- Má, Pá... tengo que contarles algo. - ¡Por favor mundo, trágame!
- Ahora no Zac, estamos ocupados con las cuentas. ¿Seguro que no dejaste entrar a Riley al bar? – pregunta mi padre.
Rodo los ojos.
- ¡Soy gay! Y estoy saliendo con alguien. – grito, frente a ellos.
Mi voz sonó tan firme e intacta que me sorprendí de mi seguridad con la que me estaba manejando. Tampoco negaré que las manos empezaron a sudarme horrores.
Papá sin embargo, se limita a mirarme, sacude la cabeza y se aproxima a mí.
- Estas muy confundido. – dice con neutralidad.
Mamá es la que pierde cualquier indicio de paciencia. Y me abofetea.
- ¡Tú no eres gay! El doctor me dijo el día que naciste que eres un hombrecito.
- No dejo de serlo, solo tengo otros gustos. – contesto, irritado.
- Amor, tranquilízate. – dice papá tomándola de los hombros.
- ¡Qué no lo escuchaste! Es un maricón. – apunta su dedo a mi cara.
Sus palabras me dolieron, como un puñal en el pecho, y una a una sus palabra, se clavaban en mi interior, dejándome triste, atónito, devastado y enfurecido por mi valentía al confesarles tan de repente mi situación.
¡Grandísimo idiota!
- ¡Es nuestro único hijo, no tienes porque tratarlo así! – mi padre estaba haciendo todo lo posible por defenderme.
Pero mi madre no lo quiere aceptar.
- ¿Desde cuándo piensas en esas pendejadas? – pregunta mi madre a la defensiva.
- Desde los diecisiete años. – contesto entre dientes. – y déjame decirte mamá, que yo no voy a cambiar, seguiré siendo el mismo muchacho marginal y responsable que ustedes criaron, pero por ahora se los quería decir, y comentarles que estoy saliendo con alguien que en verdad se preocupa por mí, y me escucha.
Mi madre pone cara de dolida tras escuchar eso. Papá se quita sus lentes y talla sus ojos con frenesí.
- No tienes nada de qué preocuparte. De ahora en adelante tendremos más tiempo para ti. – mi padre se acerca a mí y me abraza, un fuerte abrazo, de esos que sientes que nada malo va a suceder, juntando cada una de tus partes rotas.
No puedo más y me suelto a llorar a moco tendido. Berreando, soltando lamentos en mi interior, golpeándome la cabeza con fuerza sobre una pared imaginaria.
- Conmigo no cuentes para nada. – contesta mi madre con ese tono que sólo hasta ahora la había oído utilizar.
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La fuerza del amor
Teen FictionLo observo detenidamente, es un hombre guapo y delgado, el color de su cabello negro azabache, nariz pequeña y su boca... exquisita, el labio inferior carnoso y de un rojo intenso. Mando callar a mi subconsciente, no seré hipócrita, siempre eh queri...