CAPÍTULO 2

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La desconocida tiene la cabeza entre las rodillas. Aún no sé su nombre, y llevo una o dos horas al volante. No sé dónde coño vamos, solo sigo esta carretera infinita y, sinceramente, tampoco sé por qué lo hago.

—¿Al menos puedo saber tu nombre?

Nada.

—Digo yo que tu nombre y un: gracias por salvarme el culo, no estarían de más.

Otra vez: nada.

—Oye, niña, ¿te has muerto?

Dejo el volante y con una mano la sacudo. Ella levanta la cabeza y me mira con unos intensos ojos verdes enrojecidos.

—Elba, mi nombre es Elba.

Que nombre más feo, coño.

—¿No tienes un jodido apellido?

Frunce la línea recta de sus labios y vuelve a esconder la cara entre sus rodillas.

—Jo...nes.

—¿Jo-nes? —Levanto una ceja.

—Jones —me corrige.

—Vale, ¿te sabes el número de tus padres?

Mierda, hay un problema con eso. Yo no tengo un jodido teléfono móvil.

La niña con el nombre más feo del mundo me mira rápidamente, asustada. ¿Y ahora qué coño le pasa?

—No, no me lo sé.

Me está mintiendo. Yo mentía a su edad, sea cual sea su puñetera edad, y sé que ella ahora está mintiendo.

—No hace falta que me sueltes trolas, no tengo móvil de todas formas —resoplo y miro hacia delante.

Ella mira hacia el frente como yo y me vuelve a mirar. Se siente un enfoque tremendo cuando sus ojos me miran que noto rápidamente que lo está haciendo.

—¿Siempre eres así de gruñón con todo el mundo o solo conmigo?

Arrugo la frente. Detengo el coche de golpe y la miro.

—¿Qué?

¿Qué acaba de decir? ¿Que si soy así de gruñón con todo el mundo o si solo lo soy con ella? ¿Se cree que todo el mundo me obliga a dejarle subir a mi coche sin echarlos siendo completamente desconocidos para mí y a arrancar dejando en plena nada a mi novia? ¿Ella realmente está consciente de lo que me acaba de preguntar?

—¿Tú estás bien, niñita? ¿Tomas algo... raro?

Niega con la cabeza.

—Me llamo Elba, no niñita.

Aprieto los puños sobre mis rodillas y volteo la cara para mirar por mi ventanilla. Al parecer no nos vamos a llevar muy bien.

—¿Cuántos jodidos años tienes?

Le pregunto sin mirarla, aunque debería. Quizá me mienta.

—Diecisiete.

Me llevo las manos a la cara y ahogo un grito. Genial. Diecisiete.

—Dios mío, ¿me he llevado a una niña de diecisiete años de una jodida gasolinera sin que nadie lo supiera?

La miro.

—Eso, en mi diccionario, se llama secuestrar.

Arruga la frente.

—Yo te pedí por favor que me sacaras de allí, no es secuestrar.

—Oh, claro que lo es. ¿Acaso no eres consciente de que tengo a una jodida menor de edad en mi puñetero coche?

Arruga mucho más la frente.

En las botas de DerekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora