CAPÍTULO 6

96.6K 9.5K 3.7K
                                    

Moraleja: una patada en las pelotas duele más que cualquier otra cosa en tu puñetera vida.

Es una moraleja de mierda.

En realidad no creo que esa sea la moraleja real. Quizá sea: cuando te vuelves gilipollas con la chica equivocada te vas a llevar una patada en los huevos. Sí, quizá es esa.

Ahora, ¿se supone que debo pedirle perdón? ¿Yo? O sea, vamos a ver, ella me da una patada y se encierra en el coche, de morros, de brazos cruzados y echando humo. ¿Esta tipa es normal?

Lo que no es normal es el clima que hace en esta condenada ciudad. Treinta minutos sentado en el asfalto apoyado en el jodido coche me ha servido para dar fe de ello.

—Hace frío, quiero entrar —le digo desde afuera.

Ella me tuerce la mirada y se cruza más de brazos.

No va abrirme.

—¡Eres una infantil!

Se señala con un dedo y la veo vocalizar: ¿Yo?

—¡Sí, tú! —Exclamo—. ¡Todo esto es culpa tuya y encima tienes la cara de enfadarte!

Furiosa abre la puerta del coche y sale dando grandes zancadas.

—Primero: no me grites. Segundo: todo no es culpa mía, acepta que tus errores también son culpa tuya. No puedes vivir echándole la culpa de todo lo que haces mal a los demás.

¿Cómo?

Se me escapa una carcajada de indignación.

—¿De todo lo que hago mal? ¡¿Perdona?! Si te ayudé fue porque tú me engañaste. ¡Si dejé allí tirada a mi novia fue por tu puñetera culpa!

—¡No, que va!

—¿Encima te atreves a negarlo? ¿Niña, tu cerebro funciona bien? Claro que es tu culpa.

—No toda. Yo no te puse una pistola en el pecho...

—¿Cómo que no? Literalmente no, pero me enredaste con toda esa actuación de mierda de niña secuestrada. ¡Hiciste que me lo tragara y que abandonara a la chica que más he querido en medio de la puta nada!

—¡Si la hubieses querido de verdad alguna vez jamás la hubieses abandonado, jamás te hubieses ido dejándola tirada! ¡Tú no la querías!

Me callo de golpe y me echo atrás como si sus palabras me hubieran empujado físicamente.

¿Acaba de atreverse a decir lo que acaba de decir? ¿Ha dicho que nunca he querido a Hanah? ¿De verdad lo ha hecho?

Realmente no me esperaba que me soltara tremenda estupidez.

—Mira niña, me estás tocando lo que no suena —le gruño, entre dientes, apretando los puños y controlándome para no comérmela a gritos. Eso la última vez terminó conmigo en el suelo retorciéndome de dolor y con las manos en la entrepierna.

—Lo admito, te engañé e hice un poco mal en pedirte tremendo favor, pero no me culpes de que tu novia te haya dejado. No la querías.

Aprieto más los puños. La sangre me está hirviendo cada vez más y más.

—¡Cállate! ¡No sabes nada sobre nosotros!

—Claro que sí. Si la hubieses querido, hubieses dado la vuelta hace muchos kilómetros atrás. Yo te hubiese importado una soberana mierda en comparación con ella, pero no lo hiciste, no giraste el volante y volviste a esa gasolinera, ¡no lo hiciste!

—¡¿Quieres callarte?!

—¡Lo haré cuando dejes de culparme de todo!

—Agg, cállate de una vez. Solo haz eso, maldita sea, cierra la boca.

En las botas de DerekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora