CAPÍTULO 14

109K 8.4K 6.7K
                                    

—¿De verdad te dijeron que te apuntaras a esta mierda o solo intentas cobrarte que me fuera de la lengua con esa tipa?

Le pregunto, encorvado, apoyado sobre mis rodillas, intentando recuperar el aire que acabo de perder.

Ella se gira, guarda esa cámara desechable que compró ayer y baja su vista hasta mi altura colocando sus brazos en jarra.

—Deja de refunfuñar que a ti nadie te dijo que te apuntaras.

—No, pero me animé porque tú dijiste que era una especie de guía turística... —exhalo, inhalo, necesito que mis jodidos pulmones se llenen de aire, joder—, pero nunca mencionaste que esa guía turística sería por una montaña más empinada que...

—Ni se te ocurra hacer mención de nada fuera de lugar, por favor, Derek.

—No soy un jodido mal pensado todo el tiempo, por Dios —me quejo.

—Oh, claro que lo eres. Vamos, deja de quejarte como un niño pequeño, recoge tu mochila y sigue, que vamos a aprovechar el descanso para hacer fotos por ahí.

Dice, volviendo a tomar su mochila y a colocársela sobre la espalda. Así pasan los diez minutos que nos habían dado. Esos diez minutos para descansar, beber agua y hacer fotografías ya se han acabado. Elba los ha aprovechado mucho, pero yo no y encima me estoy meando.

—Hay un matorral ahí detrás —dice, caminando para unirse de nuevo al grupo.

—¿Qué?

Se voltea un poco.

—Ese bailecito que estás haciendo no creo que sea para invocar a la lluvia. Llevo poco tiempo contigo pero me ha bastado para comprender que esos pasos se deben a que tu vejiga está apunto de explotar.

Se gira de nuevo y sigue caminando.

—¡Aprovecha! ¡Quizá ese mal humor sea culpa de tu vejiga!

—¡Vete al... —cállate, Derek, ella puede que tenga razón—, olvídalo!

Esta situación me recuerda algunos años atrás, al mocoso de seis años que era. Mi madre siempre me decía que fuera al baño antes de salir de casa, pero siempre terminaba regando algún árbol por el camino, como justo ahora.

—¿Mejor? —me pregunta cuando corro hasta su lado, medio sonriendo.

—Cállate, no es algo que te interese.

—Uy, uy, al final va a ser que ese humor se debe a algo con tus hormonas.

La miro raro.

—A mí no me baja la regla si eso es a lo que te refieres.

Ella me regala una mirada de aburrimiento, como si el comentario le sonara tremendamente trillado.

—No solo nosotras sufrimos cambios de humor durante nuestras reglas, como se suele pensar. Vosotros también. No os baja la regla pero, al fin y al cabo, sois tan seres humanos como nosotras y vuestra testosterona, lejos de ser perfecta e inmejorable, también os provoca montañas rusas emocionales de vez en cuando. ¿Quién te ha dicho a ti que por no ser mujer y por no tener ovarios te has librado de los cambios de humor?

El tono con el que me sermonea me hace soltar una sonrisa. Ella me pregunta que por qué sonrío de repente y le respondo que por nada.

—Oye... hablando de hormonas y de la regla, puedo preguntarte si no es raro que a ti no te haya venido aún —suelto, realmente interesado.

Me mira de soslayo.

—¿La tienes? —le pregunto.

—¿Recuerdas ese par de días que pasé muy llorona?

En las botas de DerekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora