CAPÍTULO 9

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Lleva callada un buen rato. No me ha respondido la pregunta pese a que se la he repetido varias veces. No sé qué estará pasando por su cabeza, nunca he sido capaz y creo que nunca seré capaz de saber qué es lo que pasa por su cabeza, pero no sé si está bien seguir presionando en un tema tan... pues eso, en un tema tan jodido y personal como lo es ser adoptado.

—¿Te has quedado dormida? Lo siento, pero me debes esto, ¿lo sabes, no? Prometiste que si te ayudaba me contarías todo.

No ha apartado la vista de la ventanilla desde hace largo rato y sigue igual.

—¿Elba? Uhm... ¿te llamo así o Emma?

—Elba.

Responde por fin pero sin mirarme aún.

—¿Ya te he dicho que es un nombre horrible?

Ni provocándola me mira, ni siquiera para fulminarme.

—No hace falta que sea bonito —murmura—, simplemente que no sea Emma me vale.

—Pues perdona que te lo diga pero el nombre de Elba Jones se parece cantidad al de Emma James.

—Se parecen pero no son iguales, fin.

Menudo carácter tiene ahora la condenada.

—Deja de comportarte como una jodida cría o pararé el coche y te haré tragar polvo.

—Es mi coche —contraataca.

—¿Me quieres poner a prueba?

Sonríe de lado. Eso es... ¿bueno?

Está bien. Me rindo. Me he dado cuenta de que, después de veintitrés años intentándolo, aún no logro entender a las mujeres.

—¿No te apetece tomar una ducha, Derek? A mí sí. Una ducha y dormir en una cama con un colchón de verdad.

La miro de reojo, esta vez me está mirando.

—No me cambies el tema. Aún no me has dicho el... —ahora hasta se me hace incómodo sacar el tema, mierda—, ya sabes..., el motivo.

Se encoge en el asiento haciendo un ovillo con su cuerpo.

—¿Qué quieres saber?

—Todo. Me dijiste que me lo contarías todo. Ese fue el trato —le recuerdo.

Se vuelve a callar.

—Oh, no, ni se te ocurra. No aguantaré otra hora más tragándome tu silencio.

—No ha pasado una hora. Como mucho veinte o veinticinco minutos.

—Como sea. Cuéntamelo de una vez.

Se quita el cinturón de seguridad y ladea su cuerpo mirándome fijamente, luego vuelve a subir las piernas al asiento y vuelve hacer un ovillo.

—Bueno, allá va —dice exhalando—. Derek, tengo que informarte de que llevas a una enferma a bordo —dice en voz muy baja esto último.

Abro los ojos y la miro, luego recuerdo que tengo el volante aún entre manos y vuelvo a mirar hacia delante.

—¿Qué significa eso? —le pregunto tomando turnos para mirar a la carretera y a ella.

—Estoy enferma.

¿Enferma? ¿Cómo que enferma?

—Okey, esto es demasiado para hacer dos cosas al mismo tiempo.

Digo, miro por el retrovisor y giro el volante para apartarme un poco del carril.

—¿Qué haces? —pregunta cuando ve que nos detenemos.

En las botas de DerekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora