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Jane no pronunció palabra alguna durante todo el viaje y Harry se sintió agradecido por eso.
La miró de pies a cabeza, tez muy blanca, ojos color esmeralda, cabello teñido de colorado, uñas mordisqueadas, contextura pequeña. Se veía tranquila pero las apariencias suelen engañar.
Al bajar, la prensa los escandiló y ella pasó entre ellos como los demás pasajeron. Sin embargo, él no pudo hacerlo por más qie lo intentara.
-La chica está en el auto.-dijo Paul y él asintió.
Se libró de la prensa y entró al auto, viendo como ella miraba una foto y la repasaba con sus dedos en silencio. Ella la guardó con rapidez y volvió su vista al frente.
-Jane, necesito que te comportes. Vamos a ir a vivir con mis amigos y no quiero ni un solo escándalo. -la miró serio.- Te lo advierto.
Ella ni siquiera lo miró y él apretó los dientes. Maldito sea el momento en que lo mandaron a recoger a esa chica. No podía ser que, justo cuando estaba en la cumbre de su fama, lo mandaran a buscar a una maldita adolescente de dieciséis años para que la cuidara.
-¡Contestame!-exigió él pero ella lo ignoró.- ¡Mierda! Yo no quería una hermana.
Llegaron a la casa y ella bajó rápidamente. Harry la tomó por el brazo bruscamente para hacerla entrar.
-Vamos. Si no pensas responderme, vas a quedarte en tu habitación.
-Harry. -dijo Liam frunciendo el ceño.-¿Quién es y por qué la tratas así?
-Mi hermana.-masculló.- Y yo la trato como quiero. Ahora subí y entrá en la última habitación del pasillo.
Ella suspiró y subió las escaleras, metiéndose en el lugar al que la habían enviado. Miró por la ventana y encendió un cigarrillo mientras dejaba que el aire fresco entrara. Se lo llevó a los labios y dejó el tiempo pasar.
Cuando Harry subió con sus cosas la encontró mirando la caja vacía. La tomó en su mano y la hizo un bollo.
-En esta casa, nadie fuma.
-Estúpido. -marculló ella y él la ignoró.
Jane vació sus valijas y se dejó caer en la cama.
-No importa. -dijo y tiró la pelotita contra la pared.- No importa, ¿No, Steve? ¿No que no importa?-unas lágrimas se deslizaron por su mejilla y ella frunció el ceño.- Se suponía que ibas a crecer fuerte y sano. Se suponía que iba a ser tu hermana, que iba a cuidarte. Se supone...-volvió a tirar la pelota con furia pero no la agarró y esta se estampó contra la pequeña caja de cristal sobre la mesa de luz.-No. No, no, no. Mierda.-tomó los cristales y sus ojos se llenaron de lágrimas. Estaba destruída. La había roto.
Con las lágrimas quemando en sus ojos sin que les permitiera salir, salió de la casa y se sentó en el pasto del jardin, donde observó cada flor intentando no pensar en donde estaba.
La había roto. Había destrozado la cajita de su madre, esa que pensaba darle a Steve cuabdo creciera.
¿Qué sentido tenía ahora? Steve estaba muerto.

No importa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora