Uptown Funk

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La señora de cabello castaño oscuro se acercó a Ryan a grandes zancadas y lo acorraló en sus brazos. Ryan estaba inmóvil sin poder decir algo o moverse. La señora no se parecía mucho a Ryan, en cambio su padre era tan idéntico. Sus cejas, sus ojos, su forma de cruzar los brazos y su sonrisa. Lo mismo sucedía con Daniel, el señor alto me hacía recordar a Daniel.

—Mi niño —dijo la señora mientras zarandeaba a Ryan de un lado a otro como un peluche mientras el señor cerraba la puerta detrás de él—, me alegra que te encuentres bien.

—Sí, lo estoy —dijo Ryan separándose de su madre.

—Señora —dijo el padre de Ryan acercándose a mí con gentileza—, agradezco por haberlo cuidado, ¿Cuánto hay que pagarle?

Dios. Creía que yo era una enfermera. Antes de que pudiera expresarme, Ryan se acercó a nosotros corriendo, dejando a su madre en su sitio.

—No, papá —dijo Ryan y tomó mi mano entrelazando sus dedos con los míos. Estaba helado—, ella es mi novia, Marena Simpson.

No sabía que hacer o reaccionar en una situación como esa, así que solo sonreí. Su madre se acercó a nosotros lentamente. Pensé por un momento que ambos iban a decir que esto no podía ser o una excusa. Su padre tomó mi mano libre y besó mis nudillos. No pude evitar sonrojarme, el señor era muy educado, no como sus hijos.

—Un placer —dijo el padre de Ryan soltando mi mano.

Al menos ya tenía la aprobación del padre. La madre era difícil de tratar y lo sabía por su mirada y por la forma en la que me escudriñaba, la manera que odiaba que la gente me viera.

—Hijo —dijo su madre evitándome—, tenemos que pedirte que vuelvas a casa.

— ¿Qué? —dijo Ryan atónito y yo estaba igual de sorprendida.

—No estás bien —dijo su madre frunciendo el ceño—, estás en un hospital donde no saben nada sobre el cáncer. En cambio, en Inglaterra saben lidiar con esto, y te pedimos que vivas.

Era tan inútil. Me sentía como un grano de polvo volando a la adherida. Ryan tenía que vivir pero no quería alejarlo de mí. Lo amaba tanto.

—No —dio Ryan y soltó mi mano para rodearme con ella colocándola en mi hombro—, me quedo aquí, aunque muera.

Sus padres intercambiaron miradas no muy reconfortantes. El señor se encogió de hombros “¿Qué le voy a hacer? Es su decisión”. La señora giraba la cabeza mientras cerraba los ojos tratando de tener un poco de paciencia.

—Hablemos un momento —dijo ella tomando la muñeca libre de Ryan.

Sin si quiera esperar una respuesta de su hijo, lo haló y lo condujo a una esquina de la habitación dejándonos al padre y a mi solos. El señor se colocó ambas manos en su bolsillo viendo a su esposa y a su hijo peleando en voz baja pero aun así haciendo muecas y moviendo las manos agitadamente. Yo simplemente estaba allí, parada, sin decir nada.

—Discúlpala —dijo su padre y sabía que me hablaba a mí—, ella es un poco perfeccionista, cuando la conoces te cae bien.

—Dudo que me deje conocerla —dije con una mueca de disgusto.

—Ella simplemente está un poco afligida —dijo el señor y se sentó en el borde de la cama de Ryan—, tiene años que no ve a su hijo, y verlo tan grande le causa pavor.

—Sí, tiene razón —dije y me senté al lado del señor.

—Por cierto me llamo Francisco —dijo el padre de Ryan tendiendo su mano en el aire—, pero mis amigos me dicen Franco.

Nicotina © [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora