaba, ó más bien, que yo mismo me estaba creando, junto con la cruda que empezaba a crecer en mi interior.

Sonreí ante el recuerdo. 



Aparco mi coche en el estacionamiento que hay bajo su edificio, una construcción enorme. Cuando llegue a su portal vi que había un portero.

- Buenos días.

- Buenos días, ¿en qué le puedo ayudar? – contesta, con una voz tajante.

- Busco al señor Reed.

- ¿Y, usted es...

- Un amigo. Este... Sí se encuentra o ¿no? – me sorprende ver el rostro de aquel empleado, es muy joven.

Sin contestarme se dirigió a un panel que hay en la pared. Segundos más tarde, volvió y me condujo por un estrecho campo.

- El señor Reed lo espera en su estudio.

Nos encaminamos hacia un elevador.

- Disculpe mi indiscreción, pero ¿hace cuánto que conoce al señor Reed?

Su pregunta me tomo algo desprevenido.

- Hace poco ¿Por qué?

- Nada más. – frunzo el ceño y lo miro inquisitivo -. Bueno, sí, se lo diré.

Su cambio de humor es drástico.

- No tiene a mucha gente que lo venga a buscar. Perdone. Llegamos.

Antes de abrir la puerta, la cual me indicó, volteo a todos lados, esta casa es muy tranquila. Indague con mi vista el pasillo que conducía a su puerta. Toque varias veces y espere a que me abriera.

- Hola – me saluda una voz que ya conozco.

- And, hola.

- ¿Vienes a ver a mi hermano?

- Eso parece. – contesto burlón.

- Conmigo no te hagas el gracioso. – se acerca a mí, con mirada amenazadora –. No sé qué le hiciste o diste a mi hermano, que esta babeando por un sin chiste como tú – paseo su mirada dura y fría, de mis pies volviéndolos a posar a mis ojos.

Solté sus manos alejándolo de mi camisa sin parece grosero. Simplemente forcé una amplia sonrisa. Estaba que los nervios me mataban.

- Así que será mejor que te vayas y ya no lo busques. No eres el tipo de mi hermano.

- ¡No soy ningún buscón! Mejor aclárale eso a tu hermanito.

- ¡No estoy bromeando, imbécil! – golpea la pared, muy cerca de mi cara.

La fuerza del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora