Este sabor era un recuerdo poco apreciable para mí. No era amante del alcohol.
—Entonces —dijo Ryan observándome de reojo—, si tomas alcohol.
—Nunca dije que no —dije agitando mis pies. Seguía sentada en la estantería.
Era de tan baja estatura que mis zapatos no rozaban el suelo, en su lugar, se columpiaban golpeando el talón contra la puerta de madera. Solo podría pensar en los problemas que tendría Alejandro cuando sus padres regresaran de viaje. Aunque, pasaba un buen rato con este desconocido.
—Necesito otra cerveza —dijo Ryan Romo dejando la botella de vidrio en el suelo.
—Puedo ayudarte con eso —dije con una media sonrisa.
Uno de los chicos espectadores se encontraba a una distancia perfecta. Extendí mi brazo y le di unos suaves golpes en el hombro. Se volvió confundido.
—Disculpa —grité para ser escuchada por encima de los alaridos—, ¿Nos traes dos cervezas?
—Eh, que yo no trabajo aquí —dijo él frunciendo el ceño.
Ryan parecía divertirse de la actuación.
—Ni lo vas a hacer nunca con esos modales —dije cruzándome de brazos. El chico parecía confundido sin poder entender la situación—. Ve, ve.
Le hice señas con la mano y él, me observaba a mí y luego a Ryan. Vacilo y se alejó de nosotros para tomar las dos cervezas. Sonreí con aires de superioridad. Esa era una de las grandes ventajas de ser mujer, Ryan me observaba con adulación.
— ¿Como hiciste eso? —preguntó él con una sonrisa.
—Persecución femenina —le respondí encogiéndome de hombros.
— ¿Eso fue lo que hiciste conmigo? —dijo confiado.
Enarqué una ceja. No podía negar que era simpático y atento, pero una chica fácil no era mi definición.
—No aceptaste mi negación a la cerveza ¿O sí? —mis labios dejaron asomar una sonrisa arrogante.
Ryan rió entre dientes. Se escuchaba tan ingenua, incauta, hermosa. Ahora me encontraba embelesada en este extraño. Oculté mi rostro entre mis cabellos con la intención de que no notara mis mejillas sonrosadas.
Antes de que pudiera notarlo, el chico nos había traído las cervezas y la tomamos rozando nuestras manos. Solo bebí un trago, en cambio, el parecía confundirlo con agua. De ser él yo ya estaría rodando en el suelo revelando mis secretos más oscuros.
—Entonces, Marena —dijo él dejando la botella en medio de ambos—, cuéntame de ti.
No sabía si era el efecto del alcohol, pero comencé a relatar acerca de mi hermana Taylor, de cómo conocí a Marena y a Alejandro. La ausencia de mis padres y como lo llevaba. Sólo tenía media botella de cerveza y ya me encontraba mareada, pero consciente. El asentía y me dejaba hablar sin interrumpir, pensé que lo aburría, pero sabía fingirlo. Reímos, callamos y cuando menos lo esperábamos, los chicos comenzaban a marcharse, los espectadores eran pocos y la mayoría no podía levantarse de sus asientos debido a la borrachera.
—Oye, debo buscar a Nathalia —le dije saltando de la mesa.
Mis dos botellas ya se encontraban vacías, mientras que Ryan había pedido una tras otra. Ya había perdido la cuenta. La falta de personas me preocupaba y el tiempo había corrido tan rápido mientras hablaba con él que había olvidado el hecho de que había venido gracias a Nathalia.
—Creo que la vi fuera —dijo Ryan señalando a través de la ventana—, ¿Te acompaño?
—Te lo agradecería —dije con los ojos como platos.
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Nicotina © [Sin editar]
RomanceMarena Simpson cuenta la historia de su vida antes de ser sentenciada a ir a un centro de rehabilitación. Su vida es muy diferente a la que ella creía que iba a ser. Es una huérfana de dieciséis años, vive con su hermana gemela Taylor y gracias a un...