CAPÍTULO 25

51.3K 4.6K 1.8K
                                    

—Gracias a ti pronto voy a estar podrida en dinero.

Mientras ella habla yo miro hacia todas partes, buscando alguna ayuda. No sabría definir bien lo que busco exactamente; tal vez una cámara de seguridad, o a alguien. Como último recurso, algún bate que milagrosamente estuviera por ahí tirado pero nada. Lo que sí hay son contenedores de basura y al lado de uno, hay cartones rotos y algunos trozos de madera. Si tan solo pudiera hacerme con alguno de esos trozos, los golpearía tantas veces hasta que salieran corriendo como las ratas que son.

Pero a quién voy a engañar, no estamos en una de esas películas donde el protagonista por milagro divino ha sido dotado desde su nacimiento con unos bíceps asombrosos con los que podría reventar sandías si quisiera. Y, mucho menos, soy cinturón negro.

Cuando vuelvo a cruzar la mirada con Elba, a la que están llenando de babas, veo un rápido destello de complicidad.

La miro duramente, diciéndole que no con la mirada a lo que sea que se esté proponiendo hacer.

La tipa le sigue hablando a dos centímetros de la cara, no suelta más que tonterías, no creo que nadie la escuche ya, ni siquiera su compinche. Lo de villana se le ha subido a la cabeza, se cree que ha llegado el momento de soltar su espectacular monólogo.

—¿Y ahora qué hacemos con ellos? —le pregunta el lumbreras que me sostiene.

—¿A ti qué te parece? —le responde ella.

Emma acaba de poner los ojos en blanco.

—Te lo pregunto por algo. Es decir, no tenemos ningún plan ni nada.

—¡Cierra el pico, idiota! ¿No ves que los tienes delante? —Brama ella, cosa que provoca que Emma ponga cara de haberse quedado sorda.

—¿Y, qué pasa? No hemos comprobado aún que sea ella.

Por un momento de despiste, ella suelta con una mano a Emma y estampa su palma abierta en su propia frente, reaccionando a lo idiota que le resulta el tipo que la acompaña. Ahora que me doy cuenta, ninguno de los dos lleva nada cubriendo su cara. Siendo sincero, tienen pinta de ser bastante imbéciles.

Al segundo, sacándome de mis divagaciones, veo a Elba librarse del otro brazo de la chica solo con un movimiento brusco, seguido de un giro de esos que te hacen quedar boquiabierto y una patada digna de Jean Claude Van Damme y Rambo.

Quedo estupefacto, como todos allí. La que más, la tipa, que ha caído de culo al suelo.

El tipo, sorprendido y sin saber qué hacer, me suelta para ir torpemente detrás de Elba.

Cuando me veo libre pienso dos cosas: menudo imbécil y, la segunda, corre a por uno de esos trozos de madera.

Cuando me hago con uno vuelvo corriendo, sin pararme a pensar cómo puede terminar eso. Lo único que sé es que tengo que hacer algo porque ese tipo acaba de echarse encima de Emma. La madera se parte en más trozos cuando estalla en su cabeza, lo que le hace apartarse adolorido. Ayudo a Emma Rambo Van Damme James a ponerse de pie y esta me aparta de un empujón que, que quede claro, no es para nada amable. Seguidamente patea la mano de la chica, haciendo volar una navaja hacia la mierda y propinándole un puñetazo que la hace girar.

—¡Acabas de romperle la nariz!

—Ella quería abrirte en canal, esto se llama defensa personal —me responde, venida arriba por la adrenalina.

—Ah, entonces está bien —me encojo de hombros—, yo voy a darle con otro trozo de madera a ese —digo, volviendo a buscar otro trozo de madera.

En las botas de DerekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora