CAPÍTULO 8

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—¿Qué coño estoy...?

De un brinco me pongo de pie, me hago con el mando del televisor y le subo el volumen.

El señor del telediario deja paso al espacio del periodista que lleva la noticia y este comienza a hablar a toda prisa. Hay imágenes de una chica pasando una y otra vez en un cuadrito en la parte superior izquierda de la pantalla.

Me río, más por mi reacción tan tonta que por otra cosa.

—Esta no es ella —digo mirando cada imagen que pasa.

Esa chica es rubia, tiene el pelo largo, viste como si... un momento.

Un momento.

¡Que alguien me dé un jodido momento para que mi cerebro procese esto!

—¿Más de 24 horas, Carl? ¿Me confirmas eso?

—Exacto, como lo oyes, Jim. La hija de Bill James, Emma James, de diecisiete, apunto de cumplir los dieciocho años, se encuentra actualmente en paradero desconocido. No se ha confirmado nada todavía, pero muy probablemente se trate de un secuestro, aunque no descartan la idea de que ella huyera por su propio pie. En tal caso, la policía está trabajando para dar con ella lo más pronto posible.

Parad esto.

¿Bill James? ¿Ese hombre no es una clase de... senador en este país?

—Los adolescentes de hoy en día se mantienen conectados todo el tiempo, Carl, ¿no han dado con ningún rastro en sus redes sociales, teléfono móvil, tarjeta de crédito, algo? —Continúa preguntando el noticiero.

—No. Emma James, por lo que se ve, ha desaparecido completamente de la faz de la tierra. La policía está estudiando muy bien este caso ya que les resulta extraño. Si fuera un secuestro, los secuestradores no tardarían en pedir un rescate, sin embargo...

Le bajo el volumen hasta que queda completamente en silencio. Siguen pasando las mismas fotos, creo que son seis en total.

La rubia que sale en esa pantalla es diferente a la Elba que se montó en mi coche. No obstante, cuando te detienes delante de esa pantalla y observas bien... ¡son suyos! ¡Son los mismos ojos grandes y verdes que tiene ella!

Sin maquillaje, sin ese pelo tan largo y rubio, sin esa ropa tan cara, sin nada de eso, solo con ropa arrugada, pelo corto y negro, queda únicamente la chica que supuestamente me dijo que se llamaba Elba Jones.

—Me ha mentido. —Doy un paso atrás enterrando mis dedos en mi pelo y estirando—. ¡Me ha vuelto a mentir!

Por puro impulso golpeo el pie de la cama de una patada y gruño apretando los dientes.

—¿Cómo puedo ser tan tonto? ¿Cómo?

Andando de allá para acá el espacio de la habitación comienza a reducirse, más y más cada vez.

Tengo que salir de aquí. Tengo que ir a buscarla y entregarla a la policía.

Bajo los escalones de tres en tres y abordo a la recepcionista apenas puedo.

—¿Sigue ahí?

—Mierda, chico, ¿te han dicho que eres muy raro? ¿De dónde has salido? —dice colocándose una mano en el pecho.

¿A esto llaman hotel en este pueblucho? Yo ni siquiera lo llamaría motel.

—¿Sigue ahí o no?

—¿Quién? ¿Esa chica que supuestamente es tu hermana?

—Sí, esa.

Mira el reloj de la pared y chasquea la lengua.

—Me parece que no. Salió como hace un par de horas, según ella quería estirar las piernas.

En las botas de DerekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora