Sus dedos recorren mi cuello, subiendo deliberadamente hasta mi mentón, alza mi rostro a sus ojos y muerde mi barbilla, haciendo que suelte un gemido.
- Me matas. Estas guapísimo. – puedo oler el whisky que desprende de su boca, su aliento caliente en mi oreja, poniéndome a mil.
Sigue con sus tortuosos movimientos, desabrochando uno a uno los botones de mi camisa. Mientras me aprisiona en el rincón de la recamara, imponente frente a mis labios, desabrocha su camisa. Con su tenaz lengua, recorriendo con ella mi boca. Tomándome sólo para él. Provocando arcadas de deseo.
- Oye... - digo con un jadeo horrible. – Para.
- ¿Pasa algo pequeño? – se retira un poco de mí, pero sin soltarme de su abrazo.
- ¿Qué somos?
- Tú ya eres mío desde ese beso en el lago.
Esas palabras hacen que solo lo quiera seguir besando. Lo beso rápido, pero profundo. Agradeciéndole por la agradable coincidencia.
- ¿Quieres que hablemos?
- Por ahora no. Sólo prométeme que no me harás daño.
- Primero me corto un brazo.
Nos tiramos en la cama, y yo a horcajadas de él. Desabrocha mi cinturón y me alza un poco para quedar totalmente desnudo, dejando mi bulto a la intemperie. Él hace lo mismo con sus prendas. Cuando se las quita, me pone boca abajo.
- ¿Qué vas hacer?
- Ya verás. – contesta con esa sonrisa de medio lado que tanto me excita.
Mi erección esta frotando entre las sabanas, recorriendo cada partícula de mi sexo.
Empezó a lamerme el costado hasta dejarlo muy sensible, la sensación de su lengua por mi espalda es increíble, y un escalofrió de placer recorrió mi ser, haciendo que mi verga soltara ese liquido transparente. Gemí entrecortadamente, toco mis nalgas y las mordió, separándolas con cuidado mientras con su dedo, tanteaba mi entrada.
- Aaah...
- ¿Lo estas disfrutando?
Lo único que conseguí fue mover la cabeza afirmativamente, él siguió con el proceso hasta ponerme la piel de gallina, su lengua comenzó a recorrer mi espalda hasta la base de mi cuello. Alce mis caderas como un gato, pude sentir sus erección en medio de mis glúteos.
Me besó, nuestras lenguas se encontraron, entrelazándose para continuar con la unión de nuestros labios como si nunca fuera a tener fin. Al separarse se fue hasta abajo, hundiendo su humedad en mi hendidura. Provocándome, haciéndome gemir con placer y como un loco. Esa húmeda caricia que me robó cualquier indicio de razón.
- Quiero cogerte, despacio.
- Vamos. – dije con un quejido. Muy caliente.
Luego volvió su lengua a mi ano, moviéndola en círculos dentro de mí. Me estremecí como un loco, impaciente. Deslizó su ávida lengua hasta mis nalgas. Me volteo para quedar de frente, me beso y pude observar cómo se ponía con rapidez el condón en su protuberante erección.
Tira de mí hasta quedar a horcajadas y lentamente se fue fundiendo en mi interior. Comencé con movimientos lentos, sus expresiones eran de sumo placer, sus labios entre abiertos, suspirando, y dejando que yo llevara el control, moviéndome despacio para acostumbrarme al tamaño y grosor de aquello que se metía más a fondo de mí. Robándome la capacidad para pensar con claridad.
Se alzo, hasta quedar a la altura de mi pecho, con lentos besos recorrió mi clavícula, yo seguí con el método de arriba, abajo, entrando impaciente, se aferró, como cual niño no quiere soltar su juguete. Mi dura verga frotaba en su musculoso abdomen.
Yo rodee su cráneo, revolviendo su cabello oscuro. En sus ojos se notaba, añoranza, confianza, y parece ser que... amor. Algo que no todos entendemos con claridad.
- Te quiero. – dijo al momento que me abrazó y sentí su pene palpitar.
Abrí mucho los ojos. No podía creer lo que había oído.
Salió de mí y me recostó en la cama. Para poder hacer su trabajo.
Empezó acariciándome, recorriendo con besos y caricias mi cuerpo. Masajeo entre sus manos mi miembro, metiéndoselo con cuidado a su boca, moviéndola en círculos por mi glande. Recorriendo toda mi extensión con su saliva. Tocándome los testículos con parsimonia. Creando así un espasmo. Solté un bufido casi primitivo y apremiante.
- Ya me voy a correr. – dije con frustración.
En esta ocasión hicimos el amor con más tranquilidad, cada poro de su piel y de la mía decían cosas distintas, demostrando así el cariño que nos tenemos el uno con el otro. Fue más demandante, mas acalorado, almizclado y dulce.
Yo estaba exhausto y muy feliz. Ahora fui yo quien lo abrace y él se quedo en mi pecho, dormido. Disfrutando de la noche en Los Ángeles. Donde fuera llueve con impaciencia.
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La fuerza del amor
Teen FictionLo observo detenidamente, es un hombre guapo y delgado, el color de su cabello negro azabache, nariz pequeña y su boca... exquisita, el labio inferior carnoso y de un rojo intenso. Mando callar a mi subconsciente, no seré hipócrita, siempre eh queri...