- ¡Mááááá!
Silencio.
Vuelvo a intentar con otro grito.
- ¡Pááá!
Al parecer volvieron a salir; dejo las llaves en la mesa que ahí en la entrada. Mínimo dejaron la luz prendida y algo de comida. Quizá salieron a uno de sus ocupados negocios sobre las franquicias de su club-bar.
- Lee, ven aquí muchacho. Te compre galletitas. – sacudo la bolsa con las galletas sabor hígado.
Puaj.
Total, a él le encantan. Observo como viene bajando las escaleras de dos en dos, brincando con esa agilidad tan hábil con la que se maneja. Es hermoso, parece mapache con esa mancha caoba en la parte de los ojos, y su largo cuerpo beige.
Entramos a la cocina y me encuentro con Rasha, el loro femenino de mamá. Gritando: "advertencia, intruso en casa, advertencia, advertencia"
- ¡Callate! ¿¡Es lo único qué sabes decir!? – lo corto con un manotazo al aire.
- Má dejó un recado para el joven Zac – con su voz áspera, derritiendo la tranquilidad de la casa.
- Dime que dejó para mí. – lo miro de frente.
- Alacena, alacena nota de má.
Me dirijo a la alacena en donde encuentro una nota morada con letra tangible.
"Zac, volveremos en quince días, tienes comida llena para la semana y todo lo que ocupes de dinero en tu cuenta del banco. Nana vendrá mañana para cuidarte de ti y la casa
Pongo los ojos en blanco. Deberían de saber que no soy un niño. Y porque tener una nana, yo me puedo hacer cargo de la casa y el negocio.
Continuo leyendo: "no destruyas la casa, procura que tu amiga Riley no entre tanto al hogar, esa chica está más loca que una cabra. Nos llamaron tus tíos de México. Te queremos. Atte.: Mamá y Papá Pearson."
Era de esperarse, siempre es lo mismo. Un día los veo y para el próximo ya están arriba de un avión viajando a quien sabe dónde. Me sorprende que esta vez si me avisaran para que ciudad viajaban.
En una charola le sirvo tres galletas a Lee. Lo acaricio y con sus ojos negros me mira en una expresión casi divertida olisqueando todo alrededor de la cocina. (No sé porque hablo e interactuó con los animales).
Me preparo un sándwich de nutella, untándolo hasta derramarse, pico fresa sobre el chocolate, pongo encima el otro pedazo de pan y le doy un largo mordisco.
Empiezo por recordar esta mañana y al quedar mi vista en un punto fijo, recuerdo como esos ojos avellana se clavaron en mi mente, rememorando cada movimiento de sus pestañas y el leve movimiento curvándose hacia arriba en una sonrisa, para mí.
Okay, no me hare ilusiones, él es un chico, y yo... yo también, eso está mal, muy mal; estoy loco.
Nina. Esa chica de ojos azules turbios, su sonrisa blanca y esa piel bronceada, sus delicados y redondos pechos, con ese pelo negro trenzado perfectamente.
Pensando en ella.
Tengo que llamar a mi novia.
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La fuerza del amor
Teen FictionLo observo detenidamente, es un hombre guapo y delgado, el color de su cabello negro azabache, nariz pequeña y su boca... exquisita, el labio inferior carnoso y de un rojo intenso. Mando callar a mi subconsciente, no seré hipócrita, siempre eh queri...