Capítulo 18.

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Después de su ataque de furia, por fin sale Jarec de dónde quiera que hubiera estado.

- ¿Pasa algo? – pregunta, mirando directamente a su hermano.

Pero Anderson, esta tan ocupado mirándome, todavía con mirada retadora y amenazante que contesta sin mirarlo.

- Todo bien, solo salí para saludar. – su voz es molesta e irritante.

Yo miro a Jarec y asiento, pareciendo lo más tranquilo posible.

- Disculpa el arrebato de mi hermano. Siempre es así de amable. – frunce los labios, y cierra la puerta detrás de él -. ¿Pasa algo muchacho?

- ¿Puedes ayudarme con un proyecto?

Nos adentramos hasta su estudio, que es un cuarto con luz tenue y huele a vainilla con almendras, el olor que empezaba por colarse en mis poros y mi mente. Atontándome.

- Adelante.

- Bien. Es que, estoy estudiando arquitectura, todo por el gusto de mis padres. – empiezo por decir, él me mira sin perder detalle de lo que digo. – y pues, necesito una maqueta enorme, de una construcción importante, con sus alrededores. Carreteras, casas, o negocios a sus lados, ya sabes.

- Yo tengo una guardada en el sótano.

- ¿Estudiaste arquitectura?

- Y lenguas extranjeras, fui ayudante de primero auxilios, entre otras cosas.

Lo de primeros auxilios, me consta, pues me curo la herida de mi pie.

Me sorprende.

- ¿Qué idiomas dominas?

- Español, francés y alemán. – se levanta de su asiento para rodear el escritorio y sentarse a horcajadas sobre mí. - Pero por ahora quiero tenerte entre mis brazos, pequeño.

- Yo también. – contesté mientras sus dedos empezaban a pasearse por mi pecho, cuando ya había terminado de desabrochar mi camisa.

Empieza por besarme los pezones y mordisquearlos. Mis manos buscaban como desatarle la corbata, mientras él seguía torturándome, yo desabrochaba su camisa perfectamente planchada cayendo al suelo. Acaricie su ancha y fuerte espalda, el recorría todo mi cuello, paseando lánguidamente su lengua, con su barba recorriéndolo y haciéndome cosquillas que intento ahogar.

Muerde el lóbulo de mi oreja provocando así que suelte un gemido atorado en mi garganta.

Se levanta y desabrocha su pantalón, notando su grande erección. Desabrocho mis jeans y quedo en calzoncillos. Me pongo en cuclillas para empezar a mamársela. Arquea su espalda, haciendo que entre más a fondo de mi garganta. Masajeo mi pene y escroto con mi mano libre, mientras que con la otra sostengo su dura polla en mi boca.

Unos minutos más y me toma de las axilas para ponerme a su nivel.

- Mi turno.

Agarra con firmeza mi pene. Baja con los dientes mis trusas, y con movimientos relajados y expertos, empiezo a sentir como mi verga se hunde en la humedad de su boca. Su barba me cosquillea en mi entrepierna.

Me sobresalto sin querer.

- No. – suelto un bufido de frustración.

Él asiente y continua, con el vaivén de su cabeza, provocando grandes arcadas de placer.

Antes de que logre correrme, se limpia con el dorso de mano la comisura de su boca. Besándome con pasión y deseo.

- Me encantas.

- Tú también me vuelves loco, Jarec. – seguimos besándonos.

Me voltea y pone su erección en mis nalgas. Con caricias, lentamente me voy agachando sobre el escritorio. Con los nervios a flote, los ojos cerrados y rezando a quién quiera que este escuchando. No quiero arrepentirme después de esto. Cambio de opinión y me subo al escritorio, dejando mis piernas al aire, rodeando su cintura con ellas.

Sentí como un dedo, frio y resbaladizo llenaba mi entrada. Moviendo su dedo en círculos, provocando espasmos. Estremeciéndome impaciente. Alce las caderas, incitándolo. Captó la indirecta y presionando su erección contra mi ano, pidiendo paso con ansias, y aunque le deseaba a más no poder, el miedo pudo más que yo y me contraje inconscientemente.

- Si te sientes incomodo podemos parar.

Siento como la acabo de cagar. En verdad quiero, en serio le deseo.

- Está bien. Sólo... déjame a mí hacerlo.

Suspira junto a mi oído y me besa los oídos y la nuca.

Tomé su pene, invitándolo a entrar a mi interior, vislumbre de reojo como me miraba con ternura y enturbiados de deseo. Mi entrada quedo suspendida, comencé a presionarlo lentamente, cuidadoso contra mis nalgas. Todos mis músculos se contraen violentamente ante la intrusión.

Con frustración, empecé a sentir como unas lágrimas me recorrían el rostro bañado en sudor. Sin embargo, él se estaba fundiendo con total calma, sin lastimarme. Después de un extenso camino torturador, nuestras caderas chocaron al estar unidas completamente. Aun sentía como si mi interior estuviera en un incendio.

Comenzó a moverse en un ir y venir, despacio, dejando que me acostumbrara a su tamaño. Ya no siento tanto dolor, el aumento el ritmo, haciendo que de cuando en cuando gimiera por lo bajo. Dedos de electricidad me tomaron por sorpresa al sentir como Jarec tomaba mi pene en las de él, mientras que con la otra me sostenía de las caderas, marcando un ritmo dejándole entrar en mí una y otra vez.

Una mueca de placer se hacía notar en su rostro. Notaba como su dura erección palpitaba dentro, con un nuevo golpe de excitación me di cuenta de cómo empezaba por correrse. Un placer sumamente ciego y sin piedad, toma mi cuerpo haciendo un recorrido descendente por mi espina dorsal hasta mi ano y elevándose por todo mi pene. Me estaba masturbando, arrasando consigo mí semen que brinca con violencia en mí estomago y pecho, salpicando un poco del brazo y mano de la persona con quien perdí virginidad a lo que la parte trasera corresponde.

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La fuerza del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora